GLOBAL TEACHER PRIZE
[vc_row][vc_column][wolf_fittext max_font_size=»72″ text=»GLOBAL TEACHER PRIZE 2019″ font_weight=»500″ letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»3em»][vc_column_text]
La Keriko Mixed Day es una escuela de educación secundaria que hay en Pwani Village, un remoto lugar que se encuentra en el valle del Rift en Kenia. Sus instalaciones no son gran cosa, no está muy bien equipada, realmente carece casi de dotación de cualquier tipo. Solo tienen un ordenador –que tienen que compartir, claro está– y que se conecta más mal que bien a internet en aulas donde cada uno los profesores tiene que hacerse cargo de hasta 58 alumnos en el transcurso de sus clases. Bueno, eso si los alumnos consiguen llegar hasta el centro, claro, por caminos de hasta 7 kilómetros que recorren a pie y que en época de lluvias se tornan bastante imposibles.
El 95% de los que acuden a clase son pobres, casi un tercio son huérfanos o tienen un solo progenitor. La realidad de la región no es muy esperanzadora. El hambre acecha y el abuso de drogas, los embarazos de adolescentes, los matrimonios jóvenes y el suicidio se han convertido en algo común.
Hace algunos años llegó al equipo de pedagogos un joven profesor de Ciencias –hijo, sobrino y primo de otros que también dedicaron su vida a enseñar– que después de haber impartido clases en la enseñanza privada sintió que su sitio no era aquel y que su trabajo sería más productivo y necesario en una comunidad más pequeña. Un lugar que le permitiese desarrollar su trabajo de una manera más cercana, más desde dentro. Sentía que tenía que involucrarse más y de mejor manera.
[/vc_column_text][vc_empty_space height=»3em»][wolf_single_image image=»5107″][vc_column_text]
PETER TABICHI EN CLASE
[/vc_column_text][vc_empty_space height=»2em»][vc_column_text]
No tardó en ser uno más del pueblo y desde que llegó no ha parado de liarla en la escuela –han ganado la competición nacional de ciencias y el equipo de matemáticas del centro está clasificado para un torneo científico y de ingeniería en Arizona (EEUU), también han conseguido un premio de la Royal Society of Chemistry después de aprovechar la vida vegetal local para generar electricidad– y fuera de ella, porque en su intento de involucrarse al mayor número de personas que conforman el pequeño pueblo, los fines de semana coge su moto y enseña a las familias de sus chavales a cultivar de forma más eficiente y ecológica las tierras semidesérticas que trabajan.
[/vc_column_text][vc_empty_space height=»3em»][wolf_single_image image=»5108″][vc_column_text]
PETER TABICHI. MOTO
[/vc_column_text][vc_empty_space height=»2em»][vc_column_text]
Y ya que está metido en faena y una cosa lleva a la otra, pues aprovecha, y tras horas de escuchar a unos y otros, se le ocurrió crear el Club de la Paz donde trata de aportar y sembrar concordia, debatiendo y construyendo posibles futuros con los miembros de las siete tribus que habitan la zona y que no hace tanto tiempo, en 2007, tras años de tensión y diferencias se vieron envueltos en una dolorosa masacre civil.
El maestro, que además es hermano franciscano, ha conseguido con sus alumnos algo fundamental en esta complicada tarea de enseñar, que crean en sí mismos, ha mejorado potencialmente su autoestima, ha reducido el ausentismo y ha duplicado en 400 las inscripciones que ha recibido el centro en los tres últimos años.
Por esto y por otras tantas y notables razones el jurado del Global Teacher Prize, el Nobel de los maestros, nombraba el domingo pasado a Peter Tabichi ganador de la edición de este 2019 a la que optaban casi 10000 candidatos de todo el mundo. Lo primero que dijo al recoger el premio fue que “este premio no me reconoce a mí, sino a la gente joven de ese gran continente. Estoy aquí solo porque mis alumnos lo han logrado. Este premio les da una oportunidad, le dice al mundo que ellos pueden ser lo que quieran”
Enhorabuena, necesitamos muchos como tú.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]