Los monólogos de primero

LOS MONÓLOGOS DE PRIMERO

“Los monólogos”, “Los monólogos personales”, “Los monólogos de primero”, son unas pocas palabras que revolotean alrededor de los alumnos de primero que acaban de llegar al Estudio en boca de sus compañeros de segundo y tercer curso. A veces son pronunciadas con una exclamación jubilosa, otras de nostalgia, y en boca de los recién llegados con una mezcla de curiosidad y temor hacia el ejercicio al que deben enfrentarse.

El primer día de clase con Lidia, ésta les encomienda una tarea que deberán desarrollar privadamente a lo largo del primer trimestre. Se trata de escribir un monólogo a partir de una anécdota personal, un instante vivido, un recuerdo o circunstancia concreta, que después transformarán en una primera puesta en escena, y en la que deberán servirse de las herramientas pre-expresivas con las que han tenido contacto a lo largo de esos primeros meses de formación.

A partir de este momento algo que a priori parece bastante concreto y sencillo les generará un montón de dudas, y comienzan a originarse por primera vez, las preguntas que como actores nos haremos tantas veces de aquí en adelante: ¿Quién soy?, ¿Qué hago?, ¿Cómo lo hago?. Así que el asedio a la profesora al comenzar y al finalizar las clases para aclarar sus dudas (que pocas veces ella resolverá) serán casi a diario hasta el día de la muestra.

Cuando llegamos al final del trimestre y ponemos fecha para mostrar el trabajo, los nervios, miedos y agobios afloran en cada uno de ellos.

Algunos lo han escrito y reescrito varias veces, incluso tienen varias posibilidades, y no saben por cual versión de ellos mismos deben decidirse, otros lo han escrito pero sólo lo tienen en su cabeza, y unos pocos, los menos, ni lo han escrito ni lo tienen en algún sitio.

Cuando llega el día señalado, la sala de trabajo e incluso el Estudio entero respira la atmosfera común de la expectación, una vibración reconocible en todos los que nos hemos enfrentado a nuestros primeros trabajos, al riesgo y al miedo de lanzarnos a un espacio vacío que debemos llenar de energía, de vida.

Los monólogos se sucederán uno tras otro y surge lo que Lidia buscaba, lo que pretendía tan secretamente que hasta ella misma desconocía que ese era el objetivo: el desvanecimiento de la máscara, la desaparición del personaje y el descubrimiento del artista en bruto, el esbozo del creador, un papel en blanco sobre el que comiencen a desfilar personajes.

Los cuerpos sobre el espacio escénico, se suceden con belleza, miedo, tensiones, torpeza, locuacidad, poesía… hay voces y cuerpos vulnerables, desafinados, otros sorprendentemente intuitivos y dotados de plasticidad… cantan, bailan, hacen “paseíllos” vacíos de contenido, reímos, lloramos, nos sentimos sacudidos, zarandeados… nos conmueven historias, ocurrencias, gestos, palabras… y tras cuatro horas de compartir trocitos de vida, sabemos que este encuentro formará parte de nuestra memoria colectiva como grupo.

Ese día yo regresaré a casa llena, entusiasmada, vestida con su fragilidad, ningún año es igual y todos son únicos y pensaré que para ellos nada será como ha sido sino como lo recuerden.

Gracias a la ayuda inestimable de Santi y Javi que me han acompañado dando luz a mis chic@s,

        a Juan Codina y a todos los compañeros del Estudio que lo han hecho posible.

Fusión con el Espacio Guindalera

PRÓXIMA ESTACIÓN: GUINDALERA

Estreno el año 2020, fiel a la más primitiva de mis adicciones, leyendo: Los errantes de Olga Tokarkczuk, la tan reciente como flamante Premio Nobel de Literatura. Se marca La Tokarkczuk, con dos ovarios polacos, una exquisita rareza, un bidón de combustible encuadernado para paladares promiscuos, animas inquietas y  corazones peregrinos; para todos los que como la tía Olga, comparten eso de que «la verdadera vida no es otra cosa que movimiento. Precisamente lo volátil, lo móvil, lo ilusorio equivale a lo civilizado. Los bárbaros no viajan, simplemente van directos a su objetivo: la conquista». La diferencia entre sentirse heredero del viento o saberse amo de la tierra. Elijan.
Me reconozco como un inadaptado sin remedio, portador de una congénita melancolía. No siento inclinación alguna por el total de las ideologías, y si un fervor incondicional por el idealismo. Estado civil: cervantino. Soy un iluso, lo sé, pero con los años va doliendo menos. Me priva la contradicción, y al igual que O.T. (pues sí, esas son las iniciales de la autora de Los errantes, que cosas), soy de personalidad fronteriza, lo que resta seguridad, o confianza, a quien me rodea. Cumplo letra por letra uno de esos desafíos con que Peter Brook nos aprieta: defiéndelo con pasión, abandónalo con ligereza. Tengo una habilidad especial para preñarme de dudas. Certezas en cambio pocas, y casi todas de sangre. Nombre: (el de) mi padre. Religión: mi padre. Domicilio: soy actor, no tengo elección: donde habita el vacío.
El 1 de octubre de 2007, hace trece años –mmm, preadolescencia, qué edad difícil, qué nervios, nacía Estudio Juan Codina– un centro para la formación de actores, que acabaría encontrando un reservado para la creación. Creo que el estilo es el inicio de la distinción, y por tanto la primera tarea a la que se tiene que entregar un creador es precisamente a descubrir su estilo. Gracias al genio de O.T. paso a reproducir algunas de sus palabras que podría haber dicho yo mismo, pero ella mejor «descubrí que –pese a todos los peligros– siempre sería mejor lo que se movía que lo estático, que sería mas noble el cambio que la quietud, que lo estático estaba destinado a desmoronarse, degenerar y acabar reducido a la nada; lo móvil, en cambio, duraría incluso toda la eternidad». Ambición propia de un ángel famélico que sueña que vence a a la muerte.
No existe, o eso creo, UN MÉTODO. Hay tantos como actrices y actores repartidos por el mundo, y el compromiso que como docente se ha de crear con un actor que emprende su viaje, es asegurarse que se encuentra en un cruce de caminos. No saber me parece un mal final pero un gran principio. A lo largo de este tiempo he tenido el olfato y la fortuna de rodearme de un grupo de profesionales, notables en el campo de la actuación, la dirección o la dramaturgia, de procedencias y sensibilidades dispares, y que entre todos han dibujado un verdadero fuego cruzado de puntos de vista. No es posible nombrarlos a todos pero vaya mi agradeciendo a Luis Luque, Inma Nieto, Lidia Otón, Javier Albalá, Sonia Almarcha, Raquel Pérez, Alfredo Sanzol, Alberto Conejero, Laila Ripoll, Jesús Noguero, Oscar de la Fuente, Cristina Alcázar, Ismael Martínez, Mariano Llorente, Verónica Ronda, Ángel Ruiz, Vanessa Espín, Vanessa Rasero, Asier Etxeandia, Chevi Muraday, Pepe Viyuela, y tantos otros que yo sé y ellos también que han dejado lo mejor de sí mismos en el espacio de trabajo. Y por supuesto mi amuleto Hugo Silva, mi siamés Eduardo Mayo y mi socio y amigo Javier Rubio. Un sindiós, pero ¿qué creador busca estar cómodo?
¿Y ahora qué?… Con el respeto que al movimiento nos debemos, ahora más. Durante el trimestre pasado abrimos  conversaciones con la familia Pastor – Juan, Teresa y María– equipo de dirección del Espacio Guindalera, y que en ese momento buscaban traspasar la gestión del espacio. Finalmente las conversaciones condujeron a un entendimiento, y el Estudio pasa desde este año a dirigir el espacio. Muchas han sido las emociones en estos días donde debut y telón se solapaban. Quiero, porque es de ley, manifestar mi más profundo respeto a la labor que durante dieciocho años han llevado a cabo en Guindalera María, Juan y Teresa, construyendo uno de los espacios escénicos más dignos de los que ha podido presumir Madrid. He conocido a tres seres humanos inmensos, de corazón blanco y cristal en las pupilas. Ha sido una suerte de inspiración asistir como testigo a las palabras de despedida que de su boca salían; palabras llenas de sabiduría, pasión, agradecimiento y dignidad. Mi aplauso. Gracias
En resumen: éramos pocos y parió la abuela. Por lo demás ya me ven, ahí, en la foto. En el mas apacible de los vacíos.
No sé
Por Juan Codina | 15 enero 2020
Clara Sanchis

CLARA SANCHIS. UNA HABITACIÓN PROPIA

En 1928 Virginia Woolf dio unas conferencias sobre mujer y literatura en las dos únicas universidades femeninas que había en Inglaterra. En ellas reflexionaba sobre la imposibilidad de que las mujeres pudiesen ser algo más que simples cuerpos domésticos sin derechos ni libertades, condenadas a criar hijos y a cuidar de la casa apartadas casi por completo del acceso a la educación, la cultura y el arte. Al cabo de un año aquellas palabras verían la luz en forma de ensayo y se convertirían para siempre en un clásico de la escritura y el feminismo. Hoy, casi cien años después, las cosas han cambiado mucho, la sociedad es muy diferente a aquella en la que se publicó por primera vez UNA HABITACIÓN PROPIA, aunque igual las cosas han cambiado más para unos que para otras. 

