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Richard Gwyn

POETA VIVO Y MUERTO

[vc_row][vc_column][wolf_fittext max_font_size=»72″ text=»POETA VIVO Y MUERTO» font_weight=»500″ letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»3em»][vc_column_text]

El narrador de este libro escribe vivo y muerto. Hace ya bastantes años, al poeta galés Richard Gwyn le diagnosticaron una hepatitis C que lo condujo a una cirrosis terminal, la cual sólo podía acabar en trasplante o fallecimiento. Pero, incluso en el primer caso, otra persona –«un extraño»– debía morir antes, con todo lo que eso implicaba de expectativa y pánico, de culpa y salvación entrelazadas. Precisamente este concepto, la muerte de un extraño, funciona como punto de vista narrativo en El desayuno del vagabundo (editorial Pre-Textos). Sólo que aquí ese otro es también él mismo. 

En esta memorable autobiografía —que es además un ensayo tan íntimo y conflictivo como el Estar enfermo de Virginia Woolf— su autor nos relata cómo salvó la vida a última hora gracias a un trasplante de hígado. Un hígado como el que Roberto Bolaño se quedó esperando. Ese que su hepatólogo no logró conseguirle a tiempo, mientras él le dedicaba un texto que se publicaría póstumamente. El hígado que hoy Gwyn le dedica a Bolaño. 

Las consecuencias éticas y poéticas del trasplante quedan analizadas por el excelente poeta que ha sido siempre Gwyn y, al mismo tiempo, por el crítico que también es. Sólo desde este desdoblamiento, que en última instancia se relaciona con su vocación de traductor, podía afrontarse con éxito ese otro desdoblamiento radical que propone el texto: el de una mirada póstuma sobre la propia vida. Ideal narrativo después del cual, en cierta forma, sólo cabe el silencio. «Me he convertido en algún tipo de zombi», bromea, o no tanto, el narrador, mientras nos cuenta cómo pudo seguir viviendo gracias al cuerpo de otra persona. Y, antes de que se produzca esta inflexión iniciática, desarrolla un teoría del dolor y sus límites, del mutismo que aguarda más allá de lo físico. 

«Se me ocurre», escribe Gwyn, «que he pasado diez años investigando la subjetividad del enfermo, que he dedicado una tesis a la construcción narrativa del paciente, que he publicado en revistas especializadas e incluso escrito un par de libros sobre el tema…» En efecto, quien haya pasado una temporada en un hospital, o cuidando a un ser querido, conoce esa sensación: estar enfermo de enfermedad. «Nada de eso puede ayudarme ahora», concluye el autor: «estoy en una zona post-discursiva. He llegado al Fin de la Teoría». Un fin que tampoco nos cura de nada, salvo quizá de la esperanza de encontrar El Remedio Final, La Idea Filosófica, La Comprensión del Fenómeno. Males altamente tóxicos para el metabolismo de la literatura. 

Sorteando estos peligros, Gwyn nos ofrece impagables reflexiones sobre el cuerpo, sobre qué es contar una vida, sobre cómo la enfermedad transforma la mirada y, de algún modo terrible, también vivifica la memoria. «De vez en cuando», escribe, «sentimos la necesidad de volver a empezar, de liberarnos de todas las posesiones –o narraciones– acumuladas durante la vida». Su escritura funciona entonces a modo de despojamiento para un personaje demasiado lleno, infestado de memoria física. 

En permanente búsqueda de un punto de observación literaria de su propia dolencia, la voz protagonista va construyendo una narrativa de la enfermedad, una especie de sintaxis del paciente. En el libro se analizan dos lógicas opuestas, que combaten entre sí manteniendo el equilibrio: la lógica de la restitución, donde la salud funciona como una normalidad destinada a recuperarse; y la lógica del caos, que refuta la anterior anulando cualquier posibilidad de regreso al bienestar. Por el justo medio entre ambas, o más bien por un difícil tercer camino, avanza la voz funámbula de Gwyn, que se pasó una década vagabundeando por países mediterráneos (en particular España y Grecia), hundido en el alcoholismo aunque también en turbias epifanías. 

