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Clara Sanchis

CLARA SANCHIS. UNA HABITACIÓN PROPIA

En 1928 Virginia Woolf dio unas conferencias sobre mujer y literatura en las dos únicas universidades femeninas que había en Inglaterra. En ellas reflexionaba sobre la imposibilidad de que las mujeres pudiesen ser algo más que simples cuerpos domésticos sin derechos ni libertades, condenadas a criar hijos y a cuidar de la casa apartadas casi por completo del acceso a la educación, la cultura y el arte. Al cabo de un año aquellas palabras verían la luz en forma de ensayo y se convertirían para siempre en un clásico de la escritura y el feminismo. Hoy, casi cien años después, las cosas han cambiado mucho, la sociedad es muy diferente a aquella en la que se publicó por primera vez UNA HABITACIÓN PROPIA, aunque igual las cosas han cambiado más para unos que para otras. 

Hasta hace poco yo no sabía cómo era la manera en la que caminaba Virginia Woolf. Tampoco tenía idea de cómo sonaba su voz, pero esto era hasta hace poco más de un mes, ya digo, porque ahora lo sé, sí. Lo descubrí una tarde de mediados del pasado noviembre sentado en una butaca del Teatro del Barrio. Resulta que yo pensaba que iba a ver una función, pero no, no. Resulta que lo que vi no era la versión teatral realizada y además dirigida por María Ruiz de UNA HABITACIÓN PROPIA, no. Ni la iluminación de aquello tampoco la había creado Juan Gómez Cornejo, ni aquel vestuario lo había diseñado Helena Sanchis, y por supuesto aquella que encarnaba a la escritora inglesa no era Clara Sanchis.

A la capacidad de hacer esto muchos lo llamarían magia. Para mí tiene otro nombre: Arte. Y oficio. 

Al terminar la función, esperé con Codina a que saliera Clara, quería presentármela y de paso ver si cuadrábamos la posibilidad de hacer algo para el blog del Estudio. Y así fue, tuvimos una primera toma de contacto y quedamos en que la llamaría al cabo de unos días a su vuelta de no recuerdo qué lugar para ver lo de la entrevista o lo que fuera. Y ahí comenzó lo que ha sido nuestra  divertidísima historia, a modo de relación epistolar pero a través de audios de WhatsApp, que ahora con cada palabra que escribo parece estar acercándose cada vez más al final, o no. Voy a intentar ser concreto, pero no prometo nada. Esta entrada de blog  no terminaría jamás si se me ocurriera intentar relataros lo complicado que fue conseguir volver a vernos. De la de veces que parecía que sí pero al final no, de los muchos audios en los que nos terminaba dando da la risa por imposible, de las ganas de hacerlo y de la incompatibilidad de nuestros horarios. Bueno, a veces no es que no coincidiéramos en el tiempo, es que no coincidimos ni en el el espacio de un mismo país. Hubo un momento en que empecé a sentir que se acercaban las últimas funciones y que el empeño que le estábamos poniendo igual terminaría siendo un lo que pudo haber sido y no fue, porque no parecía que el ansiado encuentro se fuera a producir antes de que terminasen las funciones y dejaran de estar en cartel, y entonces todo aquel empeño dejara de tener sentido. Pero no queríamos rendirnos, recuerdo algún audio en el que casi nos jurábamos que lo haríamos sí o sí. Sabíamos que tenía que ser y fue. Por los pelos, pero ha sido. Mañana domingo 12 de enero a las 6 de la tarde es la última ocasión para disfrutar de esta función (de momento) en el Teatro del Barrio. 

Finalmente, un par de días antes de las vacaciones de Navidad lo conseguimos. Cogimos el equipo de grabación y nos fuimos al Teatro del Barrio a hacerle a la Sanchis una pequeña entrevista -que nunca lo fue, pequeña, quiero decir- y que como todo lo que nos había ocurrido hasta entonces parecía dilatarse en el tiempo hasta el punto de devorarnos. Se me estaba yendo de las manos, aquello era una conversación, una tertulia o llámalo como quieras, pero ni de coña algo que se le pareciese a lo que podría ser un simulacro de entrevista. Conseguir montar un vídeo  con tantos minutos iba a ser un despropósito, Eugenia me iba a matar, y yo no iba a conseguir transcribir aquello ni a aunque volviera a nacer, pero allí seguíamos, agustitico, charlando como cotorras sin fin. Madre mía. 

Como bien me anunció Clara casi al principio, nos habíamos juntado el hambre con las ganas de comer. Lo primero Virginia, claro, hablamos de su lucidez, de lo brillante de su discurso, de lo moderno e inteligente de su talento y de su sentido del humor, y de lo valiente que fue. Pero una cosa llevó a la otra y luego seguimos con lo de la esperanza puesta en estas jóvenes mujeres, casi adolescentes, que vienen, y de lo concienciadas que están, y de lo absurdos que son muchos de los comportamientos que adoptamos al asumir cualquier género, sea cual sea el que elijamos. De cómo María, la directora, en una ocasión del pasado le propuso que para hacer el personaje fuera más masculina y aquello le abrió mil posibilidades. También hablamos de lo bello que es que cada vez haya más hombres feministas. Del desprecio que han tenido casi todos de los gobiernos que hemos tenido  hasta la fecha por todas las artes. De lo bello de esta profesión, de lo inestable, de que igual lo que está pasando es que estamos volviendo al lugar donde estuvimos siempre o de que no deberíamos permitirnos trabajar gratis. Me contó que cuando tenía siete años le preguntó a una niña que estudiaba piano que qué tenia que hacer para conseguir tocar ese instrumento. Seguimos con el recuerdo de cuando se dormía oyendo las teclas de la máquina de escribir de su padre o de cuando lo hacía oyendo a su madre memorizar textos. De lo importante de la escritura en su vida. De aquel tiempo en el que el miedo se apoderó de ella y no pudo seguir tocando el piano en público y de cómo está disfrutando poder volver a hacerlo. De cuando comenzó en esto por casualidad porque en realidad no quería ser actriz de ninguna de las maneras, de sus pinitos cabareteros, de aquella que vez que se dijo a sí misma en el balcón de su casa «déjate de tonterías y asúmelo ya: eres actriz». De lo interesante que sería aprovechar los sofocos de la menopausia como fuente calórica o de lo bueno y lo malo de ser de ser hija de. De que se considera optimista y que la madurez tiene algo fantástico, también tuvimos tiempo de abordar los mecanismos de la desigualdad y me habló de cuando dejó de culparse por no centrarse solo en una cosa o de cómo este oficio te obliga a investigar en el alma humana. O de cómo este proyecto nació como algo inspirado en Virginia pero no con la intención de hacer de Virginia. De de que está segura de que la elocuencia tiene que ir antes que la emoción. También hubo un momento para toda esa gente que hay en  la profesión con muchísimo talento y que no está trabajando. De la ilusión que le provocan Los Pájaros Fontaneros, el grupo de música que ha montado entre gira y gira de teatro con tres compañeros de profesión. De lo feliz que la hace poder tocar el piano en este espectáculo y de que debería ser casi obligatorio tocar un instrumento, cantar o bailar en el proceso de aprendizaje de este oficio. Me aseguró que se siente afortunada. Que le encanta esa frase de Teresa de Jesús que dice que en la contradicción está la ganancia. Me contó que la tarea de escribir un artículo semanal para un periódico la obliga a observar a los demás, a mirar fuera, porque lo que le pasa a uno mismo deja de tener interés pronto, se gasta. De que Virginia no se rinde nunca, a pesar de lo que pudiera parecernos. Y de que en lo creativo no es necesario el sufrimiento, que ya basta. Y aconseja a las jóvenas que está muy bien tener un plan B, encontrar otra cosa en lo que poner tu empeño si quieres dedicarte a esta profesión, porque esto ya sabemos como es. 

Ahora que ya termino recuerdo aquel audio en el que me explicaba que los dos días previos a la entrega del artículo intenta que sean sagrados, y que si puede se los reserva a toda costa. Creo que esto de escribir a mí cada vez me parece más difícil. En esta ocasión –el terrorista al que nada le vale que alberga mi interior– me ha hecho destruir dos versiones de lo que estáis leyendo con el consecuente retraso que eso me ha acarreado. 

Me dijo que hubo mucho tiempo en que lo pasaba fatal escribiendo. Pero que la única solución para poder seguir haciéndolo es alejarse del miedo y encontrar una manera de hacerlo lo más parecida a la forma en la que hablas, sin grandes alharacas. Me pareció un gran consejo. Parece sencillo pero no lo es, yo hoy casi me arranco la piel intentándolo.

Gracias por compartir, Clara.