Hasta hace poco yo no sabía cómo era la manera en la que caminaba Virginia Woolf. Tampoco tenía idea de cómo sonaba su voz, pero esto era hasta hace poco más de un mes, ya digo, porque ahora lo sé, sí. Lo descubrí una tarde de mediados del pasado noviembre sentado en una butaca del Teatro del Barrio. Resulta que yo pensaba que iba a ver una función, pero no, no. Resulta que lo que vi no era la versión teatral realizada y además dirigida por María Ruiz de UNA HABITACIÓN PROPIA, no. Ni la iluminación de aquello tampoco la había creado Juan Gómez Cornejo, ni aquel vestuario lo había diseñado Helena Sanchis, y por supuesto aquella que encarnaba a la escritora inglesa no era Clara Sanchis.

A la capacidad de hacer esto muchos lo llamarían magia. Para mí tiene otro nombre: Arte. Y oficio. 

Al terminar la función, esperé con Codina a que saliera Clara, quería presentármela y de paso ver si cuadrábamos la posibilidad de hacer algo para el blog del Estudio. Y así fue, tuvimos una primera toma de contacto y quedamos en que la llamaría al cabo de unos días a su vuelta de no recuerdo qué lugar para ver lo de la entrevista o lo que fuera. Y ahí comenzó lo que ha sido nuestra  divertidísima historia, a modo de relación epistolar pero a través de audios de WhatsApp, que ahora con cada palabra que escribo parece estar acercándose cada vez más al final, o no. Voy a intentar ser concreto, pero no prometo nada. Esta entrada de blog  no terminaría jamás si se me ocurriera intentar relataros lo complicado que fue conseguir volver a vernos. De la de veces que parecía que sí pero al final no, de los muchos audios en los que nos terminaba dando da la risa por imposible, de las ganas de hacerlo y de la incompatibilidad de nuestros horarios. Bueno, a veces no es que no coincidiéramos en el tiempo, es que no coincidimos ni en el el espacio de un mismo país. Hubo un momento en que empecé a sentir que se acercaban las últimas funciones y que el empeño que le estábamos poniendo igual terminaría siendo un lo que pudo haber sido y no fue, porque no parecía que el ansiado encuentro se fuera a producir antes de que terminasen las funciones y dejaran de estar en cartel, y entonces todo aquel empeño dejara de tener sentido. Pero no queríamos rendirnos, recuerdo algún audio en el que casi nos jurábamos que lo haríamos sí o sí. Sabíamos que tenía que ser y fue. Por los pelos, pero ha sido. Mañana domingo 12 de enero a las 6 de la tarde es la última ocasión para disfrutar de esta función (de momento) en el Teatro del Barrio. 

Finalmente, un par de días antes de las vacaciones de Navidad lo conseguimos. Cogimos el equipo de grabación y nos fuimos al Teatro del Barrio a hacerle a la Sanchis una pequeña entrevista -que nunca lo fue, pequeña, quiero decir- y que como todo lo que nos había ocurrido hasta entonces parecía dilatarse en el tiempo hasta el punto de devorarnos. Se me estaba yendo de las manos, aquello era una conversación, una tertulia o llámalo como quieras, pero ni de coña algo que se le pareciese a lo que podría ser un simulacro de entrevista. Conseguir montar un vídeo  con tantos minutos iba a ser un despropósito, Eugenia me iba a matar, y yo no iba a conseguir transcribir aquello ni a aunque volviera a nacer, pero allí seguíamos, agustitico, charlando como cotorras sin fin. Madre mía. 

Como bien me anunció Clara casi al principio, nos habíamos juntado el hambre con las ganas de comer. Lo primero Virginia, claro, hablamos de su lucidez, de lo brillante de su discurso, de lo moderno e inteligente de su talento y de su sentido del humor, y de lo valiente que fue. Pero una cosa llevó a la otra y luego seguimos con lo de la esperanza puesta en estas jóvenes mujeres, casi adolescentes, que vienen, y de lo concienciadas que están, y de lo absurdos que son muchos de los comportamientos que adoptamos al asumir cualquier género, sea cual sea el que elijamos. De cómo María, la directora, en una ocasión del pasado le propuso que para hacer el personaje fuera más masculina y aquello le abrió mil posibilidades. También hablamos de lo bello que es que cada vez haya más hombres feministas. Del desprecio que han tenido casi todos de los gobiernos que hemos tenido  hasta la fecha por todas las artes. De lo bello de esta profesión, de lo inestable, de que igual lo que está pasando es que estamos volviendo al lugar donde estuvimos siempre o de que no deberíamos permitirnos trabajar gratis. Me contó que cuando tenía siete años le preguntó a una niña que estudiaba piano que qué tenia que hacer para conseguir tocar ese instrumento. Seguimos con el recuerdo de cuando se dormía oyendo las teclas de la máquina de escribir de su padre o de cuando lo hacía oyendo a su madre memorizar textos. De lo importante de la escritura en su vida. De aquel tiempo en el que el miedo se apoderó de ella y no pudo seguir tocando el piano en público y de cómo está disfrutando poder volver a hacerlo. De cuando comenzó en esto por casualidad porque en realidad no quería ser actriz de ninguna de las maneras, de sus pinitos cabareteros, de aquella que vez que se dijo a sí misma en el balcón de su casa «déjate de tonterías y asúmelo ya: eres actriz». De lo interesante que sería aprovechar los sofocos de la menopausia como fuente calórica o de lo bueno y lo malo de ser de ser hija de. De que se considera optimista y que la madurez tiene algo fantástico, también tuvimos tiempo de abordar los mecanismos de la desigualdad y me habló de cuando dejó de culparse por no centrarse solo en una cosa o de cómo este oficio te obliga a investigar en el alma humana. O de cómo este proyecto nació como algo inspirado en Virginia pero no con la intención de hacer de Virginia. De de que está segura de que la elocuencia tiene que ir antes que la emoción. También hubo un momento para toda esa gente que hay en  la profesión con muchísimo talento y que no está trabajando. De la ilusión que le provocan Los Pájaros Fontaneros, el grupo de música que ha montado entre gira y gira de teatro con tres compañeros de profesión. De lo feliz que la hace poder tocar el piano en este espectáculo y de que debería ser casi obligatorio tocar un instrumento, cantar o bailar en el proceso de aprendizaje de este oficio. Me aseguró que se siente afortunada. Que le encanta esa frase de Teresa de Jesús que dice que en la contradicción está la ganancia. Me contó que la tarea de escribir un artículo semanal para un periódico la obliga a observar a los demás, a mirar fuera, porque lo que le pasa a uno mismo deja de tener interés pronto, se gasta. De que Virginia no se rinde nunca, a pesar de lo que pudiera parecernos. Y de que en lo creativo no es necesario el sufrimiento, que ya basta. Y aconseja a las jóvenas que está muy bien tener un plan B, encontrar otra cosa en lo que poner tu empeño si quieres dedicarte a esta profesión, porque esto ya sabemos como es. 

Ahora que ya termino recuerdo aquel audio en el que me explicaba que los dos días previos a la entrega del artículo intenta que sean sagrados, y que si puede se los reserva a toda costa. Creo que esto de escribir a mí cada vez me parece más difícil. En esta ocasión –el terrorista al que nada le vale que alberga mi interior– me ha hecho destruir dos versiones de lo que estáis leyendo con el consecuente retraso que eso me ha acarreado. 

Me dijo que hubo mucho tiempo en que lo pasaba fatal escribiendo. Pero que la única solución para poder seguir haciéndolo es alejarse del miedo y encontrar una manera de hacerlo lo más parecida a la forma en la que hablas, sin grandes alharacas. Me pareció un gran consejo. Parece sencillo pero no lo es, yo hoy casi me arranco la piel intentándolo.

Gracias por compartir, Clara.

Por Chechu Zeta | 10 enero 2020

GERONTOCRACIA

¿Qué hacer cuando el primer domingo de diciembre amanece y no augura más que el diluvio? Lo único que parece adecuado en estos casos: pasar la jornada follando; largo y profundo. Así que a lo dicho, pecho, y me echo en los brazos de El Irlandés. Doscientos minutos, con un par; un polvazo, que duda cabe, bien de l…. y de p…….

Mi amiga la Almarcha que de mujer lo es en todo infalible me previno que este polvo, o sea esta peli, pide cine, o sea sala. Lastima que ni en las mejores manos me resista a la desobediencia. Tendido en el sofá, mientras la tristura de la mañana me arrulla, me enciendo con la hermafrodita Netflix. Consciente, eso sí, de desaprovechar el gemido del surround y el XL de la pantalla, atributos todos estimulantes de franco, muy cierto, pero la televisión de pago tiene también sus encantos. Tan avariciosa como sumisa ofrece un servicio exclusivo; volver atrás y y clonar un orgasmo tanta veces como el cliente requiera. Ventajas de pertenecer a un mundo donde la moral y los burdeles de Silicon Valley son la misma cosa.