Esas revelaciones dieron el fruto de este libro, que relata aquellos años de viaje y adicción, o de adicción al viaje. En su reciente poemario Stowaway (Polizonte), el autor evoca los encuentros humanos en los márgenes que fueron dibujando un mapa outsider. Un grupo de desclasados que conforman la cara oculta de sus países o, dicho de otro modo, el inconsciente de sus respectivas sociedades: «Me los encuentro en tránsito, en bares sombríos o albergues,/ en pasarelas de canales, en cementerios abandonados./ Hombres nerviosos, transpirados; mujeres que siguen un código de etiqueta/ propio de una cultura ficticia. Con rastas desteñidas, apelmazadas,/ sin lavarse durante semanas; con camisetas del ejército,/ pantalones cargo, bolsillos repletos/ de droga y cuerda, piedras, algas, chicles;/ bocas preparadas para salirse por la tangente…» 

El Desayuno del vagabundo (que debe su título al irónico diálogo que sostiene el narrador con su amigo tunecino Fadi, filósofo formado en la cárcel) cuenta a continuación el proceso de su enfermedad y las metamorfosis que fue causando. Su casi inexplicable recuperación. Y, sobre todo, el problema de cómo escribirla. Esta pregunta básica —¿qué es escribir la experiencia, qué experiencias produce la escritura?— infecta el libro entero. Otro poema del mencionado Stowaway sintetiza a la perfección las inquietudes resultantes: «Cada noche se despierta a la misma hora, entre las tres y las cuatro, perplejo por las rutas que hace años tomó (…), atisbando momentos de un viaje recordado a medias. O quizá se equivoque, y no es el viaje lo que lo despierta, sino la necesidad de escribir sobre él (…) ¿Cómo alcanzamos el estado en que la cosa recordada se mezcla con su recuerdo mismo, el acto de escribir con el objeto de esa necesidad…?»

Resultará difícil que sus lectores dejemos de sentirnos cuestionados sobre nuestra propia experiencia, que suele basarse en un concepto más o menos maniqueo de esas dos potencias totalitarias —como las calificó Bolaño— llamadas salud y enfermedad. Y quién sabe si, también, sobre la división entre el cuerpo y esa protuberancia que denominamos alma. Partiendo del que tal vez sea el mejor ensayo del maestro chileno (incluido en El gaucho insufrible), Gwyn razona en ecuaciones hasta concluir que la enfermedad termina despejando toda incógnita. Cualquier elemento al que se sume queda restado, subsumido: sexo + enfermedad = enfermedad; viaje + enfermedad = enfermedad; sexo + enfermedad = enfermedad, y así sucesivamente. 

Retomando ciertos conceptos de Susan Sontag, El desayuno del vagabundo nos presenta dos reinos que se sueñan opuestos: el de los enfermos y el de los sanos. El narrador ha vivido en ambos, y ya no está seguro de cuál es el suyo. «Es», lo resume Gwyn, «como si tuviera dos pasaportes de países que sospechan el uno del otro»… Los súbditos del reino de los sanos, por supuesto, recelamos de nuestro reino futuro. Tomamos nota de él. Lo estudiamos en busca de algún pasaporte diplomático que nos ahorre los trámites más sórdidos. Al terminar nuestro desayuno con Gwyn, tenemos la sensación de hallarnos a un paso de la frontera, asustados y agradecidos. 

Con hilarantes golpes de humor escatológico que alivian sin anestesiar, a semejanza del Profesor W (de quien el narrador dice, acaso autorretratándose, que «tiene un lindo sentido para lo macabro que no puede mantener a raya»), este portentoso libro toca la vena de lo que somos en primer o segundo grado: supervivientes que hablan. Y también, por fortuna, lectores que escuchan y viven más. 