Por Chechu Zeta | 10 enero 2020

CAROLINA DE LA MAZA Y MARCO LAYERA. Teatro la Re-Sentida

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El año pasado la compañía chilena La Re-sentida inauguraba el Festival de Otoño con Tratando de hacer una obra que cambie el mundo en la que contaban la historia de un grupo de actores que lleva años encerrado en un sótano ajeno a la realidad, obsesionado con crear una función que cambie la sociedad. El pasado domingo terminaba la edición del Festival de Otoño de este 2019 y los re-sentidos chilenos han vuelto a formar parte de su programación. En esta ocasión con Paisajes para no colorear, un impactante espectáculo protagonizado por nueve adolescentes de entre 13 y 17 años, que tiene como detonante los incontables actos atroces de violencia cometidos contra adolescentes de sexo femenino en Chile y en el resto de Latinoamérica. 

Ayer comenzaba en Madrid la Cumbre Mundial del Clima COP25 organizada deprisa, corriendo y casi de manera improvisada por nuestro país en un tiempo récord después de que el presidente de Chile, el empresario conservador Sebastián Piñera, admitiera hace un mes que la violencia en las calles hacía imposible la organización del encuentro. Todo estalló por el aumento de la tarifa del metro de la capital del país pero aquello no era más que la punta del iceberg del profundo sentimiento de frustración una parte grande de la población que se siente al margen del desarrollo del país en los últimos 30 años. La mayor crisis social y política que haya enfrentado el gobierno de Chile desde el retorno a la democracia en 1990.

Hemos tenido la oportunidad de hablar en estos días con Marco Layera y Carolina de la Maza, director y dramaturga de la compañía de teatro chilena y la primera primera pregunta era obligada.

Cuál es la situación ahora mismo en Chile? 

La gente se está movilizando. Está muy complejo todo, no sabemos para dónde va, sigue la represión policial. Pareciera que el gobierno ya no sabe qué hacer. Lo que más nos preocupa son las violaciones a los derechos humanos que estamos viviendo. Es uno de los momentos más oscuros de nuestro país, frente a eso estamos todos movilizados y hay que estar en las calles. Esto es un hecho histórico, único, de reivindicaciones de derechos, de justicias. Estamos viviendo un momento de experimento del sistema neoliberal. Estamos viviendo muchas injusticias, muchas desigualdades. Esto se veía venir, así que ahora hay que estar en la calle haciendo comunidad. Es muy bonito lo que está pasando, por primera vez hay un proyecto colectivo, nos olvidamos de individualidades y en cada esquina se conversa, se discute, se está fraguando una nueva forma de hacer comunidad. Eso es superbello pero muy triste, porque tenemos una clase política absolutamente indolente. En los últimos días ha habido protestas muy fuertes con actos violentos importantes, con saqueos. La sociedad se está polarizando nuevamente. Ojalá que la clase política escuche al movimiento social y podamos construir un nuevo Chile, no solo desde los partidos sino desde las bases sociales. Que el pueblo tome las riendas para construir su destino. Todos los viernes hay marchas y hay una parte del centro de Santiago que está tomado por las movilizaciones y una represión policial brutal.

Cómo nace la Re-sentida? 

Nace hace once años. Después de egresar de la escuela convoqué a algunos compañeros y compañeras con los que había trabajado y nos juntamos a hacer un trabajo generacional que hablara de por qué nos sentíamos resentidos, heridos, como ciudadanos. Lo que teníamos era mucha rabia y mucho dolor. Nos tocó vivir una transición a la democracia, una democracia pactada. Entonces nos sentíamos muy traicionados por aquellos que recuperaron la democracia y que nos prometieron aquel lema: la alegría ya viene, pero nos dimos cuenta de que la alegría nunca llegó. Nos sentimos heridos con el orden de las cosas, con nuestra historia. Heridas que no sanan. 

Re-sentir también significa volver a sentir desde la distancia y más profundamente. Desde esa perspectiva nosotros nos sentíamos como generación muy traicionados, nos dijeron que íbamos a recuperar la democracia y encontrar un país justo e igualitario, y lo que vivimos fue la admistración del sistema dejado por Pinochet. No nos dimos cuenta de que la izquierda lo que hizo fue acomodarse en sus asientos y renunciar a todo su legado ideológico, y de alguna manera todo aquello ha terminado en esta explosión social. Con esto termina, de alguna u otra manera, la transición a la democracia. 

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Nosotros encontramos la manera de hacer un teatro que hablara de nuestras contradicciones, de nuestras heridas. De revelar escénicamente las contradicciones de nuestra sociedad y siempre como un instrumento de crítica, de reflexión. Y también como un espacio para interpelar políticamente al espectador y a nosotros mismos, ya que no creemos que el artista sea un héroe, porque igualmente vivimos contradicciones y ponemos en tela de juicio lo que creemos y lo que no, la utilidad del teatro, siempre estamos reflexionando en torno al teatro. ¿Para qué?, ¿por qué? 

Para nosotros hoy en día es absurdo meternos en nuestra sala de ensayo a trabajar estando como está la calle, es imposible estar encerrados haciendo teatro así, el teatro es inoficioso en estos momentos. Hemos decidido, como compañía, que no podemos estar en nuestra sala jugando a hacer la revolución, a hacer teatro, cuando lo realmente importante está pasando fuera. Hemos tomado la decisión de no ensayar y de abrir el espacio que tenemos para colectivizar saberes, para articular acciones y para hacer comunidad de otra manera. Estar en la calle es lo más importante para nosotros ahora, es lo más efectivo, ya llegará el tiempo para volver a ensayar y hacer teatro.

Es complicado, las imágenes son muy fuertes, metaforizar sobre eso es complejo. Se viene un gran trabajo por delante. 

Cuál es la situación de la mujer en Chile hoy? 

Uy, a mí eso no me gustaría responderlo, yo siento que una mujer debería hablarte de eso. No me atrevería a responder, acá al lado está mi pareja (Carolina de la Maza) que también fue parte importante de este proyecto, se encargó de la dramaturgia y creo que es mejor que ella responda a esa pregunta. Espera un segundo, normalmente repartimos el cuidado de nuestro hijo, ella viene y yo me ocupo de él. 

Y así hicimos, Marco dejó el teléfono para pintar con su hijo y al otro lado del auricular sonó la voz de Carolina

Con el despertar de esta nueva ola de feminismo creo que hay mucha más conciencia de la desigualdad de derechos.  Sin embargo, hay un sector de la sociedad, incluidas mujeres, que está muy en contra del feminismo, no lo comprenden no lo entienden, no se sienten identificadas con la lucha feminista. Está muy estigmatizado, hay mucha ignorancia al respecto.

Mientras estuvimos creando la obra, durante un año organizamos talleres gratuitos para chicas adolescentes y les hacíamos una batería de preguntas. Entre ellas estaba si habían sentido violencia de género, si habían sido víctimas de violencia de género. Siempre contestaban que no, y eso nos llamaba mucho la atención. Pareciera que por el hecho de poder votar o estudiar ya estuviera todo en orden. Luego fuimos advirtiendo que las propias chicas nos contaban que con uniforme eran acosadas en las calles, les contábamos que aquello era violencia de género y ahí empezaban a tomar conciencia, pero en un principio no lo registraban como tal, les costaba ver que su opinión era validada. El propio sistema de salud, solo por ser mujer y estar en edad de parir, es mucho más caro que para los hombres. Tienes problemas para ser contratada si estás en edad de quedar embarazada, siempre te van te discriminar. 

Chile es muy grande y muy variado. Todo depende de dónde te encuentres, de en qué lugar del país estés situado. En cuanto te alejas de las burbujas que son, por ejemplo, el centro o vivir en Santiago y sales al mundo rural, el pensamiento o la cultura es diferente. Yo creo que hay poca conciencia y diría que toda esta ola feminista es una minoría. 

Hace un mes fuimos a hacer unos talleres con niñas adolescentes en una población de clase muy baja en Santiago, y cuando tocábamos el tema del aborto era muy duro ver que existe el mismo discurso que tiene la gente conservadora y de derechas. Las niñas en contra del aborto. El machismo era una cosa efervescente. Nosotros, cuando hacemos los talleres, tratamos de no censurar porque así también aparece la realidad, pero yo también me cuestionaba aquello de cómo no les vamos a decir nada, cómo no corregir algo. En improvisaciones los chicos improvisaban con las chicas como si fueran objetos, repitiendo patrones de conducta altamente machistas. Hay sectores muy grandes de la sociedad chilena en los colegios donde se sataniza el feminismo o ni siquiera se habla de ello. 

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La energía que desprenden estas nueve niñas y adolescentes, de entre 9 y 13 años, su irreverencia, su seguridad o la descorozonadora fragilidad que pueden llegar a poner encima del escenario. Evidentemente, percibimos el juego y el ejercicio dramático, pero por el nivel de implicación de algunas de las situaciones pareciera que están contando sus historias reales. ¿Todas ellas son actrices? ¿Habían trabajado anteriormente? 