Decir que El Irlandés es un obra maestra no es sino una obviedad, pero yo prefiero rendirme a la inteligencia y ser previsible (en ocasiones se me presenta Rajoy por las noches) que embarcarme en esa obsesión tan contemporánea por construir un relato propio que a la realidad supere. Hay que tener cuidado, se empieza así y se acaba dirigiendo un país, una revolución, o peor aún, Los Serrano. El secreto, esto lo saben los viejos, esta en las dosis.

Hablemos de viejos 

Bien podría El Irlandés, tratarse de la versión de una obra extraviada de Chejov, donde los personajes se afanan en remediar una existencia incompleta, víctimas de la inexorabilidad del tiempo. Scorsese, dirige aquí, con batuta de platino y ese genio suyo tan genuinamente americano una película tan larga que, fijate que paradoja, te deja con ganas de más: como la vida misma. Honda, madura y compleja; luce ese particular color que cobra la mirada cuando se encuentra cercana al solsticio. Lo hace reuniendo a una camarilla de actores con los que comparte edad, carisma y talento; y a quienes, valiéndose de sensuales mañas digitales, ha manipulado estéticamente, alimentando así la leyenda de que una estrella nunca muere. Un fresco atemporal, un diálogo de perros viejos amamantados con la leche de Dorian Gray. Cine para gerontófilos que padecen el mal de la coquetería.

cleardot.gifQuiere sin querer la película además, convertirse en un acto de justicia poética, un inocente ajuste de cuentas que evidencia el inmenso legado que esta generación nos deja. Uno. Recuperar a ese perfecto cabrón, digo actor, que se llama Joe Pesci –veinte años retirado de las pantallas, salvo una incursión hace diez, y reaparece en mejor forma que Messi; esta pulga pica el Oscar, se masca. Dos. Devolver la condición de Padres de la Patria al tándem De Niro-Pacino. Dos infinitos actores cuestionados en los últimos años por sus trabajos postreros; soportando esa insufrible tabarra que nace de la falta de empatía. Parecemos olvidar que no siempre el destino esta en nuestras manos, y que no hay peor pecado que la ingratitud, en especial con aquellos que no desperdician la oportunidad, si la ocasión lo merece, de regalarnos la mejor versión de sí mismos. A saber, y por ejemplo, la escena que en mitad de la película enfrenta a nuestros dos papis, charlando en la habitación de un hotel, sin más protección que la de un escueto pijama. Diez minutos memorables. Dos viejos pellejos.

Lo que esta claro es que hoy, en un mundo del revés, lo canalla, es ser viejo. Y si no recuerden el movimiento de indignados de hace unos años liderado por dos nonagenarios: Hessel y Sampedro. O poco después, Manuela Carmena, nuestra abuela chillout, que se inventó un Madrid descaradamente libre. Sin olvidar a la divina Jane Fonda, a quien vestida de rojo y con ochenta años, se llevan detenida cada viernes por subversiva. Cierro los ojos y creo estar escuchando a Tierno Galván rezar por lo bajo: «bendito sea el caos porque es síntoma de libertad». Me empieza a poner cachondo pensar en envejecer.

Por Juan Codina | 14 diciembre 2019

Los alumnos Lgtbiq+ de Contra lo normal

CONTRA LO NORMAL

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La homosexualidad es un francotirador silencioso que pone una bala en el corazón de los niños que juegan en los patios, sin importarles si son niños de pijos o de progres, de agnósticos o de católicos integristas, no le falla la puntería ni en los colegios de zonas altas ni en los de las zonas de educación prioritaria. Tira con la misma pericia en las calles de Chicago que en los pueblos de Italia o en las barriadas de Johannesburgo. La homosexualidad es un francotirador ciego como el amor, generoso como la risa, tolerante y cariñoso como un perro. Cuando se cansa de disparar a los niños, tira una ráfaga de balas perdidas que van a alojarse en los corazones de una campesina, de un conductor de taxi, de un paseante de parques… La última bala alcanzó a una mujer de ochenta años mientras dormía.

La transexualidad es un francotirador silencioso que dispara directo al corazón de los niños que se miran al espejo, o aquellos que cuentan los pasos mientras caminan. No sabe si nacieron de una PMA (Procreación Médicamente Asistida) o de un matrimonio romano. No le importa si vienen de familias monoparentales o si papá vestía de azul y mamá de rosa. Ni el frío de Sochi ni el calor de Cartagena de Indias le hacen temblar. Abre fuego por igual en Israel que en Palestina. La transexualidad es un francotirador ciego como la risa, generoso como el amor, cariñoso y tolerante como una perra. De cuando en cuando dispara sobre un profesor de provincias o sobre una madre de familia, et boom. 

Para los que tienen la valentía de mirar la herida de frente, la bala se convierte en una llave maestra que abre una puerta hacia un mundo que nunca antes habían visto. Caen todos los velos, la matriz se descompone. Pero algunos de los que llevan una bala en el pecho deciden vivir como si no la llevaran dentro. Hay quien ha muerto por llevar la bala.

Otros compensan el peso de la bala con grandes gestos de donjuanes o de princesas. Hay médicos e iglesias que prometen extirpar la bala. Dicen que en Ecuador cada día abre una nueva clínica evangelista para reeducar homosexuales y transexuales. Los rayos de la fe se confunden con descargas de electricidad. Pero nadie ha logrado nunca extirpar una bala. Se puede enterrar más profunda en el pecho, pero no extirpar. Tu bala es como tu ángel de la guarda, siempre estará contigo.

Extracto de ‘Un apartamento en Urano’. Paul B. Preciado

En julio pasado el Museo Reina Sofía se sumaba a la celebración de la Semana del Orgullo LGTBIQ+ de este 2019 que termina, y lo hacía a través de HABLAMOS POR NUESTRA DIFERENCIA, un programa heterogéneo e interdisciplinar que recorría las huellas de experiencias sistemáticamente expulsadas de la memoria colectiva. Se centraba en procesos vitales y artísticos que nacieron desde la represión y la exclusión, desde afectos e intensidades muy diversas que tenían la necesidad de pronunciarse a partir de la diferencia, esa que se rebela ante la violencia de los procesos de normalización y homogeneización.

La programación se abría con EL BESO EN LA SOMBRA, una pieza inconclusa de teatro testimonial dirigida por Luis Luque y generada por el material que recogió junto al actor y director Manuel Campos en los talleres realizados en colaboración con la Fundación 26 de Diciembre, donde algunos de sus miembros, personas del colectivo LGTBIQ+ construían a través de la autoficción un mapa emocional de la oscura España que les tocó vivir durante el régimen franquista. 

La memoria como juego escénico plantea situaciones realmente poderosas. Conecta, transforma y está por encima, incluso de nosotros mismos. Lo que ocurrió aquella tarde en el Reina Sofía debió ser muy potente. Yo no pude asistir, me quede con las ganas, pero sé de buena tinta que así fue. A Natalia Alvarez Simó, la anterior directora de los Teatros del Canal también debió parecérselo ya que le propuso a Luis crear unos talleres en el Centro de Danza Canal con los que seguir investigando en esa linea y con personas mayores del colectivo LGTBIQ+ para poder desarrollar y profundizar con más detenimiento. Y así nació CONTRA LO NORMAL. En esta nueva etapa del trabajo Luque junto a Manuel decidió incluir un nuevo elemento en el que apoyarse para abordar las sesiones: la rebeldía. Querían ponerla en valor frente a esa limitada idea que tenemos al colocarla casi como un estado propio y exclusivo de la juventud. 

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Esta vez no quería que se me escapara, en cuanto supe que Luis estaba embarcado de nuevo en lo que parecía algo así como una segunda vida de aquel beso en la sombra le pedí que nos dejase asistir un día a alguno de esos encuentros que se han venido dando los sábados de noviembre. Nos abrieron las puertas de la sala de ensayo con una generosidad y entrega desbordantes, fue realmente bello.

 ¿Cómo se desarrollan los afectos cuando la sociedad te somete a una moral que te obliga a ocultar lo que eres y lo que sientes? incluía Luis como parte del programa de la pieza original en julio y el otro día en contra de lo que nos pudiera parecer me decía que después de haber estado en contacto con sus testimonios destacaría un tránsito, claro que ha habido en muchos casos dolor pero también muchos de ellos han conseguido tener una vida luminosa y con libertad en lo sexual y afectivo. No se han quedado atrapados en lo violento del sistema para los que no cumplen con lo establecido. No he respirado frustración en ninguno de ellos. Se puede vivir en la luz, ser único y diverso.

