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“EL REY LEAR” PARA HABLAR DE LOS CUIDADOS: ROLES Y CONTEXTO

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Cada vez que comienzo un proceso de creación como director de escena tengo que superar el prejuicio establecido de que el director es la persona que “lo decide todo”, “todo pasa por él/ella”, “esto sólo tiene que ver con su mundo y su imaginario”. En la estructura teatral actual, la figura del director hegemónico está tan instaurada que es difícil discernir qué va primero: si la preponderancia personal de cada uno/a, o si la necesidad del resto del grupo de que haya un líder que lo decida todo. De ahí que hace dos años comenzara a investigar con mi compañía [los números imaginarios] con procedimientos de creación colectiva, donde todos los integrantes realizan “acciones” en torno a los conceptos de la pieza. Y donde actores, diseñadores, ayudantes, etc…, todos son co-creadores de la pieza porque todos están aportando desde su imaginario y sus acciones durante el proceso, y su voz tendrá una repercusión directa y efectiva en el montaje final.

Esto me ha llevado a reflexionar en torno a dos conceptos: los roles adquiridos y el contexto de creación. En realidad, la diferencia entre un estudiante y un profesor, entre un actor y un director, entre un dramaturgo y un diseñador de luces, tiene que ver con el rol que han decidido asumir, el enfoque de su atención y cómo miran y escuchan de manera concreta. Pero poco más. Yo pasé de ser estudiante a ser profesor en el mismo mes, pasé a dirigir espectáculos un día que decidí asumir ese rol, por eso no “soy” director, sino que ejerzo como tal. Esta idea de los roles puede extrapolarse directamente al reparto de papeles protagonistas y secundarios dentro de una obra. En nuestra compañía, los actores asumen el rol que necesita la pieza para desarrollarse, pero no hay actores principales, no hay protagonistas, no hay cabezas más brillantes que otras, no todo gira en torno a una única persona. Y con respecto al contexto, en mi experiencia es fundamental generar un marco donde puedan ocurrir cosas, donde los integrantes de la compañía sientan que pueden aportar, opinar, decidir, nutrir al proceso. Esto suena a lugar común, pero la decisión efectiva de construir un espacio donde realmente pueda ocurrir una experiencia es quizás el único punto previo necesario antes de comenzar a ensayar.

Del mismo modo que preparamos una casa para que tenga lugar una fiesta, o preparamos el dormitorio para recibir a nuestra pareja o amante, y sabemos, de manera tranquila, que es importante el ambiente, que esté todo despejado, que “el otro” se sienta bien y que sienta que puede moverse con facilidad, y “habitar” ese mundo, deberíamos pasar por el mismo proceso siempre que vayamos a ensayar una pieza, dar clase en la escuela, recibir a público en una función. Con la misma predisposición a dar una sorpresa a alguien, con el mismo cuidado para que el que venga, sienta que está como en casa. Expongo todo esto porque nuestro última montaje, LEAR (desaparecer) ha puesto a la compañía en un disparadero muy frágil: hemos trabajado a partir del “Rey Lear” de Shakespeare con un grupo de personas afectadas con Alzheimer y sus familiares. Hemos realizado talleres desde octubre de 2018 y presentamos la pieza durante nueve días en los Teatros del Canal en mayo de 2019.

Todo lo que vivió el público fueron dinámicas que hemos venido desarrollando en los talleres durante el año en un proceso de larga duración, que son los habituales en la compañía. Lo que no queríamos era que fuera una obra sobre la enfermedad o una obra con gente con Alzheimer haciendo cosas. Es una obra de gente que acompaña a otra gente, una obra donde se asume que nadie es inmune a la enfermedad, pero la enfermedad no es lo que los determina ni lo que los define. Es una obra sobre roles, sobre cómo la naturaleza llega y tienes que gestionarla, y te puede tocar ser cuidador o que te cuiden. Esas dos premisas sobrevuelan y atraviesan el montaje. Desde ahí, todos podemos ser rey Lear, un anciano con demencia que rechaza los cuidados de sus hijas. Por eso decidimos que cada función el rey Lear lo haría un actor o actriz diferente.

Hemos hecho un reparto de manera aleatoria porque aquí lo importante no es quién hace de rey Lear, sino que uno de los ocho intérpretes se convierte en Lear para que la función pueda darse, para que las hijas de Lear y por tanto el público, puedan relacionarse con este mundo, para que todo esto pueda pasar. Es un acto de generosidad porque el actor asume un rol, como decía antes, y mañana ocupará otro. Y por supuesto superando la idea de género y de edad: da igual que el rey Lear lo haga una actriz de treinta años o un actor de veinticinco. Lo importante es lo que representa, lo que define a Lear: arrogancia, necesidad de seguir “siendo”, incapacidad de aceptar sus propios límites.