De las nueve solo dos tenían experiencia previa, una había hecho cine y televisión desde muy pequeña y la otra había estado desde siempre muy vinculada a talleres de teatro en su colegio. Pero del resto ninguna de ellas. En la convocatoria que hicimos dejamos claro que no se necesitaba experiencia previa y que tenían que mostrar algo que les gustara hacer, y fue muy bello y libre porque hubo niñas que mostraron sus dibujos y no necesariamente actuaron, cantaron o bailaron. 

En las audiciones seleccionamos a 25 chicas con las que nos encerramos un mes intensivo a ensayar, de donde fueron saliendo muchos de los testimonios, y les hicimos investigar en casos de menores de edad que fueron asesinadas en Chile y Argentina. Y finalmente después de un mes seleccionamos a 9. Tomamos testimonios de chicas que no son el elenco, pero que las seleccionadas fueron testigo de cuando sus protagonistas lo relataron, y estas lo recogen y se empoderan. También dos de ellas colaboraron en la dramaturgia.

El monólogo del padre nació de la improvisación que hicimos a partir de la historia que nos contó una chica que no está en el elenco. Es un compendio de las cosas que todas fueron diciendo al enfrentar a su padre y lo que no les gustaba de él. Cosas que yo le diría también a mi padre. 

¿Cómo habeis conseguido que resulten como actrices profesionales? 

La chica que había hecho teatro sirvió de estímulo y ejemplo al resto, es una persona muy humilde y las demás la admiraban mucho. Al trabajar con testimonios son conscientes de que esa realidad es la que tienen que llevar al escenario. Nunca antes habíamos trabajado grabando los ensayos y fue un gran hallazgo. Claro, cuando salía una buena improvisación quedaba registrada, y después trabajábamos cada coma o cada respiración. Y a la vez nos servía a nosotros para tener apoyo y que pudieran entender cómo repetir y desarrollarlo. Y por supuesto el talento que tienen para esto. Nosotros también hemos trabajado con gente en otros talleres que sí han recibido formación para interpretar, y al final resulta que están encorsetados en unos códigos que no funcionan. Ha sido muy bonito encontrar en ellas esta manera de hacer y de actuar. 

¿Cómo es la recepción fuera de Chile, me gustaría saber si notáis grandes diferencias en la reacción del público en otros países?

En general las reacciones son muy parecidas, hemos mostrado la obra en Chile y Brasil y la gente siempre empatiza, siempre recibe muy bien el espectáculo, el público suele emocionarse y llorar. Aunque ahora en la última función que tuvimos en Madrid nos ocurrió algo que nunca nos había ocurrido, una señora desde el público empezó a gritarle a las niñas que eran unas histéricas, y al final de la función casi tuvo que salir huyendo del teatro entre los aplausos de los espectadores a las actrices. Las chicas reaccionaron y comenzaron a lanzarle el discurso final a ella, que no se callaba. Fue violento pero a la vez fue bonito ver cómo las chicas no se debilitaron.

Es muy bonito también ver a muchos hombres llorar, que empaticen. Es más normal que las mujeres, al recordar alguna situación de las que ocurren en escena, se emocionen. 

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El caso de Liseth Villa…

Ese fue un caso pero son muchos más, en diez años murieron 1313 niñas y niños violados o maltratados en centros donde debían ser protegidos y cuidados por el estado. Nadie hizo nada, nadie sabía nada. Un desastre. 

¿Qué diferencias hay entre esta nueva generación y la nuestra? 

El nivel de información al que pueden acceder los jóvenes hoy en día es muy diferente. El otro día una de ellas, que tiene trece años, me decía: Estuve ayer toda la tarde viendo el debate sobre el aborto en Argentina. Yo a los trece años no estaba pensando en eso, no estaba interesada en ver un debate, estaba jugando en la plaza de mi pueblo, era mucho más ingenua. Las nuevas tecnologías y las redes sociales tienen inconvenientes, claro, es una generación que publica continuamente su vida, se exponen mucho, pero tienen un acceso a la información muy grande que les permite estar superinformadas y empoderadas. Algunas de ellas te dan cátedra respecto al género o la sexualidad, y por mucho que sus padres en casa les digan que esto o aquello esta mal, a través del teléfono pueden acceder a conocer testimonios de otras personas y decir: no, esto es normal, esto se llama así, a mí me pasa esto, esto esta bien. Y cuando llega el momento de dialogar con sus padres son capaces de explicarles lo que a ellas les esta pasando.

¿Para qué hacéis teatro?

Porque estoy disconforme con la sociedad en la que vivo y porque siento que en el teatro puedo armar una pequeña comunidad en la que vivir como a mí me gustaría que funcionara el mundo. En esta compañía encontré un espacio donde puedo relacionarme con personas de igual a igual, donde no existe desigualdad de género, donde todas las opiniones son validadas, crear en colectivo, un espacio desde donde dar la batalla y decir lo que opinamos. Este último espectáculo es el proyecto más emocionante en el que he estado, con el que más agradecida me siento con el teatro, porque siento que significó un cambio en las chicas, en mí, en sus padres. Eso ha sido muy importante. El espacio que encontraron las chicas en los talleres para dialogar con personas adultas y constatar que sus opiniones son importantes. Este espectáculo me modificó profundamente.

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El bicentenario del Museo Del Prado

200 AÑOS

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Yo en el Prado me lío.

Se me hace bola, sí.

En los últimos dos años he acudido puntualmente con grupos de actores jóvenes en proceso de formación, que atienden con paciencia al atropellado flujo de ideas que me asaltan en las apresuradas carreras a que nos obliga el tiempo limitado de la clase. Y a pesar de las reiteradas visitas, aún no soy capaz de orientarme por las salas, lo que provoca frecuentes entradas y salidas en círculo, sin ton ni son en apariencia.

Confundidos entre el agitado hormiguero de visitantes, los alumnos deambulan provistos de sendos y preceptivos pinganillos, mientras que yo, armado de un micrófono prendido en la solapa, trato de poner orden al discurso, no siempre con éxito. La discreción del diminuto aparato hace que me olvide al instante de este pormenor técnico, por lo que a menudo soy amonestado por los vigilantes más celosos. Desistan, se lo suplico. Alguna suerte de calidad enervante debe de poseer mi naturaleza vocal, cuando la regañina me cae por sistema aunque la sala esté en modo gallinero políglota. Sea como sea, siempre me toca. Desistan, se lo suplico. Es la ansiedad la que me aboca a perder el control sobre el volumen. No puedo. Por ejemplo, ante la asfixiante atmósfera de La familia de Carlos IV comienzo a sentir como si me colgase un yunque de la boca del estómago. Basta confrontar la mirada con la de Goya, que interpela al espectador atrapado en un rincón oscuro del taller, para sentir la invasión del espacio angosto por la tropa vulgarota y garbancera. «El cuadro de todos juntos», dicen que lo llamaba el monarca en acertada y escueta descripción. De modo que mi única salvación consiste en alzar la voz y conjurar así las contradictorias emociones provocadas, al margen de las intenciones que hubieran llevado al aragonés prodigioso a confeccionar tan perturbador friso de personajes, y que nunca acabaremos de conocer (los críticos de arte inventan peregrinas y arbitrarias justificaciones a las que en modo alguno debéis conceder crédito: las razones de los genios son inescrutables, faltaría más).

Y así todo el rato y con todo, por eso me lío en el Prado y se me hace bola.

Cómo no caer abrumado bajo la intensa densidad de esta anárquica, desequilibrada y
espléndida colección de sucesivas obras maestras. Imaginad una ciudad con una docena de catedrales góticas de primer orden, un menú de platos suculentos sin dar tregua al paladar, un desfile continuo de joyas brillantes hasta cegar la vista. No hay escapatoria. Los sentidos se bloquean, aturullados en el exceso de estímulos. Las primarias leyes del placer exigen el tributo ineludible de la interrupción, el vacío reparador que nos dispondrá a reiniciar el viaje una y otra vez. Y esto resulta imposible en la severa construcción de Villanueva, porque en sus entrañas más profundas bullen en singular desorden cientos de imágenes nunca expuestas a la luz en las salas abiertas, y tanta potencia visual y creativa aprisionada se comporta como los átomos sobrecalentados del magma volcánico: tarde o temprano encontrarán un resquicio por el que dar rienda suelta a la energía acumulada durante muchos siglos y por los más pintorescos vericuetos de la historia.