Me gustaría terminar con lo que fue el comienzo de la sesión y lo que Luis les dijo a todos los participantes de esta experiencia:

La lectura que podemos hacer de este taller CONTRA LO NORMAL o mejor, las lecturas que se pueden hacer son múltiples. A nivel personal hemos activado una zona que no solamente tiene que ver con la reivindicación de nuestra anormalidad sino que además la hemos poblado con flores, y la hemos alimentado con movimiento, con música, con poética, dignidad y testimonio. Todo originado desde un lugar muy honesto. 

Me voy más rebelde de lo que vine y quería daros las gracias.  

A continuación les leyó el manifiesto que ellos mismos y entre todos habían escrito al principio de estos encuentros:

 

MANIFIESTO CONTRA LO NORMAL

1. Normal es solo el principio de un programa de las lavadoras. 

2. Los colores nunca definirán lo que es normal y lo que es anormal. No solo la religión católica debe estar en la normalidad. 

3. Nuestra normalidad debe ser aceptada y no solamente tolerada. Las personas con VIH no deben ser estigmatizadas ni discriminadas en ninguna faceta de la vida.

4. Todos somos únicos y diferentes y dentro de esa diferencia a veces rompemos la norma para crear espacios para la normalidad.

5. Buscamos NO ser lo que los demás esperan de nosotros.

6. Queremos SER y reivindicar nuestro derecho a ser.

7. Queremos que se nos permita experimentar con todo nuestro potencial sobre las realidades múltiples. Ser libres de nosotros mismos y de todas las etiquetas.

8. Buscamos una educación temprana en la diversidad.

9. Prohibido prohibir, prohibido autoprohibirse.

10. La imposición nos excita para ser diferentes y libres.

11. No aceptamos que lo normal es lo correcto.

12. No queremos que en la pareja el alto sea el hombre y que haya una diferencia de edad considerada normal.

13. Nos reconocemos seres vivos, libres, únicos, diferentes unos de otros, con la capacidad de cambiar y disponer de nuestras vidas con total libertad. Siempre desde el respeto de uno mismo y el otro, sea este quien sea, venga de donde venga y vaya a donde vaya.

14. Mírate por dentro y por fuera, disfrútate como eres y arranca las etiquetas que marcan un tallaje normal pero que siempre son en chino.

15. Ser diferentes nos hace más valiosos, interesantes y atractivos.

 

Por Chechu Zeta | 10 diciembre 2019[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

CAROLINA DE LA MAZA Y MARCO LAYERA. Teatro la Re-Sentida

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El año pasado la compañía chilena La Re-sentida inauguraba el Festival de Otoño con Tratando de hacer una obra que cambie el mundo en la que contaban la historia de un grupo de actores que lleva años encerrado en un sótano ajeno a la realidad, obsesionado con crear una función que cambie la sociedad. El pasado domingo terminaba la edición del Festival de Otoño de este 2019 y los re-sentidos chilenos han vuelto a formar parte de su programación. En esta ocasión con Paisajes para no colorear, un impactante espectáculo protagonizado por nueve adolescentes de entre 13 y 17 años, que tiene como detonante los incontables actos atroces de violencia cometidos contra adolescentes de sexo femenino en Chile y en el resto de Latinoamérica. 

Ayer comenzaba en Madrid la Cumbre Mundial del Clima COP25 organizada deprisa, corriendo y casi de manera improvisada por nuestro país en un tiempo récord después de que el presidente de Chile, el empresario conservador Sebastián Piñera, admitiera hace un mes que la violencia en las calles hacía imposible la organización del encuentro. Todo estalló por el aumento de la tarifa del metro de la capital del país pero aquello no era más que la punta del iceberg del profundo sentimiento de frustración una parte grande de la población que se siente al margen del desarrollo del país en los últimos 30 años. La mayor crisis social y política que haya enfrentado el gobierno de Chile desde el retorno a la democracia en 1990.

Hemos tenido la oportunidad de hablar en estos días con Marco Layera y Carolina de la Maza, director y dramaturga de la compañía de teatro chilena y la primera primera pregunta era obligada.

Cuál es la situación ahora mismo en Chile? 

La gente se está movilizando. Está muy complejo todo, no sabemos para dónde va, sigue la represión policial. Pareciera que el gobierno ya no sabe qué hacer. Lo que más nos preocupa son las violaciones a los derechos humanos que estamos viviendo. Es uno de los momentos más oscuros de nuestro país, frente a eso estamos todos movilizados y hay que estar en las calles. Esto es un hecho histórico, único, de reivindicaciones de derechos, de justicias. Estamos viviendo un momento de experimento del sistema neoliberal. Estamos viviendo muchas injusticias, muchas desigualdades. Esto se veía venir, así que ahora hay que estar en la calle haciendo comunidad. Es muy bonito lo que está pasando, por primera vez hay un proyecto colectivo, nos olvidamos de individualidades y en cada esquina se conversa, se discute, se está fraguando una nueva forma de hacer comunidad. Eso es superbello pero muy triste, porque tenemos una clase política absolutamente indolente. En los últimos días ha habido protestas muy fuertes con actos violentos importantes, con saqueos. La sociedad se está polarizando nuevamente. Ojalá que la clase política escuche al movimiento social y podamos construir un nuevo Chile, no solo desde los partidos sino desde las bases sociales. Que el pueblo tome las riendas para construir su destino. Todos los viernes hay marchas y hay una parte del centro de Santiago que está tomado por las movilizaciones y una represión policial brutal.

Cómo nace la Re-sentida? 

Nace hace once años. Después de egresar de la escuela convoqué a algunos compañeros y compañeras con los que había trabajado y nos juntamos a hacer un trabajo generacional que hablara de por qué nos sentíamos resentidos, heridos, como ciudadanos. Lo que teníamos era mucha rabia y mucho dolor. Nos tocó vivir una transición a la democracia, una democracia pactada. Entonces nos sentíamos muy traicionados por aquellos que recuperaron la democracia y que nos prometieron aquel lema: la alegría ya viene, pero nos dimos cuenta de que la alegría nunca llegó. Nos sentimos heridos con el orden de las cosas, con nuestra historia. Heridas que no sanan. 

Re-sentir también significa volver a sentir desde la distancia y más profundamente. Desde esa perspectiva nosotros nos sentíamos como generación muy traicionados, nos dijeron que íbamos a recuperar la democracia y encontrar un país justo e igualitario, y lo que vivimos fue la admistración del sistema dejado por Pinochet. No nos dimos cuenta de que la izquierda lo que hizo fue acomodarse en sus asientos y renunciar a todo su legado ideológico, y de alguna manera todo aquello ha terminado en esta explosión social. Con esto termina, de alguna u otra manera, la transición a la democracia. 

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Nosotros encontramos la manera de hacer un teatro que hablara de nuestras contradicciones, de nuestras heridas. De revelar escénicamente las contradicciones de nuestra sociedad y siempre como un instrumento de crítica, de reflexión. Y también como un espacio para interpelar políticamente al espectador y a nosotros mismos, ya que no creemos que el artista sea un héroe, porque igualmente vivimos contradicciones y ponemos en tela de juicio lo que creemos y lo que no, la utilidad del teatro, siempre estamos reflexionando en torno al teatro. ¿Para qué?, ¿por qué? 

Para nosotros hoy en día es absurdo meternos en nuestra sala de ensayo a trabajar estando como está la calle, es imposible estar encerrados haciendo teatro así, el teatro es inoficioso en estos momentos. Hemos decidido, como compañía, que no podemos estar en nuestra sala jugando a hacer la revolución, a hacer teatro, cuando lo realmente importante está pasando fuera. Hemos tomado la decisión de no ensayar y de abrir el espacio que tenemos para colectivizar saberes, para articular acciones y para hacer comunidad de otra manera. Estar en la calle es lo más importante para nosotros ahora, es lo más efectivo, ya llegará el tiempo para volver a ensayar y hacer teatro.

Es complicado, las imágenes son muy fuertes, metaforizar sobre eso es complejo. Se viene un gran trabajo por delante. 

Cuál es la situación de la mujer en Chile hoy? 

Uy, a mí eso no me gustaría responderlo, yo siento que una mujer debería hablarte de eso. No me atrevería a responder, acá al lado está mi pareja (Carolina de la Maza) que también fue parte importante de este proyecto, se encargó de la dramaturgia y creo que es mejor que ella responda a esa pregunta. Espera un segundo, normalmente repartimos el cuidado de nuestro hijo, ella viene y yo me ocupo de él. 

Y así hicimos, Marco dejó el teléfono para pintar con su hijo y al otro lado del auricular sonó la voz de Carolina

Con el despertar de esta nueva ola de feminismo creo que hay mucha más conciencia de la desigualdad de derechos.  Sin embargo, hay un sector de la sociedad, incluidas mujeres, que está muy en contra del feminismo, no lo comprenden no lo entienden, no se sienten identificadas con la lucha feminista. Está muy estigmatizado, hay mucha ignorancia al respecto.