Esto responde al concepto de inestabilidad y de incertidumbre que rodea esta problemática de los cuidados. Tú mañana puedes tener Alzheimer o demencia, o depresión, y por tanto ser Lear, y da igual que estés más preparado o no, da igual que tengas la energía o no, da igual que quieras o sepas hacerlo, o que lo hayas ensayado más o menos. Te toca. Y tu entorno se adaptará a esta nueva realidad, negándote, enfadándose, acompañándote, cuidándote. Y esta es la familia alrededor, los amigos, los parientes, las parejas, el público.

El problema es considerar a la persona con Alzheimer como un enfermo, como si esta palabra lo definiera. Tienes esto, eres esto. Y es mucho más que eso, mucho más complejo que eso, es alguien que ha perdido facultades en un sentido pero que puede desarrollar otras de una manera nueva y desconocida tanto para él/ella como para su acompañante. Los propios familiares comentan que el proceso ha sido incluso más terapéutico para ellos, porque han podido relacionarse con este “estado” desde otro sitio, descubrir que desde el contacto, el amor, la posibilidad, la potencialidad, hay todo un campo por descubrir, porque además la compañía no tiene experiencia en este sector, el fracaso era inevitable. Pero desde esta no experiencia, hemos ido a sitios que el propio terapeuta reconocía que no se hubieran explorado nunca en otros contextos.

Aquí vienen y sienten que se les necesita y que pueden ser y estar. Pero el problema es que no existen más contextos así, donde ancianos y jóvenes compartan tiempo y espacio, habitualmente estamos separados, desplazados. De ahí la importancia del contexto, de generar un marco común de convivencia y de relación, por tanto, de cuidados.

La vejez como “estado”, invita a un “no puedes”, un “no debes”, un “compórtate”, “no hagas esto”, que ya no tienes edad, no hables… Y o que proponemos es todo lo contrario: habla si quieres, muévete si quieres… Parece que el único destino es la desaparición, pero Lear quiere aparecer. Y esto es Lear, que con 80 años reparte su reino pero se reserva sus 100 caballeros, porque quiere seguir siendo, quiere “aparecer”. Y las hijas le dicen: “no”. Así que él se adentra en el bosque, se enfrenta a la naturaleza, y claro, descubre que no es inmune a la enfermedad y también que ha sido injusto con sus hijas, sobre todo con Cordelia, que le quería de otra manera a como él reclamaba.

Por eso “Rey Lear” es una obra fundamental, porque está poniendo el ojo directamente sobre “¿cómo cuidamos, cómo acompañamos?” Y por supuesto no hay solución. Lo único que decimos en alto es: habitemos esto como venga, pero habitémoslo.

“En este acompañar/nos hemos “despistado” -abandonada en su propia tormenta- a la demencia, al Alzheimer… transmutándose la forma de mirar, en particular la de los/as familiares acompañantes, este cambio ha provocado que sea una mirada más nítida, abierta y trascendente, dejando a un lado la enfermedad para reencontrarse con aquellas emociones y afectos que quedaron perdidos entre tanta tempestad. Los/as familiares se han reencontrado con ellos/ as mismos/as y con sus compañeros/as, tal y como eran antes de que comenzara la tormenta. Los/as familiares, transformados/as en paraguas protector, acompañan a su familiar enfermo/a en esta travesía hacia lo desconocido, dejando de lado su propia tormenta que les/as acecha, dejando que el agua les/ as empape y el frío los/as penetre, mientras, incansables, protegen y abrigan a su ser querido/a. Es una entrega generosa de cariño sincero, es AMOR,¡¡algún tipo de amor¡¡. Como nos diría Cordelia, AMOR que trasciende las palabras. A lo largo de este viaje me han preguntado en varias ocasiones si creo que esta experiencia ha sido terapéuticamente positiva para las personas con enfermedad de Alzheimer y sus familiares, y no tengo una respuesta clara, pero creo que ha sido  una experiencia sanadora, que empodera y visibiliza, una experiencia que mejora la autoestima, el estado de ánimo y, por ende, mejora todas las capacidades  cognitivas y las relaciones sociales. La visibilidad ayuda a romper estereotipos y miedos que nos provoca lo desconocido, el abismo”.

Alberto Sánchez Cañizares. 

Psicólogo asesor de [los números imaginarios] en LEAR (desaparecer). 

Foto ©Luz  Soria

 

Por Carlos Tuñón | 18 junio 2019

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