Cuando ese día llegue, el toscano casón del Prado reventará por las costuras, y las galerías de columnas se extenderán en todas direcciones como tentáculos. La onda expansiva sumirá a toda la ciudad y los campos descarnados que la circundan en un profundo sueño de siglos, igual que en los cuentos. Al despertar, contemplarán atónitos las ruinas de las avenidas, las plazas y los bloques de casas cubiertos por una espesa vegetación. Distribuidas a través de las nuevas columnatas, que habrán cubierto todo el territorio como telarañas de granito y ladrillo rojo, las pinturas se mostrarán suspendidas de las ramas, como fruta en sazón, cada una en su lugar atendiendo al espíritu encerrado en ellas, todas distintas e inconfundibles. Los irisados cartones goyescos para tapiz, donde el pueblo llano oculta sus desdichas bajo la capa del casticismo, figurarán entre los cascotes de las barriadas de la periferia. Las arremolinadas meninas, y con ellas todo Velázquez, volverán al viejo solar del alcázar para servir de contrapunto al fondo encinoso de la Casa de Campo, donde los cielos corresponderán cada día al homenaje que les tributara el sevillano. Por las espesuras del Pardo se escapará el temblor de carnes rotundas de Rubens, situándose estratégicamente entre los sotos y custodiadas por los venados y las liebres del monte. El mismo camino seguirán las delicadezas de Fra Angelico, pero estas alcanzarán las cumbres de la sierra, y allí veremos al ángel anunciando a la doncella reflejado en el espejo glacial de las lagunas. Hasta Toledo, convertida ahora en la ciudad que soñaron los viajeros y poetas románticos en su delirio de reconfortante decadencia medievalista, viajarán las figuras atormentadas del cretense trasplantado, volviendo al lugar del que nunca quisieron apartarse, ni siquiera cuando eran admiradas en los muros de la pinacoteca. Las negras pesadillas del sordo guardarán, como centinelas, las escombreras y desolados desagües de Vaciamadrid (qué nombre tan bien escogido). Huyendo de ellas, Tiziano, y con él el resto de sus paisanos, tratará sin éxito de alcanzar las riberas de la mar, dispersándose por las alturas que miran a levante con sus luces de amable calidez… Coloque cada cual donde le plazca cada una de las alhajas que atesora el Museo, que la lista es interminable y el espacio infinito.

Solo una pintura permanecerá fijada en el centro del edificio original. Una obra que, velada por dos enormes portones figurando la esfera del mundo en translúcida grisalla, revelará al abrirse su verdadero y cabal significado, indescrifrable hasta el día en que los tesoros del Prado exploten a consecuencia de tanto arte comprimido en un solo punto. Y entonces lo entenderemos todo.

Por eso se me hace bola. Suerte que, a estas edades, a una ya le cabe lo que sea menester, por muy gordo e intenso que sea.

Por muchos años.

Por Marcos León | 21 noviembre 2019[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Ballet triádico o Das Triadische Ballet

DAS TRIADISCHE BALLETT

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Das Triadische Ballett (El Ballet Triádico) ocupa un lugar preeminente en el conjunto de la obra de Oskar Schlemmer, profesor e ideólogo de la Bauhaus. A ninguna creación se dedicó una y otra vez con tanta intensidad, ni para ninguna otra tuvo tantos grandes planes y en ninguna depositó tantas expectativas. Se trata de un baile sinfónico, dividido en tres partes que evolucionan desde lo hilarante a lo solemne. 

Con Das Triadische Ballett, Schlemmer le dio vida a una de las creaciones de danza más relevantes del siglo XX. Sus figurines intemporales están envueltos, aún hoy, en un halo de utopía. 

La primera parte, que se desarrolla sobre un escenario vestido de color amarillo limón, es de tipo cómico–burlesco. El tema tratado en la segunda parte, sobre un escenario vestido de rosa, tiene un aire festivo-ceremonial. Finalmente, la tercera se desarrolla de forma místico-fantástica delante de un fondo de escenario totalmente negro. Tres bailarines, dos hombres y una mujer, realizan doce bailes de forma alterna. 

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Reconstrucción realizada en 1970 por Margaret Hastings a partir de los bocetos, fotografías y documentos de Oskar Schlemmer

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Los trajes limitan deliberadamente la libertad de movimiento de los participantes debido al peso de los materiales con los que están confeccionados, a sus formas y a las máscaras que portan. Son estructuras arquitectónicas ambulantes que se mueven de un modo cómico, juguetón, sostenido y torpe por todo el escenario. 

Para sus figurines, Oskar Schlemmer aprovechó las nuevas tecnologías de su época, “los aparatos científicos de vidrio y metal, los miembros artificiales que se usan en la cirugía, los fantásticos trajes militares y de buzo” (Schlemmer, 1924); atuendos militares como los que conoció durante la Primera Guerra Mundial. 

Das Triadische Ballett y, en especial, los figurines Der Abstrakte (El Abstracto) son motivos que se repiten una y otra vez en la obra de Schlemmer. El artista basó sus figuras tipo en los descubrimientos y experiencias acumulados durante la concepción y realización de los figurines para el ballet; figuras que publicó en 1924 y que se convirtieron en la base de sus clases de teatro Der Mensch (El Hombre) y de las danzas experimentales del Teatro de la Bauhaus en Dessau. Los figurines determinan el espacio y crean la arquitectura, la edificación se convierte en escenario, los figurines en estructuras arquitectónicas que bailan, ambulantes, y en la escenificación de la arquitectura de la Bauhaus en Dessau, el edificio se convierte en el escenario. A pesar de su abstracción del individuo y de sus rasgos escultóricos, el hombre intelectual posee un papel protagonista. 

Las primeras representaciones tuvieron lugar en 1916. En 1922 se estrenó Das Triadische Ballett, que se representó en los años veinte, entre otros lugares, en la Bauhaus en Weimar y Dessau y por última vez en París en 1932 por invitación de Fernand Léger. Se expusieron figurines en 1934, en la Exposición Universal de París, y en 1938, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. En 1922 se representó por primera vez Das Figurale Kabinett (El Gabinete de Figuras) en la Bauhaus en Weimar. 

Oskar Schlemmer nació en la ciudad alemana de Stuttgart en 1888. Tras finalizar sus estudios de Bellas Artes en la Academia de la ciudad, fue llamado por Walter Gropius para incorporarse a la recién creada Bauhaus, comenzando como docente en Weimar y posteriormente en Dessau; más adelante en las academias en Breslau y Berlín. Él mismo era bailarín y pintor. Una doble naturaleza, un doble don, que desembocará en un conflicto, en una polaridad indisoluble: Pintor–bailarín, apolíneo–dionisiaco, rigidez de la antigüedad–mística del gótico. 

Sus primeras visiones de 1912 sobre la danza, sus experiencias en el Teatro Estatal de Stuttgart en 1921 con Mörder, Hoffnung der Frauen (Asesinos, esperanza de las mujeres) y Nusch-Nuschi (El Farfulleo), las de los años siguientes para Spielzeug (Juguete) con música de Tschaikowsky, las piezas musicales Les Noces, Le Rosignol, Le Renard de Igor Strawinsky y su creación Das Triadische Ballett de 1922, mantuvieron un diálogo permanente con su obra pictórica y plástica, con sus temas centrales “Hombre y Figura Artística” y “Hombre en el Espacio” y, una vez más, con las formas de danza experimentales y los comienzos de la Performance Art que experimentó con sus estudiantes en el Teatro de la Bauhaus. 

Su faceta artística abarcaba un amplio y rico abanico de formas de expresión como el dibujo, la pintura, la escultura, la tipografía y el diseño, así como el baile, la coreografía, la escenografía y vestuario teatral. Estigmatizado por los nazis como “artista degenerado”, Schlemmer murió sumido en el “destierro social” en 1943, en la ciudad alemana de Baden-Baden. 

C. Raman Schlemmer
The Oskar Schlemmer Theatre Estate 

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VERÓNICA RONDA. LA ACTRIZ TOTAL

[vc_row][vc_column][wolf_fittext max_font_size=»72″ text=»VERÓNICA RONDA. LA ACTRIZ TOTAL» font_weight=»500″ letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»3em»][vc_column_text]

El viernes pasado nos fuimos a El Pavón Teatro Kamikaze a echar un rato de charla con Verónica Ronda, que justo ese día cumplía años, para que nos contara qué tal eso de formar parte del último montaje que ha dirigido Miguel del Arco, RICARDO III y hablar un poco de la profesión y sus caminos. 

En estos momentos en que las fake news parecen tener más peso en nuestras vidas que las real news, Miguel del Arco y Antonio Rojano firman una versión brillante y tremendamente actual del Ricardo III de Shakespeare -escrita en 1592- y transportan la sociedad inglesa de entonces a la España política y social de nuestros días.  Y nos muestran a toda esta caterva de reyes, jueces, ministros y un largo etcétera de autoridades y ladillas juntos, revueltos y bien podridos. 

Sobrepasa lo esperpéntico, es una locura, el hedor que sale de las instituciones es insoportable, ¿no, Verónica?