Mientras estuvimos creando la obra, durante un año organizamos talleres gratuitos para chicas adolescentes y les hacíamos una batería de preguntas. Entre ellas estaba si habían sentido violencia de género, si habían sido víctimas de violencia de género. Siempre contestaban que no, y eso nos llamaba mucho la atención. Pareciera que por el hecho de poder votar o estudiar ya estuviera todo en orden. Luego fuimos advirtiendo que las propias chicas nos contaban que con uniforme eran acosadas en las calles, les contábamos que aquello era violencia de género y ahí empezaban a tomar conciencia, pero en un principio no lo registraban como tal, les costaba ver que su opinión era validada. El propio sistema de salud, solo por ser mujer y estar en edad de parir, es mucho más caro que para los hombres. Tienes problemas para ser contratada si estás en edad de quedar embarazada, siempre te van te discriminar. 

Chile es muy grande y muy variado. Todo depende de dónde te encuentres, de en qué lugar del país estés situado. En cuanto te alejas de las burbujas que son, por ejemplo, el centro o vivir en Santiago y sales al mundo rural, el pensamiento o la cultura es diferente. Yo creo que hay poca conciencia y diría que toda esta ola feminista es una minoría. 

Hace un mes fuimos a hacer unos talleres con niñas adolescentes en una población de clase muy baja en Santiago, y cuando tocábamos el tema del aborto era muy duro ver que existe el mismo discurso que tiene la gente conservadora y de derechas. Las niñas en contra del aborto. El machismo era una cosa efervescente. Nosotros, cuando hacemos los talleres, tratamos de no censurar porque así también aparece la realidad, pero yo también me cuestionaba aquello de cómo no les vamos a decir nada, cómo no corregir algo. En improvisaciones los chicos improvisaban con las chicas como si fueran objetos, repitiendo patrones de conducta altamente machistas. Hay sectores muy grandes de la sociedad chilena en los colegios donde se sataniza el feminismo o ni siquiera se habla de ello. 

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La energía que desprenden estas nueve niñas y adolescentes, de entre 9 y 13 años, su irreverencia, su seguridad o la descorozonadora fragilidad que pueden llegar a poner encima del escenario. Evidentemente, percibimos el juego y el ejercicio dramático, pero por el nivel de implicación de algunas de las situaciones pareciera que están contando sus historias reales. ¿Todas ellas son actrices? ¿Habían trabajado anteriormente? 

De las nueve solo dos tenían experiencia previa, una había hecho cine y televisión desde muy pequeña y la otra había estado desde siempre muy vinculada a talleres de teatro en su colegio. Pero del resto ninguna de ellas. En la convocatoria que hicimos dejamos claro que no se necesitaba experiencia previa y que tenían que mostrar algo que les gustara hacer, y fue muy bello y libre porque hubo niñas que mostraron sus dibujos y no necesariamente actuaron, cantaron o bailaron. 

En las audiciones seleccionamos a 25 chicas con las que nos encerramos un mes intensivo a ensayar, de donde fueron saliendo muchos de los testimonios, y les hicimos investigar en casos de menores de edad que fueron asesinadas en Chile y Argentina. Y finalmente después de un mes seleccionamos a 9. Tomamos testimonios de chicas que no son el elenco, pero que las seleccionadas fueron testigo de cuando sus protagonistas lo relataron, y estas lo recogen y se empoderan. También dos de ellas colaboraron en la dramaturgia.

El monólogo del padre nació de la improvisación que hicimos a partir de la historia que nos contó una chica que no está en el elenco. Es un compendio de las cosas que todas fueron diciendo al enfrentar a su padre y lo que no les gustaba de él. Cosas que yo le diría también a mi padre. 

¿Cómo habeis conseguido que resulten como actrices profesionales? 

La chica que había hecho teatro sirvió de estímulo y ejemplo al resto, es una persona muy humilde y las demás la admiraban mucho. Al trabajar con testimonios son conscientes de que esa realidad es la que tienen que llevar al escenario. Nunca antes habíamos trabajado grabando los ensayos y fue un gran hallazgo. Claro, cuando salía una buena improvisación quedaba registrada, y después trabajábamos cada coma o cada respiración. Y a la vez nos servía a nosotros para tener apoyo y que pudieran entender cómo repetir y desarrollarlo. Y por supuesto el talento que tienen para esto. Nosotros también hemos trabajado con gente en otros talleres que sí han recibido formación para interpretar, y al final resulta que están encorsetados en unos códigos que no funcionan. Ha sido muy bonito encontrar en ellas esta manera de hacer y de actuar. 

¿Cómo es la recepción fuera de Chile, me gustaría saber si notáis grandes diferencias en la reacción del público en otros países?

En general las reacciones son muy parecidas, hemos mostrado la obra en Chile y Brasil y la gente siempre empatiza, siempre recibe muy bien el espectáculo, el público suele emocionarse y llorar. Aunque ahora en la última función que tuvimos en Madrid nos ocurrió algo que nunca nos había ocurrido, una señora desde el público empezó a gritarle a las niñas que eran unas histéricas, y al final de la función casi tuvo que salir huyendo del teatro entre los aplausos de los espectadores a las actrices. Las chicas reaccionaron y comenzaron a lanzarle el discurso final a ella, que no se callaba. Fue violento pero a la vez fue bonito ver cómo las chicas no se debilitaron.

Es muy bonito también ver a muchos hombres llorar, que empaticen. Es más normal que las mujeres, al recordar alguna situación de las que ocurren en escena, se emocionen. 

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El caso de Liseth Villa…

Ese fue un caso pero son muchos más, en diez años murieron 1313 niñas y niños violados o maltratados en centros donde debían ser protegidos y cuidados por el estado. Nadie hizo nada, nadie sabía nada. Un desastre. 

¿Qué diferencias hay entre esta nueva generación y la nuestra? 

El nivel de información al que pueden acceder los jóvenes hoy en día es muy diferente. El otro día una de ellas, que tiene trece años, me decía: Estuve ayer toda la tarde viendo el debate sobre el aborto en Argentina. Yo a los trece años no estaba pensando en eso, no estaba interesada en ver un debate, estaba jugando en la plaza de mi pueblo, era mucho más ingenua. Las nuevas tecnologías y las redes sociales tienen inconvenientes, claro, es una generación que publica continuamente su vida, se exponen mucho, pero tienen un acceso a la información muy grande que les permite estar superinformadas y empoderadas. Algunas de ellas te dan cátedra respecto al género o la sexualidad, y por mucho que sus padres en casa les digan que esto o aquello esta mal, a través del teléfono pueden acceder a conocer testimonios de otras personas y decir: no, esto es normal, esto se llama así, a mí me pasa esto, esto esta bien. Y cuando llega el momento de dialogar con sus padres son capaces de explicarles lo que a ellas les esta pasando.

¿Para qué hacéis teatro?

Porque estoy disconforme con la sociedad en la que vivo y porque siento que en el teatro puedo armar una pequeña comunidad en la que vivir como a mí me gustaría que funcionara el mundo. En esta compañía encontré un espacio donde puedo relacionarme con personas de igual a igual, donde no existe desigualdad de género, donde todas las opiniones son validadas, crear en colectivo, un espacio desde donde dar la batalla y decir lo que opinamos. Este último espectáculo es el proyecto más emocionante en el que he estado, con el que más agradecida me siento con el teatro, porque siento que significó un cambio en las chicas, en mí, en sus padres. Eso ha sido muy importante. El espacio que encontraron las chicas en los talleres para dialogar con personas adultas y constatar que sus opiniones son importantes. Este espectáculo me modificó profundamente.

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Pintora: Irene Beneitez

ENTREVISTAMOS A IRENE BENEITEZ

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Casi coincidiendo con las celebraciones del bicentenario del Museo del Prado la semana pasada se incorporaba a nuestro Estudio como profesora la pintora Irene Beneitez (Madrid. 1980). ¿Qué hace una pintora entre los profesores de una escuela de interpretación? Aquí estamos convencidos de que el actor o actriz debe ser algo más que un mero intérprete, tiene que tener y desarrollar su vocación de artista y para eso es necesario que entre en contacto con otros universos del arte.

Irene, en sus clases pone en valor lo interno de un oficio, el de la pintura, del que sabemos bien poco. Muestra a los alumnos las entrañas del proceso creativo. Tuvimos la ocasión de colarnos en una de sus clases y es realmente interesante.

¿Cómo y cuándo empiezas a pintar?   

Empecé a pintar desde muy chiquitita pero me llegó el impulso y supe que quería pintar cuando mi madre me regaló el primer maletín de oleos. Ese momento fue mágico, muy simbólico. Siempre había trasteado pero fue entonces cuando comprendí que me sentía realmente cómoda con la pintura.