Por Andrés Neuman | 10 octubre 2019[/vc_column_text][vc_empty_space height=»2em»][/vc_column][/vc_row]

QUE LA FUERZA OS ACOMPAÑE

[vc_row][vc_column][wolf_fittext max_font_size=»72″ text=»QUE LA FUERZA OS ACOMPAÑE» font_weight=»500″ letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»3em»][vc_column_text]A mis padawanes:

Si me dicen que me queda una hora de vida, no me lo pienso, acudo al primer vicario joven, guapo y de boca mediterránea que encuentre urgiéndole confesión. Aclaro que en ningún caso es el arrepentimiento el motor de mi deseo, y sí el arrebato que a cualquier dama del teatro ilumina si sabe que tiene la oportunidad de representar a lo grande su última función. Es obvio que en este microteatro fatal no tiene la verdad cabida, un poco ordinaria ante el decisivo paso. Solo la partitura de la mentira salva al actor del vacío. No pierdo pues, la oportunidad que el arte del monólogo ofrece e invento una vida abyecta, llena de pecados y aflicción. Dificilísima de perdonar. Confío en que mi bello confesor, a pesar de no recibir la separata de su réplica final, es lo suficientemente previsible para preguntar con horror: “Hijo, ¿te arrepientes de tan espantosos pecados?” Y yo contestar: “Pues… no Padre, pero sea caritativo y béseme antes de morir. Piense que el último suspiro solo merece el deleite” Conmovido, el Príncipe de la Iglesia abre las puertas del Evangelio que de su boca sale, y besa a la melancólica rana que siempre fui. Entonces, sí, en el instante del beso concentro toda mi vida… incompleta… que se va. Y en el centro del beso, como una corola que sabrosa se abre para que las abejas liben, se revela el sueño que a la hora de la muerte, más orgulloso se vuelve.

Hace doce años inaugurábamos un espacio comprometido en la formación de actrices y actores, aunque lo más emocionante ha sido asistir a su desarrollo personal: como hombres y mujeres. Hoy comienza un nuevo año. Nada me hace sentir tan vivo como saberme el comandante de un ejército de padawanes.

QUE LA FUERZA OS ACOMPAÑE Y FELIZ AÑO NUEVO, INCAUTOS 

Por Juan Codina  | 1 octubre 2019

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LAS BECAS DE LA FUNDACIÓN JUAN CODINA

[vc_row][vc_column][wolf_fittext max_font_size=»40″ text=»El acuerdo entre La fundación ATRESMEDIA y la Fundación Juan Codina para becas» title_tag=»h1″ font_weight=»500″ text_transform=»none» letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»3em»][vc_column_text]

La Fundación ATRESMEDIA y la Fundación Juan Codina alcanzan un acuerdo para becar a alumnos con discapacidad en Interpretación.

Los alumnos que quieran acceder a estas becas tienen hasta el 30 de Junio para presentar su solicitud.

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La directora general de la Fundación ATRESMEDIA, Carmen Bieger y el director del Estudio, Juan Codina

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La Fundación ATRESMEDIA y la Fundación Juan Codina han firmado un acuerdo de colaboración, enfocado a ofrecer un programa de becas para personas con discapacidad en cursos de Interpretación.

Esta iniciativa se enmarca dentro del Proyecto PRO, la primera escuela audiovisual para personas con discapacidad creada en 2010 por la Fundación ATRESMEDIA, con el fin de favorecer su integración social y laboral.

A la firma del convenio han asistido el Director del Estudio, Juan Codina, y la Directora general de la Fundación ATRESMEDIA, Carmen Bieger.

En virtud de este acuerdo, Estudio Juan Codina pone a disposición del Proyecto PRO dos plazasen su Formación Regular en Interpretación.

La formación comenzará en el mes de Octubre y se extenderá durante tres cursos lectivos. Al finalizar, los alumnos recibirán un Certificado de Estudios finalizados del Estudio Juan Codina.  