Es lamentable que en quinientos años que han pasado resulta que la historia sigue siendo la misma y las traiciones por subir y alcanzar el poder siguen siendo las mismas. Miras hacía atrás en la historia y te das cuenta de que se repite constantemente y te dices: qué pena, qué perdidos estamos. Y sí, Antonio y Miguel   hacen una versión muy bien traída a la realidad actual, en la que nos cuentan que en pleno s. XXI seguimos siendo partícipes de toda esta parafernalia y por qué seguimos estando en manos de todos estos mamarrachos. De alguna manera es el monstruito que ha creado Israel Elejalde, esa especie de bicho que podría ser Trump o Bolsonaro. Un ser caricaturesco, cómico, vergonzoso. ¿Por qué llegan al poder? ¿Por qué somos manipulados por estas cabezas que son extremadamente malignas y perversas?

Hay una frase de Ricardo que dice: Todos me amáis, porque todos amáis lo que soy porque yo soy el poder. Esto resume muy bien de lo que va esta obra de Shakespeare, Ricardo III. Todos quieren mantenerse en el poder. 

Vemos cómo Ricardo está completamente podrido, pero es que todos y cada uno de los que le rodean están igualmente podridos. 

Claro, gente que se ha agarrado a la corte y no están dispuestos a bajar de estatus, y eso sucede y lo estamos viendo. Y da igual en qué lugar del mundo estemos. Es muy patético y nos sentimos como títeres, el mundo gira en torno a estos monstruos que tenemos en el poder. 

El otro día después de la función hubo un coloquio y alguien decía que Ricardo nos gusta porque en él no hay duda. Hace el mal y lo tiene claro desde el principio. El resto de personajes duda en si acceder o no a esa compraventa. Él no, y eso es importante para el que vota, y lo que la gente recibe de su discurso, por encima de cualquier otra cosa, es que lo tiene claro y lo va llevar a cabo. 

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Es una maravilla poder ver el trabajo que hacéis cada uno de los que formáis parte del elenco de este espectáculo.

He empezado a llamar a la función Ricardo Crossfit III porque no os podéis imaginar las carreras que hay ahí detrás. Cuando estamos en los camerinos antes de empezar nos decimos: madre, la que nos queda. Realmente descansamos cuando estamos en el escenario. Cuando desapareces de él empieza la guerra. Súbete una planta, cámbiate entero de ropa, baja… y todo esto en cuestión de muy pocos minutos. Todos doblamos personajes, solo somos siete actores y tenemos que resolver treinta papeles. Como actor es muy divertido, ya que no dejas de estar generando un juego, es muy loco pero genial poder hacerlo. Y el espectador forma parte de ese juego porque asume con normalidad que la que antes era una duquesa se da la vuelta y ahora es un obispo. 

O una niña…

Eso es muy divertido y fue una macarrada. Antes de empezar los ensayos me escribe un mensaje Miguel que dice: Por cierto ¿sabes que eres la Duquesa pero también eres la niña? Y yo: ¡Sí, claro, claro! Y luego cuando leí la escena me di cuenta de que se dan la réplica y me dije: ¿pero esto qué es? Entonces cuando empiezan los ensayos nos cuenta que va a haber dos títeres con los que haremos los niños. No te puedes imaginar cómo fue el primer día que lo ensayamos. 

Miguel es un tipo muy disciplinado en el trabajo. Él pide, sobre todo, que el texto esté muy bien aprendido, muy asegurado. Y eso es estupendo porque tú sientes que tienes una red de seguridad, entramos todos a trabajar, a él no le hace perder el tiempo y eso al final permite que cosas técnicas tan complicadas de montar se puedan resolver. Si llevas muy agarrada la propuesta entras directamente al juego.

Recuerdo que el primer día que cogimos el títere nos dijo: bueno, vamos a pasar este momento cuanto antes… para que nos pudiéramos reír y de alguna forma entrar a hacer eso, porque es muy loco pasar desde la duquesa que esta llorando como una Magdalena a tener que ponerle voz a la niña. Bienvenidos al show de Maricarmen y sus muñecos. Pero hay algo ahí de bipolaridad actoral muy fantástica de la que yo estoy aprendiendo un montón. Es mágico. Es un ejercicio de atención brutal que te obliga a estar ahí poniendo todo lo que tienes y que la niña finalmente tenga vida.  

Ahora que hablamos de Maricarmen y el control de la voz ¿quién aparece antes, tu cantante o tu actriz?

Pues mira en mi casa mis padres siempre se dedicaron al canto lírico. Mi hermana y yo los acompañábamos a las funciones cuando tenían bolo. El teatro y la música siempre han estado muy presentes en mi casa. Mi abuelo, el padre de mi padre, era director tenía una compañía en Cuenca, con la que se vino a Madrid, de la que por cierto salieron Tip y Coll. Y por otro lado mi abuelo materno era un jazzero bestial, llegabas a su casa y sonaban Nat King Cole, Sinatra, Sarah Vaughan… Así que no sabría decirte, porque se han ido fusionando a la par, aunque es verdad que la música ha estado presente desde que éramos muy pequeñas.  

Con dieciocho años,  que ya llevaba un tiempo de gira trabajando con mis padres en las zarzuelas, durante una comida les dije que quería estudiar Arte Dramático, y mi padre, comiéndose un filete me dijo: te vas a pagar tú la carrera para que sepas lo que es morirse de hambre el día de mañana. Y yo: ¿what?. Luego evidentemente me echaron una mano, pero de algún modo lo que me quería dar a entender era que la que se me venía encima era gorda si me quería dedicar a esto del arte. Y bueno… aquí estamos. Al acabar Arte Dramático volvió a picarme la curiosidad, a la vez estaba estudiando ortofonía y de repente me fui a Barcelona a estudiar teatro musical, hice el recorrido profesional de danza… Y comencé a hacer una investigación físico-vocal, o sea, que todo ha ido fluyendo y retroalimentándose.

Cantante, actriz, y no podemos dejar de hablar de la pedagogía, de la Verónica profesora. Son ya algunos años enseñando a los demás todo lo que sabes acerca de la voz. 

Al principio no pensé que fuera a deberle tanto a la pedagogía. Y de alguna manera me dedico a esto gracias a mi maestro Alfonso Romera y a Ricardo Vicente, que me invitó a que fuera a su escuela, en Barcelona, a dar clases como profesora de voz con veinticuatro años. Yo no confiaba nada en mí, a pesar de llevar muchísimos años estudiando canto y voz, pero creía que aún no tenía las herramientas suficientes para poder enseñar a nadie. Pero miro atrás y ahora pienso que qué bueno que Ricardo me abriera aquella puerta y casi me obligara, porque a través de la pedagogía me he conocido más a mí misma. He conocido mucho más sobre lo que es la investigación vocal y la relación que hay entre la voz, las emociones y el cuerpo. Poder ayudar a otras personas a transformar. Ver cómo otros descubren cómo son a través de su sonido es maravilloso. La pedagogía es el mejor regalo que me ha dado la vida y al final se ha convertido en uno de mis patrones; aunque esté hasta arriba de trabajo en el teatro con giras me obligo a seguir con las clases. Me gusta relacionarme con el alumno, necesito seguir encontrando cosas y de alguna u otra manera seguir creando.

Nosotros estamos encantados de que uno de esos lugares donde das clases sea nuestro Estudio y que formes parte del equipo de profesores.  

Es genial, yo me siento como en mi casa. Es un hogar donde puedes desarrollar tu trabajo, ponerlo en contacto con otros profesores, que los alumnos puedan vincularlo a sus otras clases y hacer un seguimiento. 

¿Qué le dirías a todos esos jóvenes a cerca de la profesión?

Que hay que luchar, que si uno tiene las ganas hay que ir a por todas. Cuando eres joven y te cierran una puerta eso te provoca mucha angustia, pero que tengan en cuenta que esta es una profesión que se va cuajando poco a poco, lentamente, es como hacer una tortilla bien, la primera vez no sale. Hay que ir preparando los ingredientes adecuadamente, sin prisas. 

Al estar en contacto con tanta gente joven te das cuenta de la ansiedad que tienen, que está provocada por el tipo de sociedad en la que estamos viviendo, donde consumimos de manera muy veloz y necesitamos los resultados ya. Ahora con la tecnología todo lo tenemos a un golpe de clic y claro, la tecnología nos ha traído cosas muy buenas, pero a la vez nos está generando un ansia que no es sana. La voz es un instrumento y como tal hay que entrenarla. Un actor tiene que entrenar, luchar y ser constante. Y decirse a uno mismo que sí hay sitio para los sueños, y que tenemos que forjarlos. 

Te veo en un momento dulce… 

Pues sí, estoy súper feliz. Trabajar con Miguel era un sueño, nunca pensé que me fuera a llamar y de repente mira, este es mi segundo montaje con él después de Ilusiones. Me encuentro ahora mismo en un lugar donde quiero estar, donde estoy a gusto. Contenta de compartir escenario con gente como Israel, que lleva tantos años en la profesión. Estoy muy agradecida, mi vida laboral se ha ido colocando en un sitio donde me gusta estar y rodeada de compañeros con una generosidad extrema. Al lado de Miguel que es un ser de luz.