Luego seguí dibujando y pintando, era mi manera de evadirme, me tiraba horas y horas copiando cómics y cartoons. Sabía que quería dedicarme a la pintura pero siempre posponía el momento, creía que tenía que estar más preparada intelectualmente. Y en esas me desvié y terminé haciendo unos años de ingeniería, aquello fue un fracaso, claro, hasta que finalmente me matriculé en Bellas Artes en la complutense. Continué becada en Sevilla y alejándome de la facultad. Allí entré en contacto con muchos artistas y estuve trabajando en varios estudios con diferentes pintores, que es como se aprende realmente, en el taller. A pintar se aprende pintando, la técnica se aprende a base de trabajar y trabajar, ensuciándose. Echándole horas. Estudiando los materiales, comprobando como funcionan unos con otras, en el fondo es un experimento alquímico. Vas probando, conociendo como se comporta el lienzo, las pinturas. 

Con el tiempo volví a Madrid y terminé aquí la carrera. Siempre he tenido la necesidad de creación, ha habido y hay una búsqueda constante para encontrar mi propio lenguaje. Entonces durante la carrera no siempre fue fácil encajar a la academia, ya que yo tenía mi propio criterio estético, visual, literario y plástico. Fue una guerra, pero de alguna manera creo que esa determinación es la que en el futuro me impulsó a tener mucha más fuerza en mi trabajo y la posibilidad de poder dedicarme profesionalmente a esto. 

En España es realmente complicado dedicarse a la pintura. No es fácil encontrar un hueco en galerías, no es sencillo poder exponer. Solo hace cinco o seis años que conseguí empezar a vivir de mi obra. Es duro, tienes que hacer tú todo, no hay apoyo externo. Yo si no fuese por la confianza que se tiene fuera de nuestro país en los nuevos pintores no comería. Aquí la gente no arriesga, solo si se conoce la obra del artista y se sabe que va a dar unos beneficios se apuesta por ella, de lo contrario nada. 

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¿Para qué pintas?

Por necesidad personal. Me interesa poder entender que nos pasa, ¿qué le pasa al ser humano? ¿porqué somos así? Si no pinto no soy, cuando paso algunos días sin pintar el plano de realidad se vuelve demasiado consciente, muy racional y solo cuando estoy creando soy capaz de adentrarme en ese submundo que me da la vida.

Submundo en el que por muy a gusto que estés supongo que también lo pasas mal, ¿no?

Claro, ese estar siempre al borde del abismo en lo que haces, ese punto de sufrimiento y duelo. Si lo piensas es muy absurdo. Estás delante de un cuadro persiguiendo algo que no sabes muy bien ni si quiera lo que es. Cuando no lo encuentras evidentemente te hundes. Lo pasas fatal, la cabeza no para. Hasta que por fin surge y aparece, entonces ese momento es maravilloso. Estar en busca de esa cosa todo el tiempo, sí, es mágico. Pero sobre todo es necesario, si no fuera necesario habría dejado de pintar hace muchísimo tiempo, pero cada vez pinto más. Mi pintura tiene bastante que ver con la saturación que estamos viviendo ahora mismo. Y ahí está mi búsqueda, en conseguir poner en orden todo ese caos existencial que nos rodea. Ser capaz de dar forma a todo ese potaje y ver como hacer para que eso funcione.

Es genial poder vivir de algo que te da la vida… 

Sí, pero tiene mucho que ver con el trabajo sobre el trabajo. Con nunca perder la esperanza, aunque no es fácil que esto ocurra. Hay que volver a ella y seguir, seguir y seguir. Porque después de todos esos kilómetros de tela que no sirven para nada, hay alguno que merece la pena. El trabajo llama al trabajo. Como decía Picasso, que la inspiración te pille trabajando. La iluminación solo aparece si trabajas.

¿Cómo es un día de tu Irene pintora, metida en faena?

Es un trabajo este de todos los días pero tengo una hija y no puedo estar todo el día metida en el taller. Durante la semana reparto el trabajo entre la mañana y la tarde, normalmente estoy entre ocho y nueve horas trabajando. Cuando más trabajo es los fines de semana al no tener que levantarme tan temprano puedo estar en el estudio hasta las tres y las cuatro de la mañana.

¿Cómo es esto de venir a una escuela de interpretación a trabajar con actores?

Para mí es genial, espero que para ellos también. No es como cuando trabajo con pintores que suele haber choque de egos. Las clases son muy bonitas, fluyen. Preguntan mucho, es un campo que de entrada no conocen y ponen mucho interés en aprender. Es muy especial poder aportar a actores otro punto de vista, otras posibilidades, mirar desde el prisma de la pintura. Es interesante compartir mi mundo con personas que están abiertas y receptivas a ver el arte con ojos de inquietud y me ayuda también a mí a salir de mi medio y en esa reciprocidad aprendo. Es muy constructivo. Me proporciona una visión interesantísima de la pintura desde fuera. 

¿En qué estás ahora?

Estoy deseando de que lleguen las telas porque necesito un viaje nuevo. No sé donde voy (risas), probablemente será una continuación de lo que estoy haciendo pero con diferentes códigos. Una serie diferente. Estoy en ese reto de empezar algo diferente. Con miras a, de aquí a un tiempo, sacar mi obra fuera, sobre todo EEUU. 

Dentro del lenguaje pictórico del siglo XX una de las luchas más importantes se ha dado entre la abstracción y la figuración. Estás en un sitio o estás en otro, parece un tabú romper esa trinchera y jugar con los dos. A mí eso me toca un poco las narices y siempre estoy intentando romper esa estructura. Cuando veo que hay una figura me gusta romperla y cuando aparece la abstracción me gusta meter algo, no me gusta el equilibrio. 

Ahí estoy, buscándome, yendo más allá, superándome. Sé que en mi trabajo hay cosas que ya funcionan, que están bien pero me pido a mí misma no quedarme ahí. Así que estoy deseando coger el rollo de tela, liarme con cincuenta mil lienzos a la vez y empezar. 

¿Qué posee la pintura que hace que nos embriague de esa manera y que le falta?

Tiene una herencia maravillosa, que debería aprovechar, y a la vez un grandísimo complejo de inferioridad que la tiene completamente estancada. Y eso es lo que hace que, para mí, ahora mismo, la pintura en España esté agónica. 

Le falta vida, creerse a sí misma. 

Por Chechu Zeta | 26 noviembre 2019

Hasta el 5 de diciembre puedes disfrutar de la pintura de Irene Beneitez & Manuel Ocampo en la exposición Intersectional Clown World  en la galería @tres_por_cuatro de Madrid[/vc_column_text][vc_empty_space height=»2 em»][/vc_column][/vc_row]

Que cuadro salvarías del Prado

¿Qué salvarías del Museo del Prado si ardiese?

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En 1953 Salvador Dalí y Jean Cocteau visitaron juntos el Museo del Prado. Al terminar la visita tuvo lugar una rueda de prensa en el Ritz y un periodista le preguntó al poeta y cineasta francés que «¿Si se hubiera quemado el Prado qué se habría llevado usted?» –Me hubiera llevado el fuego– respondió el galo.  

«¿Y usted, qué se hubiera llevado?» –Dalí se llevaría el aire, nada menos que el aire, y específicamente el aire contenido en Las Meninas de Velázquez, que es el aire de mejor calidad que existe– dijo el de Figueras.

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Esta semana se han cumplido doscientos años desde que el Museo del Prado abriese sus puertas al público. Aprovechando la ocasión le hemos preguntado a varios profesionales del teatro lo mismo. 

Si el Museo del Prado ardiera ¿tú qué cuadro salvarías? ¿Por qué?

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Alberto Conejero. Dramaturgo

Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga. 1888. Antonio Gisbert Pérez

Porque tiene la belleza y el horror de nuestro país

Miguel Cuerdo. Productor teatral

Perro Semihundido1820-1823. Francisco De Goya

Me emociona, no sé, será que me siento identificado con eso de semihundido

Vanessa Espín. Actriz

Las Meninas1656. Diego Rodríguez de Silva y Velázquez 

Por la dramaturgia de su luz que tanto bien han hecho al teatro y cine español

Jesús Noguero. Actor

Las Hilanderas o la fábula de Aracne. 1655-1660.  Diego Rodríguez de Silva y Velázquez 

Porque la rueca se mueve

Mariano Marín. Compositor musical

Duelo a garrotazos. 1820-1823. Francisco De Goya

La imagen que no podemos olvidar y que existe ademas desde hace muchísimo tiempo

Almudena Rodriguez Huertas. Diseñadora de vestuario

Las Hilanderas o la fábula de Aracne. 1655-1660.  Diego Rodríguez de Silva y Velázquez 

Es el cuadro que salvaría de la quema (espero que las Meninas se salven por arte de magia) cuando hice el vestuario de la Yerma que dirigió Narros, él me dijo que quería que me inspirara en Las Hilanderas para hacer a las lavanderas vecinas de Yerma… Pasé mucho rato mirando ese cuadro. En los diferentes análisis que se han hecho parece que la intención de Velázquez al pintarlas era hablar de la creación artística. Yo miro Las Hilanderas y veo un escenario al fondo, iluminado en el que sucede una representación teatral y en primer plano las mujeres que están detrás del escenario y se afanan para que todo suceda sin contratiempos.