El plazo de recepción de solicitudes permanecerá abierto hasta el próximo 30 de junio. Los futuros alumnos podrán inscribirse en proyectopro.org, donde encontrarán también datos sobre las bases y el formulario, o llamando al teléfono 91 6230727. Para optar a las becas, deberán superar un proceso de selección que incluye dos entrevistas.

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Escuela de interpretación en Madrid

LA NOCHE DE MAX EXTRELLA

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Ya está todo preparado para realizar la peregrinación bohemia que se organiza cada año —ideada por Ignacio Amestoy y dirigida por Ainhoa Amestoy y Javier Huerta—, con la intención de que los devotos de Max Estrella, el inolvidable protagonista de Luces de Bohemia de Valle-Inclán, celebren al autor y su personaje recorriendo los escenarios más significativos de Madrid por los que discurre esta obra culmen del esperpento.

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Te puedes unir a esta procesión laica en cualquier punto del recorrido (los horarios son aproximados): 

18:00h. Mayor, 84. Como es ya costumbre inveterada, se congregan los bohemios, cerca del Pretil de los Consejos, donde se inicia el viaje a ninguna parte de Max Estrella, acompañado de su perro lazarillo, poco de fiar, don Latino de Hispalis. Ainhoa Amestoy y Javier Huerta, barandas de la ronda nocturna, abrirán boca recitando a pachas el romance de «Valle y Lorca, Lorca y Valle», escrito para la ocasión por un ingenio de esta corte. A continuación, el catedrático Francisco Gutiérrez Carbajo, teatrero de pro en la UNED, pronunciará el pregón de salida. Casa Ciriaco, taberna de solera y tronío, ofrecerá, para tomar fuerzas, un refrigerio a los cofrades.

18:30h. Santa Clara, 3. Ante la casa de Mariano José de Larra donde un aciago 13 de febrero de 1837 sonó la fatal detonación. Carmen Losa, virtuosa de las palabras y las acciones en la contemporaneidad teatral, contemplará a Fígaro desde la atalaya de la mujer de hoy, con Dolores Armijo en la recámara.

18:45h. Plaza Mayor. Junto a la estatua del rey Felipe III, conmemorando la inauguración en 1619 de tan histórico lugar, que habría de ser magnificente escenario de corridas de toros, juegos de cañas y fiestas sacramentales durante el siglo de los Austrias. Obra del arquitecto Juan Gómez de Mora, nadie mejor para recordarlo que otro arquitecto ilustre, Juan Miguel Hernández León, presidente del Círculo de Bellas Artes, prologado por Ignacio Amestoy. Intervendrán después Juan Cañas, músico y actor de la Cía. Ron Lalá, y la dramaturga Julieta Soria, que interpretarán un fragmento sobre Madrid de su reciente y tirsiana obra Mestiza.

19:15h. Plaza de San Ginés. Frente a la Chocolatería de San Ginés, antigua Buñolería Modernista, lugar gamberro donde los haya de Luces de bohemia. De aquellos jóvenes modernistas a los jóvenes artistas de la Real Escuela Superior de Arte Dramático, asunto del que nos hablará su director, Pablo Iglesias Simón. Y también el profesor Eduardo Pérez-Rasilla, que acaba de publicar una edición fetén de la Biblia de los cofrades, o sea, Luces de bohemia. Y para aquellos que empiecen a sentir gusa habrá algún que otro churro, gentileza de la popularísima Chocolatería.

19:45h. Puerta del Sol. Casi en el mismísimo kilómetro cero, ante la proteica fábrica de la Casa de Correos, que fuera después Gobernación, y fuera después (¡lagarto, lagarto!) Dirección General de Seguridad, y ahora es sede de la Comunidad de Madrid. El ya mencionado Ignacio Amestoy, laureadísimo autor y artífice de la Noche de Max Estrella, hará la remembranza de tan histórico lugar, con más sombras que luces, a más de sus aledaños: Pica Lagartos, Café Colón, etcétera. Ángel Solo y Tomás Repila, cumplidamente vestidos por Cornejo, interpretarán el texto titulado Te van a matar por este libro, debido a la garbosa pluma del no menos grande José Ramón Fernández.