Corran al teatro a ver a La Ronda en acción, actriz total donde las haya. Es una fortuna poder disfrutar en directo del talento que derrocha este torbellino de mujer.

¡No se la pierdan! 

Ricardo III en el Pavón Kamikaze hasta el 17 de noviembre

Por Chechu Zeta | 29 octubre 2019[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

ANATOMIA SENSIBLE

[vc_row][vc_column][wolf_fittext max_font_size=»72″ text=»ANATOMIA SENSIBLE» font_weight=»500″ letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»3em»][vc_column_text]

El martes pasado Andrés Neuman, escritor y amigo del Estudio presentaba en Madrid su nuevo libro ANATOMÍA SENSIBLE en la Librería Rafael Alberti, una pequeña y coqueta  librería familiar de barrio que lleva abierta más de cuarenta años y que si no conoces todavía no deberías tardar en hacerlo. Además hace unos días acaban de recibir el premio Boixareu Ginesta al Librero del Año 

Lo hizo acompañado de su editor Juan Casamayor de Páginas de Espuma y de la periodista y filóloga Ana Pardo de Vera. 

Dice la editorial que ANATOMÍA SENSIBLE es una celebración del cuerpo en toda su amplitud. Una defensa de la imperfección y sus bellezas alternativas, mediante un recorrido poético, político y erótico por la materia que somos. Así es, y tener la oportunidad de poder escucharlo de boca de su autor es una magnífico regalo. Andrés y su delicado y atinado tempo siempre son un deslumbrante espacio para el disfrute de la palabra. 

Nos contó que le daba una mezcla de emoción y de terror hablar del cuerpo en libro desde él y no solo había intentado jugar con la ambigüedad del género literario –este pertenece a muchos géneros literarios a la vez y no se adscribe a ninguno en particular. Es un proyecto unitario en cuanto que tiene una idea detrás y una estructura clara a modo de novela, que además tiene mucha argumentación conceptual como un ensayo pero que está lleno de chisporroteos poéticos o líricos y cada pieza se resuelve más o menos micronarrativamente–. Que hay una voluntad de ser indetectable en términos de género canónico y que por eso es multigénero en cierto sentido, ya que la voz que observa el libro no es ni un hombre ni una mujer, ni un hetero, ni una lesbiana, ni todo lo contrario y es todo eso junto, es decir hay un intento de mirar el poliedro que es el cuerpo desde todas las apetencias, identidades y puntos de vista.

Habló de las redes, de lo viejo y lo nuevo en este mundo virtual, de como estamos en el enésimo turno de Grecia con respecto al cuerpo. Y de como Instagram es un campo de batalla donde todavía hay que discutir con esos cánones, de que no hemos avanzado demasiado en la batalla Dionisíaca, que hay un imperativo apolíneo que además se llena de consumo, de opresión, de política, etc. O de que como la cita Nadie está por encima de la ropa sucia de Cynthia Ozick –una de sus escritoras de cabecera– le ayuda determinantemente a conformar esa idea de lo bello, que no lo es tanto para la masa, y que definitivamente terminamos no enseñando en ese endiablado selfie.

Nos cuenta que ahora que lo trans tiene una fuerza política en el discurso colectivo, él cree que sería interesante pensarlo más allá de lo temático, que lo interesante está en el origen de la apetencia, en esa ficción que es ser otra persona. Como por ejemplo en el teatro clásico, que por razones patriacarles pero que son muy delatoras también, los personajes femeninos los hacían hombres ya que las mujeres no tenían permitido actuar. 

Que le interesan las afirmaciones que son y no son suyas, que salen y no de su yo. Nos anima a plantearnos que ¿qué estamos diciendo cuando decimos este cuerpo me gusta, este cuerpo no me gusta o a mí me gustan las personas así o asa? ¿estamos hablando antes o después de la formación de la educación que hemos recibido? ¿La piel es tan instintiva cómo creemos o está muy premiada de cultura? Que a fin de cuentas lo que decimos que nos gusta o no nos gusta forma parte de un discurso cultural.

Aseguró que le interesaba retirarse de esos presupuestos de hombre, hetero, blanco, patriarcal del s. XXI y abrirse hacia otros poros para comprobar que podía ver de una espalda, de una nalga, de unos pies aprendiendo de otras miradas.

Un ejercicio bello, sincero y, supongo que, extraordinariamente liberador, que como resultado nos ofrece una voz en el libro que no es él conversando con otras voces sino una voz coral que le va dando la vuelta a cada parte del cuerpo como si fuese un prisma desde distintos puntos de vista, deseos e identidades.

Aborda el total de nuestro cuerpo en lo que serían treinta partes o capítulos, donde evidentemente muchas de ellas fueron más fáciles de abordar que otras. Y además se propuso desmitificar las más privilegiadas por la tradición artística o poética, bajándolas a la tierra y buscándoles la imperfección, o las cosquillas, nunca mejor dicho. Discutir esos modelos nobles como podrían ser los ojos, los pechos o la espalda frente esos otros rincones periféricos como un talón, el codo o la parte de atrás de las rodillas. Y confesó que en las áreas genitales –por razones obvias, políticas pero también de tradición– tenemos demasiados preconceptos sobre ellas como para intentar mirarlos por primera vez. 

En este libro está el homenaje final que Neuman necesitaba hacerle al cuerpo, ese que en sus últimas novelas ha visitado lateralmente pero que ahora recoge aquí de frente y en todo su volumen. Un libro, dice, inevitable para mí, para mi experiencia de escritura. Un  libro que le hiciese la guerra a Photoshop. Combatirlo no como herramienta, como software, sino como lógica cultural que deviene impotencia estética. El photoshop va reduciendo poco a poco el espectro con el que imaginamos los cuerpos ajenos y contemplamos el propio hasta que hay solo una manera de mirarlo, una especie de pensamiento único, anatómico, y me parece que la función de la poesía y del arte en general es resistir a esa mirada y construir otra.

Y Andrés lo hace desde el sentido del humor, la ironía,  desde el apetito lúdico. Sabe jugar y sabe reír, ya quisieran muchos. Porque como bien dice a veces el humor llega más lejos que la seriedad, que la interlocución con la seriedad es muy de vuelo corto, que no hay verdadera escucha desde la solemnidad. El libro parodia la solemnidad empleando un lenguaje elevado para parodiarlo. Mostrando hasta que punto es absurdo el exceso de seriedad. 

Lo triste de intentar parecer eternamente joven es que si a una cara de cincuenta años le intentas quitar treinta años de encima, le estas quitando toda su memoria narrativa. No hay historia sin arrugas. 

El paso del tiempo puede no ser solamente una erosión de la belleza si no un modo de generarla. La belleza es lo que sucede cuando el tiempo atraviesa las cosas. 

Por Chechu Zeta | 25 octubre 2019[/vc_column_text][vc_empty_space height=»2em»][/vc_column][/vc_row]

PAUL B. PRECIADO O EL TIEMPO QUE AÚN NO HA SUCEDIDO

[vc_row][vc_column][wolf_fittext max_font_size=»72″ text=»PAUL B. PRECIADO O EL TIEMPO QUE AÚN NO HA SUCEDIDO» font_weight=»500″ letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»3em»][vc_column_text]

Creo recordar que la primera vez que escuché el nombre de Paul B. Preciado fue en un espectáculo de El Conde de Torrefiel en el CDN. Supongo que al salir del teatro busqué su nombre en internet y en algún momento, pasado el tiempo, terminé leyendo alguno de sus textos en la red. Aunque no podría recordar ahora mismo qué fue exactamente lo que leí en aquel primer contacto. Lo que no he olvidado es la sensación como de estar en casa, fue algo parecido a llegar al hogar lo que aquellas palabras me produjeron. De algún modo, su universo no era del todo nuevo ni desconocido para mí pero la manera en la que lo exponía fue algo que me pareció completamente revelador. Si la calculadora no me falla han pasado cinco años de aquello.

El filósofo y comisario de arte burgalés presentaba la semana pasada en la librería La Central de Callao su último libro Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce  (Anagrama, 2019) en el que reúne más de setenta artículos escritos para el diario francés Libération entre 2013 y 2018. En ellos relata su proceso de transformación de Beatriz en Paul B., donde las hormonas y el cambio de nombre legal son tan importantes como la escritura. Esta no es solo la crónica de una transición de género, sino también la de una transición planetaria: Preciado analiza otros procesos de mutación política, cultural y sexual, abordando temas diversos, como el procés catalán, el zapatismo en México, la crisis griega, la América de Trump, las nuevas formas de violencia masculina, la apropiación tecnológica del útero, la figura de Assange, el trabajo sexual, el acoso a niños trans o el papel de los museos como motores de una revolución cultural posible.