Sonia Almarcha. Actriz y dramaturga

Mesa con  mantel, salero, taza dorada, pastel, jarra, plato de porcelana con aceitunas y aves asadas. Hacia 1611. Clara Peeters

Giovanni Battista, poeta de Cremona1558. Sofonisba Anguissola

Nacimiento de San Juan bautista. 1635. Artemisa Gentileschi

Y por qué tres y no una, como me habéis pedido? Pues porque  de unas 1700 obras expuestas en el Prado solo hay 7 hechas por mujeres, por esas tres mujeres en concreto!! Creo que junto con el mérito de haber logrado sobrevivir al olvido de las mujeres artistas, se han ganado también el privilegio de permanecer para dar visibilidad a su arte y al de todas las que no lo consiguieron.

Asier Etxeandía. Actor y cantante

Tríptico del jardín de las delicias1490-1500. El Bosco

Se adelanta por mucho a su época. Encierra todas las artes. Es onírico. Es espiritual. 

Cristina Alcázar. Actriz

Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga. 1888. Antonio Gisbert Pérez

Por la acción que hay en la quietud

Ángel Ruiz. Actor y cantante

Perro Semihundido. 1820-1823. Francisco De Goya

Prácticamente por dos cuestiones: una plástica y otra conceptual. 

La razón plástica tiene que ver con la visión vanguardista del cuadro. Goya se adelanta casi un siglo mostrándonos un cuadro que aparentemente abandona el dibujo apolíneo y se entrega a la abstracción. 

Y la segunda razón es porque muestra la imagen desoladora de un perro abandonado a su suerte, sin amo, quizá así se sentía él mismo como reflejo de un pueblo abandonado a suerte por sus gobernantes. La historia de España. Yo conecto mucho con ese cuadro, porque ese abandono, esa soledad, es la que sentimos muchos de los que estamos en medio de guerras dialécticas y políticas y que no terminamos de entender.

Carlos Tuñon. Director teatral

Ixión1632. José de Ribera

Es una de las furias que más me impresionan cada vez que visito el Prado. He estado a punto de elegir un Tiziano pero es más popular salvar a Sísifo o Prometeo y quiero reivindicar el sacrificio de Ixión, condenado a girar alrededor de una rueda, como metáfora de un sentimiento muy contemporáneo y también muy español. Es impresionante el trazo de Ribera, el uso del claroscuro y sobre todo la mirada. Ixión nos mira porque la rueda es nuestra.

Verónica Ronda. Actriz y cantante

Tríptico del jardín de las delicias. 1490-1500. El Bosco

Me perturba, me remueve mucho. He pasado mucho tiempo delante de ese cuadro mirándolo y siempre descubro un nuevo personaje. 

Salva Bolta. Director teatral

El descendimiento de la Cruz. 1443. Rogier Van der Weyden

No quiero pensar en todos los que se quedan por salvar pero hay un cuadro que me ha emocionado siempre y que cada vez que entro al prado voy a verlo. Es una composición muy teatral, técnicamente impecable, en cualquier rincón te puedes pasar horas mirándolo. El tratamiento del color es una maravilla. Fue muy moderno en su época ya que intentó crear un nuevo ideal de belleza basado en la transmisión de los sentimientos. Me fascina como todos los personajes están viviendo la emoción de la escena que narra. Es tan moderno que me recuerda a Bill Viola, bueno sería más justo decir que Bill Viola me recuerda a esta pintura. Me gusta como el pintor busca la belleza en lo patético del dolor y la compasión. 

Vanessa Rasero. Actriz

Tríptico del jardín de las delicias. 1490-1500. El Bosco

Encierra un mundo lleno de sensaciones, te sugiere. Te invita a pararte horas delante de el. Es infinito, siempre descubro algo nuevo.  

Luis Luque. Director teatral y director adjunto del Teatro Español y Las Naves del Matadero

Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga. 1888. Antonio Gisbert Pérez

Por pintar la dignidad ante la muerte

Lidia Otón. Actriz

El descendimiento de la Cruz. 1443. Rogier Van der Weyden

¿Qué es esto que me han dejado caer sobre las rodillas?

Eduardo Mayo. Actor

Tríptico del jardín de las delicias. 1490-1500. El Bosco

Me parece una fuente de misterio inagotable. Podríamos estar horas, días, incluso siglos y milenios mirándolo y aún así uno nunca tendría la sensación de haber abarcado ni siquiera la mitad. Encierra muchos cuadros en uno.

Cayetana Guillén Cuervo. Actriz, periodista y presentadora de TV. 

Las Meninas.1656. Diego Rodríguez de Silva y Velázquez.

Se ha convertido en algo muy cercano para mí a través de Irene Larra, mi personaje en el Ministerio del Tiempo. El cuadro ha estado presente en varios capítulos y considero que forma parte de mi vida. 

Por su perspectiva está concebido para ser observado apoyado en el suelo. Me gusta especialmente la importancia que tiene la participación del propio pintor y del espectador en la pintura. Velázquez está activo y tiene una comunicación visual con el que observa. En el espejo del fondo se supone que se reflejan los reyes pero en realidad está reflejando la sociedad del momento, de este momento presente o de cualquier momento presente desde que Velázquez lo pintara. 

Inma Nieto. Actriz

Las Meninas. 1656. Diego Rodríguez de Silva y Velázquez

Me parece un cuadro maravillosamente complejo con una perspectiva asombrosa. Es un punto de partida para la pintura desde entonces. Pienso en Velazquez y pienso en Picasso. Es una referencia imprescindible.

Raquel Pérez. Actriz

La vieja mesándose los cabellos1553. Jan Massys 

Me flipa. Me parece un hombre y una mujer muy sexi y todo a la vez. Es desafiante. 

Javier Albalá. Actor

Chicos en la playa. 1909. Joaquín Sorolla y Bastida

Siempre me gustó Sorolla desde niño porque me traía recuerdos de vacaciones, juego, melancolía del verano y mar. Este me parecía que era muy divertido, me recordaba al proceso evolutivo en el que los anfibios empezaron a salir del agua como reptiles y estos niños desnudos recogiendo la luz en sus cuerpos me resultan hipnóticos y evocadores, a qué juegan..? Qué se dicen..? Qué planean..?  Quiero llevarme un cuadro que contenga esperanza y luz, que al verlo me resulte vital, me recuerde que el ser humano es bello y juega y disfruta y se relaciona de maneras distintas y esta es poco convencional. Y me gusta especialmente porque los personajes son niños, preadolescentes, están detenidos en la fugacidad de la infancia. Y esto me emociona porque ahí está donde empezó todo y quedando cada vez más lejos uno nunca deja de regresar.

Alfredo Sanzol. Director teatral y director del Centro Dramático Nacional

La anunciación1426. Fra Angelico

Juan Codina. Actor

La Familia de Carlos IV1800. Francisco de Goya

No caigamos en el error de lo que parece. Este cuadro no es un retrato de familia; es el primer desnudo regio de la historia. Goya, como depende que niños, más que pintar, desnudaba.

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El bicentenario del Museo Del Prado

200 AÑOS

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Yo en el Prado me lío.

Se me hace bola, sí.

En los últimos dos años he acudido puntualmente con grupos de actores jóvenes en proceso de formación, que atienden con paciencia al atropellado flujo de ideas que me asaltan en las apresuradas carreras a que nos obliga el tiempo limitado de la clase. Y a pesar de las reiteradas visitas, aún no soy capaz de orientarme por las salas, lo que provoca frecuentes entradas y salidas en círculo, sin ton ni son en apariencia.

Confundidos entre el agitado hormiguero de visitantes, los alumnos deambulan provistos de sendos y preceptivos pinganillos, mientras que yo, armado de un micrófono prendido en la solapa, trato de poner orden al discurso, no siempre con éxito. La discreción del diminuto aparato hace que me olvide al instante de este pormenor técnico, por lo que a menudo soy amonestado por los vigilantes más celosos. Desistan, se lo suplico. Alguna suerte de calidad enervante debe de poseer mi naturaleza vocal, cuando la regañina me cae por sistema aunque la sala esté en modo gallinero políglota. Sea como sea, siempre me toca. Desistan, se lo suplico. Es la ansiedad la que me aboca a perder el control sobre el volumen. No puedo. Por ejemplo, ante la asfixiante atmósfera de La familia de Carlos IV comienzo a sentir como si me colgase un yunque de la boca del estómago. Basta confrontar la mirada con la de Goya, que interpela al espectador atrapado en un rincón oscuro del taller, para sentir la invasión del espacio angosto por la tropa vulgarota y garbancera. «El cuadro de todos juntos», dicen que lo llamaba el monarca en acertada y escueta descripción. De modo que mi única salvación consiste en alzar la voz y conjurar así las contradictorias emociones provocadas, al margen de las intenciones que hubieran llevado al aragonés prodigioso a confeccionar tan perturbador friso de personajes, y que nunca acabaremos de conocer (los críticos de arte inventan peregrinas y arbitrarias justificaciones a las que en modo alguno debéis conceder crédito: las razones de los genios son inescrutables, faltaría más).