20:15h. Callejón del Gato. Espacio mítico por sus espejos cóncavos y convexos, que a Valle-Inclán inspiraran su célebre teoría del esperpento, y que hoy cuida la taberna Las Bravas, que con su brava generosidad de costumbre ofrecerá un vino a los concurrentes. Pero antes saborearemos el verbo del escritor y director Alfredo Sanzol, responsable de la última puesta en escena de Luces en el Teatro María Guerrero. Le acompañará en el trance Juan Codina, o séase Max Estrella en la antedicha representación. Y ambos dos (Max y Latino) rememorarán la famosa escena undécima.

20:30h. Plaza de Santa Ana. Frente por frente al antiguo Coliseo del Príncipe, escenario de los grandes éxitos de Lope, Tirso y Calderón, hoy Teatro Español, regido por Carmen Portaceli, que nos dirigirá unas palabras a modo de salutación. Seguidamente intervendrán los actores Nacho Sánchez y María Isasi que rematarán la faena interpretando un texto de El sueño de la vida, la comedia sin título de Federico García Lorca que ha completado para la escena de hoy Alberto Conejero. Y, en fin, como testigo mudo de todo ello, la estatua de Federico, aunque el espíritu más vivo que nunca.

21:00h. Cervantes, 11. Ante la Casa de Lope de Vega, creador de uno de nuestros mitos dramáticos más universales, Fuente Ovejuna, comedia publicada hace justamente 400 años, o sea, otra efeméride digna de recordación. A destacarla, comme il faut, se aplicará la complutense profesora Elena di Pinto. María Besant, actriz hecha a sinalefas y encabalgamientos, recitará unos versos del Fénix de los Ingenios.

21:30h. Prado, 21. Ateneo de Madrid. En su historiado e histórico Salón de Actos, César Navarro, presidente de la Docta Casa, nos dará la bienvenida. Intervendrá luego Margarita Piñero, profesora de Escritura Dramática en la RESAD. Como en el Ateneo debieron coincidir en más de una ocasión, como socios que fueron de la venerable institución, el viejo don Ramón María y el joven Federico, dos estudiantes del máster del Instituto del Teatro de Madrid, Víctor Iván Heras y Carlos Espejo, se encargarán de evocar uno de aquellos posibles encuentros.

22:00h. Círculo de Bellas Artes. Al amparo de la diosa Minerva, la bohemia procesión será recibida por el custodio de esta institución, Juan Miguel Hernández León. Xerardo Pardo de Vera, asiduo de la Noche desde sus tiempos fundacionales, completará con unas palabras la bienvenida a la ilustre casa, cual redivivo Valle-Inclán. Finalmente, escucharemos muy atentos el Mensaje del Día Mundial del Teatro. Sala de Columnas. Apoteosis del recorrido valleinclanesco, con intervenciones varias y variadas. Primero, la del director Miguel del Arco, encargado del montaje Proyecto Lorca Joven, estrenado en los Teatros del Canal. Después, la Compañía Atelans, bajo la dirección de Juan Ollero, representará un fragmento de Las galas del difunto, en clave musical expresionista. Y, a manera de traca final, la simpar Silvia Marsó interpretará el himno de los bohemios, el Babilonio, acompañada al piano por Blanca Trabalón. Sin olvidar, claro, el chocolate y los churros.

¡Y hasta el año que viene, que viene veinte!