Media hora antes de que comenzara el acto en la última planta de la librería ya no cabía ni un alfiler, la expectación y el ambiente –casi festivo– eran incontenibles. No era para menos, el protagonista hace más de una década que no vive en España y no es muy normal poder disfrutar de su presencia por estos lares. El espacio era demasiado pequeño para acoger a todes les que queríamos oír y ver en directo a una de las mentes más poliédricas y brillantes que ha dado nuestro país en mucho tiempo, el mismo que si tiene que definirse lo hace así: No soy un hombre. No soy una mujer. No soy heterosexual. No soy homosexual. Soy un disidente del sistema sexo-género. Soy la multiplicidad del cosmos encerrada en un régimen epistemológico y político binario, gritando delante de ustedes. Soy un uranista en los confines del capitalismo tecnocientífico.

Escuchar a Preciado te transporta a otro lugar, a otro tiempo, a una realidad que no existe. Una utopía a la que constantemente nos empuja e invita a conquistar. Cada palabra que sale de su boca lo hace para articular un discurso de ataque contra todo lo establecido, contra todos los patrones que conocemos y que hemos asumido como la norma y lo normal de nuestra sociedad. Afronta una lucha personal contra cualquier tipo de etiqueta, te anima a deshacerte de la que sea que te apliques a ti mismo, a dejar de hacerlo cuanto antes. Sostiene que cualquier identidad en la que nos reconozcamos terminará por convertirse en la peor de nuestras jaulas. 

Supongo que para los gobiernos y los poderes establecidos el pensamiento cósmico y extraterrestre que proyecta Paul B. Preciado, lo convierte en lo más parecido a un terrorista al que vigilar de cerca. Para mí escuchar sus teorías y sus infinitas y revolucionarias propuestas para cambiar la estructura global del planeta me hace conectar con la esperanza y la posibilidad –quién sabe– de que las sociedades del futuro sean capaces de aplicarlas e incluirlas en el funcionamiento de sus estructuras.

Cualquiera de los cinco libros que ha publicado hasta el momento constituyen una poderosa arma contra cualquier intento de colonización de las almas y cuerpos por parte del sistema. Toda su obra es filosofía, claro está, pero también literatura, y por supuesto lucha queer. Preciado es un pensador autocobaya, piensa con y a través de su propio cuerpo. Una luz radical, bella y provocadora que se anticipa de tal modo, que quizá aún sea preciso aguardar a tiempos venideros para que su deslumbrante discurso sea entendido en toda su dimensión. Y como bien dice Virgine Despentes en el prólogo de Un apartamento en Urano:  

Los niños nacidos después del año 2000 leerán tus textos, entenderán lo que propones y te amarán. Desde tu pensamiento, desde tu horizonte, desde tus espacios. Escribes para un tiempo que aún no ha sucedido. Escribes para los niños que aún no han nacido y que vivirán, como tú, en esta transición constante, que es lo propio de la vida. 

Por Chechu Zeta | 16 octubre 2019

 

 

 

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Escuela de Interpretación Madrid

«LOS ACTORES RUTINARIOS, LOS ESPÚREOS»

[vc_row][vc_column][wolf_fittext max_font_size=»50″ text=»Los actores rutinarios, los espúreos» title_tag=»h1″ font_weight=»500″ letter_spacing=»0″][wolf_fittext max_font_size=»20″ text=» Elogio del actor en VALENTÍN de Juan Gil-Albert» title_tag=»h2″ font_weight=»500″ text_transform=»none» letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»3em»][vc_column_text]

Qué triste sería que las mujeres y hombres del teatro pensáramos esto de dedicarnos a la escena solamente a la luz de los manuales de interpretación, de los libros de teoría teatral, de las historias del teatro y de las artes escénicas; cuántas veces no hemos encontrando en la poesía, en la filosofía, en la medicina, en la escultura, en la música, en la pintura, en la química, etc.,  apuntes, notas, ideas, que se han convertido en disparadores poderosos para la escena. Porque a veces la línea más recta al hallazgo es la tangente. El teatro, o al menos su promesa,  sabe esperarnos en los lugares más inesperados.

Hace unos años el periodista Víctor Fernández me regaló Valentín, novela del autor alcoyano Juan Gil-Albert. Hasta la lectura de ese libro yo había contemplado a Gil-Albert como un asteroide nebuloso que entraba y salía fugazmente de la órbita de astros mayores. Sin embargo, Valentín produjo en mí una impresión tan honda y profunda que, al levantar la vista de su último párrafo —que no el corazón, que allí seguía atrapado— brillaba por derecho y con nombre propio el planeta Gil-Albert.

La novela, con epílogo del poeta Jaime Gil de Biedma, cuenta la historia de la pasión desgraciada de Richard, actor de una compañía de teatro isabelino. Escrita como una paráfrasis en prosa del Otelo de Shakespeare,  y construida sobre fragmentos de muchísimas obras del mismo dramaturgo, Valentín habla de los estragos de la homofobia interiorizada.

Mi admiración se acrecentó aún más cuando supe que la novela había sido escrita en 1964, quizá tras el periodo más oscuro del exilio interior de Gil-Albert; cómo es sabido, éste regresó a España en 1947, padeciendo desde ese momento el desprecio personal y literario de la España franquista y quizá también de la España del exilio. Sin embargo, la década que transcurre entre el final de la redacción y la publicación de la novela en 1974 aparece como el triunfo de la voluntad de un hombre pese a estar colmado de incomprensiones y soledades; un hombre que asume su condición de margen, de verso suelto, casi de fantasma; y desde ahí, desde ese margen que hubiera arrumbado a tantos otros, convirtió la literatura en el refugio donde guarecerse. Su obra es la literatura del vencido que no se deja vencer, del homosexual que pasea las calles de una España inmisericorde con tantos de sus hijos y especialmente los homosexuales; poeta de guardia donde nadie lo aguarda, un humanista en tiempos inhumanos.

Todo eso se suma al altísimo mérito artístico de una obra que es fundamentalmente un  homenaje al teatro y que esconde entre sus páginas una emocionante reflexión sobre el oficio del actor. Y ya que estas líneas, que espero sirvan de invitación para la lectura de la novela, se publican en el espacio virtual de un estudio de interpretación, el de Juan Codina, creo de interés recuperar aquí algunos párrafos.

El protagonista de la obra de Gil-Albert, hereda de sus padres el oficio de actor. Así el joven Richard vive la repentina muerte de su padre no tanto como una tragedia sino como el tránsito necesario para el despertar de su vocación actoral:

Empiezo pues: he vivido al teatro desde mi tierna edad. Mi padre era actor y medio titiritero. Representaba comedias, pero, con sus compañeros de profesión, tenía que improvisar, en las plazas de los poblados, espectáculos de pericia y de agilidad como fin de fiesta. Ejecutando uno de sus saltos mortales, desde un alto trampolín, halló una tarde efectivamente la muerte. Tenía yo diez años y sentí su pérdida, como he comprendido después, más como la iniciación de mi destino que como un cataclismo: de mi destino autónomo, por decirlo así.

Hay algo profundamente turbador en el párrafo anterior. La necesidad, por así decirlo, de matar al padre, que es maestro. Percibimos claramente el sustrato edípico en esta revelación, que se acentúa aún más cuando Richard nos habla de la veneración que siente por su madre, sastra de teatro:

Él era impulsivo, nómada, saltarín; ella resignada. Dedicada a la sastrería, era, también, confeccionadora de disfraces y pelucas, galas destinadas a la ficción, al teatro, y su seriedad y su buen cumplimiento, le valieron, entre los faranduleros, fama de gran mujer a la que, si unos contaban sus cuitas, otros encomendaban sus ahorros.

Sin detenernos demasiado en este punto, Gil-Albert parece remitir a una grieta fundacional del artista, a una sacudida de los cimientos en algún punto de la infancia, a ese ausentarse del mundo aparente de los niños que luego van a dedicarse a eso de “ser artistas”. Pero, por fortuna, lejos de ahondar en estas sombras, pronto descubrimos el inmenso goce que supone para el protagonista dedicarse a la interpretación:

Y heme de pronto convertido en actor, declamador, espadachín, héroe, asesino. ¡La escena! No concibo otro oficio, otra aventura, otra laboriosidad. ¿Podía haber sido otra cosa que lo que fui este ser cambiante lo llamaría yo que, por un talento que se nos otorga, y que para tentarnos se disfraza de necesidad, de necesidad y aun de indigencia, parece resumir en sí lo proteico del alma ajena, paralizada en vivo por unos instantes como si, por un don instintivo de ubicuidad, o quién sabe si por la constancia en nosotros de un espíritu múltiple, nos prestáramos a encarnar, insuflando nuestro aliento, la fisionomía y el drama de un ser transitorio y siempre distinto? ¡Sí, resplandor escénico, inquietante proyección personal en la nada del mundo! ¡Cuánto placer te debo, ocupación febril, superación excitante, abatimiento! Nada podría compararse a esta vida tránsfuga en la que el actor hace las veces de un diamante tornadizo por debajo de cuyas facetas, tiñéndolo como el estilo de un pintor o el acento de una música, revelamos la presencia inconfundible de una corporeidad: la de un ser expresivo que se transfigura perpetuamente sin dejar de ser él, él y no otro. Sí, agradezco a todos los cielos el que, entre todos los oficios a los que el hombre ve supeditada su vida, me haya brindado éste que, en lugar de reprimir, expansiona?