Y así todo el rato y con todo, por eso me lío en el Prado y se me hace bola.

Cómo no caer abrumado bajo la intensa densidad de esta anárquica, desequilibrada y
espléndida colección de sucesivas obras maestras. Imaginad una ciudad con una docena de catedrales góticas de primer orden, un menú de platos suculentos sin dar tregua al paladar, un desfile continuo de joyas brillantes hasta cegar la vista. No hay escapatoria. Los sentidos se bloquean, aturullados en el exceso de estímulos. Las primarias leyes del placer exigen el tributo ineludible de la interrupción, el vacío reparador que nos dispondrá a reiniciar el viaje una y otra vez. Y esto resulta imposible en la severa construcción de Villanueva, porque en sus entrañas más profundas bullen en singular desorden cientos de imágenes nunca expuestas a la luz en las salas abiertas, y tanta potencia visual y creativa aprisionada se comporta como los átomos sobrecalentados del magma volcánico: tarde o temprano encontrarán un resquicio por el que dar rienda suelta a la energía acumulada durante muchos siglos y por los más pintorescos vericuetos de la historia.

Cuando ese día llegue, el toscano casón del Prado reventará por las costuras, y las galerías de columnas se extenderán en todas direcciones como tentáculos. La onda expansiva sumirá a toda la ciudad y los campos descarnados que la circundan en un profundo sueño de siglos, igual que en los cuentos. Al despertar, contemplarán atónitos las ruinas de las avenidas, las plazas y los bloques de casas cubiertos por una espesa vegetación. Distribuidas a través de las nuevas columnatas, que habrán cubierto todo el territorio como telarañas de granito y ladrillo rojo, las pinturas se mostrarán suspendidas de las ramas, como fruta en sazón, cada una en su lugar atendiendo al espíritu encerrado en ellas, todas distintas e inconfundibles. Los irisados cartones goyescos para tapiz, donde el pueblo llano oculta sus desdichas bajo la capa del casticismo, figurarán entre los cascotes de las barriadas de la periferia. Las arremolinadas meninas, y con ellas todo Velázquez, volverán al viejo solar del alcázar para servir de contrapunto al fondo encinoso de la Casa de Campo, donde los cielos corresponderán cada día al homenaje que les tributara el sevillano. Por las espesuras del Pardo se escapará el temblor de carnes rotundas de Rubens, situándose estratégicamente entre los sotos y custodiadas por los venados y las liebres del monte. El mismo camino seguirán las delicadezas de Fra Angelico, pero estas alcanzarán las cumbres de la sierra, y allí veremos al ángel anunciando a la doncella reflejado en el espejo glacial de las lagunas. Hasta Toledo, convertida ahora en la ciudad que soñaron los viajeros y poetas románticos en su delirio de reconfortante decadencia medievalista, viajarán las figuras atormentadas del cretense trasplantado, volviendo al lugar del que nunca quisieron apartarse, ni siquiera cuando eran admiradas en los muros de la pinacoteca. Las negras pesadillas del sordo guardarán, como centinelas, las escombreras y desolados desagües de Vaciamadrid (qué nombre tan bien escogido). Huyendo de ellas, Tiziano, y con él el resto de sus paisanos, tratará sin éxito de alcanzar las riberas de la mar, dispersándose por las alturas que miran a levante con sus luces de amable calidez… Coloque cada cual donde le plazca cada una de las alhajas que atesora el Museo, que la lista es interminable y el espacio infinito.

Solo una pintura permanecerá fijada en el centro del edificio original. Una obra que, velada por dos enormes portones figurando la esfera del mundo en translúcida grisalla, revelará al abrirse su verdadero y cabal significado, indescrifrable hasta el día en que los tesoros del Prado exploten a consecuencia de tanto arte comprimido en un solo punto. Y entonces lo entenderemos todo.

Por eso se me hace bola. Suerte que, a estas edades, a una ya le cabe lo que sea menester, por muy gordo e intenso que sea.

Por muchos años.

Por Marcos León | 21 noviembre 2019[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Ballet triádico o Das Triadische Ballet

DAS TRIADISCHE BALLETT

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Das Triadische Ballett (El Ballet Triádico) ocupa un lugar preeminente en el conjunto de la obra de Oskar Schlemmer, profesor e ideólogo de la Bauhaus. A ninguna creación se dedicó una y otra vez con tanta intensidad, ni para ninguna otra tuvo tantos grandes planes y en ninguna depositó tantas expectativas. Se trata de un baile sinfónico, dividido en tres partes que evolucionan desde lo hilarante a lo solemne. 

Con Das Triadische Ballett, Schlemmer le dio vida a una de las creaciones de danza más relevantes del siglo XX. Sus figurines intemporales están envueltos, aún hoy, en un halo de utopía. 

La primera parte, que se desarrolla sobre un escenario vestido de color amarillo limón, es de tipo cómico–burlesco. El tema tratado en la segunda parte, sobre un escenario vestido de rosa, tiene un aire festivo-ceremonial. Finalmente, la tercera se desarrolla de forma místico-fantástica delante de un fondo de escenario totalmente negro. Tres bailarines, dos hombres y una mujer, realizan doce bailes de forma alterna. 

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Reconstrucción realizada en 1970 por Margaret Hastings a partir de los bocetos, fotografías y documentos de Oskar Schlemmer

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Los trajes limitan deliberadamente la libertad de movimiento de los participantes debido al peso de los materiales con los que están confeccionados, a sus formas y a las máscaras que portan. Son estructuras arquitectónicas ambulantes que se mueven de un modo cómico, juguetón, sostenido y torpe por todo el escenario. 

Para sus figurines, Oskar Schlemmer aprovechó las nuevas tecnologías de su época, “los aparatos científicos de vidrio y metal, los miembros artificiales que se usan en la cirugía, los fantásticos trajes militares y de buzo” (Schlemmer, 1924); atuendos militares como los que conoció durante la Primera Guerra Mundial. 

Das Triadische Ballett y, en especial, los figurines Der Abstrakte (El Abstracto) son motivos que se repiten una y otra vez en la obra de Schlemmer. El artista basó sus figuras tipo en los descubrimientos y experiencias acumulados durante la concepción y realización de los figurines para el ballet; figuras que publicó en 1924 y que se convirtieron en la base de sus clases de teatro Der Mensch (El Hombre) y de las danzas experimentales del Teatro de la Bauhaus en Dessau. Los figurines determinan el espacio y crean la arquitectura, la edificación se convierte en escenario, los figurines en estructuras arquitectónicas que bailan, ambulantes, y en la escenificación de la arquitectura de la Bauhaus en Dessau, el edificio se convierte en el escenario. A pesar de su abstracción del individuo y de sus rasgos escultóricos, el hombre intelectual posee un papel protagonista. 

Las primeras representaciones tuvieron lugar en 1916. En 1922 se estrenó Das Triadische Ballett, que se representó en los años veinte, entre otros lugares, en la Bauhaus en Weimar y Dessau y por última vez en París en 1932 por invitación de Fernand Léger. Se expusieron figurines en 1934, en la Exposición Universal de París, y en 1938, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. En 1922 se representó por primera vez Das Figurale Kabinett (El Gabinete de Figuras) en la Bauhaus en Weimar. 

Oskar Schlemmer nació en la ciudad alemana de Stuttgart en 1888. Tras finalizar sus estudios de Bellas Artes en la Academia de la ciudad, fue llamado por Walter Gropius para incorporarse a la recién creada Bauhaus, comenzando como docente en Weimar y posteriormente en Dessau; más adelante en las academias en Breslau y Berlín. Él mismo era bailarín y pintor. Una doble naturaleza, un doble don, que desembocará en un conflicto, en una polaridad indisoluble: Pintor–bailarín, apolíneo–dionisiaco, rigidez de la antigüedad–mística del gótico. 

Sus primeras visiones de 1912 sobre la danza, sus experiencias en el Teatro Estatal de Stuttgart en 1921 con Mörder, Hoffnung der Frauen (Asesinos, esperanza de las mujeres) y Nusch-Nuschi (El Farfulleo), las de los años siguientes para Spielzeug (Juguete) con música de Tschaikowsky, las piezas musicales Les Noces, Le Rosignol, Le Renard de Igor Strawinsky y su creación Das Triadische Ballett de 1922, mantuvieron un diálogo permanente con su obra pictórica y plástica, con sus temas centrales “Hombre y Figura Artística” y “Hombre en el Espacio” y, una vez más, con las formas de danza experimentales y los comienzos de la Performance Art que experimentó con sus estudiantes en el Teatro de la Bauhaus. 

Su faceta artística abarcaba un amplio y rico abanico de formas de expresión como el dibujo, la pintura, la escultura, la tipografía y el diseño, así como el baile, la coreografía, la escenografía y vestuario teatral. Estigmatizado por los nazis como “artista degenerado”, Schlemmer murió sumido en el “destierro social” en 1943, en la ciudad alemana de Baden-Baden. 

C. Raman Schlemmer
The Oskar Schlemmer Theatre Estate 

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