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Escuela de interpretación en Madrid

PARA MÍ TODO LO QUE NO ES AMOR ES MIEDO

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“Amo mi profesión. La amo con locura. Y como amante obediente que soy siempre le he ofrecido lo más valioso de mí. El único secreto de actuar bien es entregarse a amar sin límites […] «La obligación de un actor es dignificar esta profesión. Hacerlo a diario. Y que cada trabajo al que nos enfrentamos seamos capaces de hacerlo como si fuera el primero, el último y el más importante de todos.” –como dijera mi amigo y maestro Carlos Hipólito en una ocasión– ese ha sido mi empeño. Yo odio la frivolidad, la falta de compromiso, la improvisación mal entendida y el poner más atención en la raya del ojo que en si el corazón palpita. Para mí todo lo que no es amor es miedo.”

Con estas palabras se cerraba anoche la gala de la 28ª edición de los Premios de la Unión de Actores y Actrices en el Teatro Circo Price de Madrid. Palabras del discurso de agradecimiento del director de nuestro Estudio, Juan Codina, al recoger el Premio a Mejor Actor Protagonista de Teatro por su trabajo en Luces de bohemia  de Alfredo Sanzol.

Una gala conducida genialmente por los actores y cantantes Verónica Ronda y Ángel Ruiz en la que Iñaki Guevara, secretario general del sindicato, pedía “más papeles para mujeres” en teatro, cine y televisión y aseguraba que “la Unión seguirá peleando para lograr la igualdad plena entre hombres y mujeres”

Una de las protagonistas de la noche fue Marisa Paredes, que recogió el Premio a Toda una Vida, y se lo dedicó a todos los compañeros de profesión ya que “es muy importante este trabajo, pero más aún es con quien haces este trabajo” y dijo sentirse muy afortunada porque “uno de los mayores placeres de la vida es trabajar en lo que te gusta”.

También hubo tiempo para escuchar a los miembros de la Subcomisión del Estatuto del Artista que recogieron el Premio Especial. Marta Rivera de la Cruz, presidenta de la subcomisión y diputada de Ciudadanos –acompañada por Emilio del Río (Partido Popular), José Andrés Torres Mora (Psoe) y Eduardo Maura (Podemos)– dio las gracias a la Unión por “otorgarnos este premio” y señaló que “un país si no respeta su cultura esta perdido”.

El galardón Mujeres en Unión lo recibió este año la sección Mujer tenía que ser, del programa de La Sexta El Intermedio conducido por Sandra Sabatés que no pudo acudir a recogerlo pero dejó un mensaje de parte de todo su equipo: “nos queda mucho camino por conseguir la igualdad. Ojalá seamos capaces de construir una sociedad feminista”.

En la categoría de cine,  Susi Sánchez ganó el premio a Mejor actriz protagonista por su trabajo en La enfermedad del domingo y Antonio de la Torre recogió el de Mejor actor protagonista por El reino. Además, Mejor actriz de reparto fue para Elvira Mínguez por Todos los saben y para Luis Bermejo por Tu hijo. Ana Wagener fue reconocida como Mejor actriz secundaria por El reino y Juan Margallo en la categoría masculina por Campeones.

El premio a Mejor actriz protagonista en Televisión fue para Inma Cuesta por Arde Madrid mientras que el de Mejor actor protagonista fue para Álvaro Morte por La casa de papel. En la categoría de Mejor actriz secundaria la afortunada fue Anna del Castillo por su personaje de Arde Madrid y Antonio Durán recibió el de Mejor actor secundario por Fariña. Y para cerrar la terna televisiva, el de Mejor actriz de reparto lo recibió Miren Ibarguren por Arde Madrid y su compañero de serie Julian Villagran se alzó con el de Mejor actor de reparto.

La noche terminaba con la categoría de teatro en la que Laura Toledo con La voz dormida ganó el de Mejor actriz protagonista y como ya decíamos al principio Juan Codina conseguía el de Mejor actor protagonista. Natalia Hernández recibió el galardón de Mejor actriz seciundaria por La ternura y su homólogo masculino fue Pepe Viyuela por El burlador de Sevilla. El reconocimiento en la categoría de Mejor actriz secundaria fue para Ángeles Martín por Hablar por hablar y Juan Vinuesa por Algún día todo esto será tuyo.

Enhorabuena a todos.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]