Qué bellísima manera de definir el oficio del actor,  qué certero modo de abordar el asunto de la predestinación (o disposición) sin caer en petulancias narcisistas, qué celebración de la alegría del teatro.

Aunque lo siguientes párrafos bordean lugares comunes sobre la bohemia del oficio —recordemos que describe una compañía del siglo XVII—, se ocupa con tino del don “de la facilidad”, de aquellos intérpretes que expresan su arte “como el agua la frescura y el sol la luz”, porque son poseedores de un secreto.

¿Es acaso un oficio? ¿No parece más que un debe, una gracia, una lujosidad? ¿Que se cumpla en su cometido un trabajo que es tan libre y, a la vez, por así decirlo, tan radical, ya que se acopla de modo natural y flexible al módulo expresivo de la vida misma? El actor expresa el arte como el agua la frescura y el sol la luz, porque lleva en sí el secreto de sus principios constitutivos, la generosidad efectiva de sus condiciones inalienables. Se está dedicado a un trabajo, no como una esclavitud,  ni siquiera como una obligatoriedad, sino simplemente como una expresión. Así he vivido yo mi función como una forma de libertad. ¡Labor sin horarios retribuidos, sin encierros monótonos, sin fastidiosos sedentarismos burocráticos, que cambia de lugar, de luz, de público!

Ya por último, Gil-Albert nos regala este párrafo que esconde un relámpago de verdad porque señala a aquellos que viven el teatro como una rutina, que no arriesgan ni se arriesgan, que no entienden cuántas sombras han de atravesarse para regalar algo de luz, que están en la profesión pero mirándola como desde fuera, como a salvo, espúreos, rutinarios. Por fortuna, están los otros, los que se pierden una y otra vez por encontrarse, los que se arrojan al fuego para alumbrarnos, los que pasando “por divertir a los demás” preparan la más hermosas de las emboscadas.

Bien sé que no todos los que pisan las tablas han sido sellados por el cumplimiento de su fin: existen los rutinarios, los espúreos, que conviven con nosotros, que parecen acompañarnos en una misión que es, en ellos, únicamente tarea; podrían remendar calzado o transportar mercancías sin que estos menesteres supusieran en sus almas deformación o relajamiento. El sino, como en otros aspectos del vivir, se da en unos pocos, que son los que reciben la gracia, y con ella, faltamente, su trasfondo inevitable de inquietud y de sufrimiento. Sin esta inquietud, sin este sufrir, poco puede lograrse de valedero. Incluso en nosotros, los que pasamos por divertir a los demás. Extraña diversión con trampa que, sacando a los hombres de su lugar común, los espolea, haciéndolos entrar, por sorpresa, en las laberínticas vicisitudes del drama humano, en las perplejas inseguridades del alma movediza.

Por Alberto Conejero | 8 abril 2019[/vc_column_text][vc_empty_space height=»2em»][/vc_column][/vc_row]

Escuela de interpretación en Madrid

GLOBAL TEACHER PRIZE

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La Keriko Mixed Day es una escuela de educación secundaria que hay en  Pwani Village, un remoto lugar que se encuentra en el valle del Rift en Kenia. Sus instalaciones no son gran cosa, no está muy bien equipada, realmente carece casi de dotación de cualquier tipo. Solo tienen un ordenador –que tienen que compartir, claro está– y que se conecta más mal que bien a internet en aulas donde cada uno los profesores tiene que hacerse cargo de hasta 58 alumnos en el transcurso de sus clases. Bueno, eso si los alumnos consiguen llegar hasta el centro, claro, por caminos de hasta 7 kilómetros que recorren a pie y que en época de lluvias se tornan bastante imposibles.

El 95% de los que acuden a clase son pobres, casi un tercio son huérfanos o tienen un solo progenitor. La realidad de la región no es muy esperanzadora. El hambre acecha y el abuso de drogas, los embarazos de adolescentes, los matrimonios jóvenes y el suicidio se han convertido en algo común.

Hace algunos años llegó al equipo de pedagogos un joven profesor de Ciencias  –hijo, sobrino y primo de otros que también dedicaron su vida a enseñar– que después de haber impartido clases en la enseñanza privada sintió que su sitio no era aquel y que su trabajo sería más productivo y necesario en una comunidad más pequeña. Un lugar que le permitiese desarrollar su trabajo de una manera más cercana, más desde dentro. Sentía que tenía que involucrarse más y de mejor manera.

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PETER TABICHI EN CLASE

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No tardó en ser uno más del pueblo y desde que llegó no ha parado de liarla en la escuela –han ganado la competición nacional de ciencias y el equipo de matemáticas del centro está clasificado para un torneo científico y de ingeniería en Arizona (EEUU), también han conseguido un premio de la Royal Society of Chemistry después de aprovechar la vida vegetal local para generar electricidad– y fuera de ella, porque en su intento de involucrarse al mayor número de personas que conforman el pequeño pueblo, los fines de semana coge su moto y enseña a las familias de sus chavales a cultivar de forma más eficiente y ecológica las tierras semidesérticas que trabajan.

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PETER TABICHI. MOTO

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Y ya que está metido en faena y una cosa lleva a la otra, pues aprovecha, y tras horas de escuchar a unos y otros, se le ocurrió crear el Club de la Paz donde trata de aportar y sembrar concordia, debatiendo y construyendo posibles futuros con los miembros de las siete tribus que habitan la zona y que no hace tanto tiempo, en 2007, tras años de tensión y diferencias se vieron envueltos en una dolorosa masacre civil.

El maestro, que además es hermano franciscano, ha conseguido con sus alumnos algo fundamental en esta complicada tarea de enseñar, que crean en sí mismos, ha mejorado potencialmente su autoestima, ha reducido el ausentismo y ha duplicado en 400 las inscripciones que ha recibido el centro en los tres últimos años.

Por esto y por otras tantas y notables razones el jurado del Global Teacher Prize, el Nobel de los maestros, nombraba el domingo pasado a Peter Tabichi  ganador de la edición de este 2019 a la que optaban casi 10000 candidatos de todo el mundo. Lo primero que dijo al recoger el premio fue que “este premio no me reconoce a mí, sino a la gente joven de ese gran continente. Estoy aquí solo porque mis alumnos lo han logrado. Este premio les da una oportunidad, le dice al mundo que ellos pueden ser lo que quieran

Enhorabuena, necesitamos muchos como tú.

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Alfredo Sanzol nos habla acerca de EL EMPRENDEDOR

EL EMPRENDEDOR

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Aquí hay un plan que consiste en hacer creer que:

Los jueces están comprados. Los políticos son todos iguales. Los artistas son gilipollas. Los médicos no dan una. Los científicos son parásitos. Los empresarios son la mafia. Los intelectuales el paleolítico. Los periodistas unos falsos. Los arquitectos egomaniacos y la lista puede llegar hasta el infinito y tocar casi todas las profesiones y trabajos menos uno: EL EMPRENDEDOR. El emprendedor está impoluto. ¿Por qué? Procedo a pensar.

Lo primero que llama la atención es que la palabra “emprendedor” no quiere decir nada. Cualquier actividad se enmarca dentro de un campo de actividad ya existente, incluso aquellas que tienen por destino crear en el futuro una actividad totalmente nueva. Un emprendedor siempre es algo. Es un científico, un empresario, un artista… algo. Entonces, cuál es la imagen esencial que se quiere transmitir del emprendedor. La imagen del SOLITARIO. El emprendedor no pertenece a ningún gremio. No tiene vínculos. Se hace a sí mismo. Tiene movilidad absoluta. Va a lo suyo y tiene un sueño: su movida. No tiene vínculos. No comparte intereses. No tiene hijos. Lo que le pase es responsabilidad suya. Es el culmen del sueño neoliberal: crear una sociedad de seres desvinculados, incapaces de ser conscientes de que comparten la vida, desarraigados de vínculos emocionales que pongan por delante a las personas antes que: “sus movidas”. No puede montar huelgas, no cobra pensiones, no comparte, no le interesa lo público, no forma parte del Estado, ni de ningún colectivo. Un emprendedor no tiene ni comunidad de vecinos.

Me llamo Alfredo Sanzol, soy autor y director de teatro, en España hay muchos autores y directores, en Europa también, y en el mundo. Formo parte de ese colectivo. Esas personas son mis compañeros. Comparto su destino. Creamos, inventamos, emprendemos, con mucho trabajo y sacrificio, y lo último que quiero ser en mi vida es “un emprendedor”.

Por Alfredo Sanzol | 14 marzo 2019

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