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Clara Sanchis

CLARA SANCHIS. UNA HABITACIÓN PROPIA

En 1928 Virginia Woolf dio unas conferencias sobre mujer y literatura en las dos únicas universidades femeninas que había en Inglaterra. En ellas reflexionaba sobre la imposibilidad de que las mujeres pudiesen ser algo más que simples cuerpos domésticos sin derechos ni libertades, condenadas a criar hijos y a cuidar de la casa apartadas casi por completo del acceso a la educación, la cultura y el arte. Al cabo de un año aquellas palabras verían la luz en forma de ensayo y se convertirían para siempre en un clásico de la escritura y el feminismo. Hoy, casi cien años después, las cosas han cambiado mucho, la sociedad es muy diferente a aquella en la que se publicó por primera vez UNA HABITACIÓN PROPIA, aunque igual las cosas han cambiado más para unos que para otras. 

Hasta hace poco yo no sabía cómo era la manera en la que caminaba Virginia Woolf. Tampoco tenía idea de cómo sonaba su voz, pero esto era hasta hace poco más de un mes, ya digo, porque ahora lo sé, sí. Lo descubrí una tarde de mediados del pasado noviembre sentado en una butaca del Teatro del Barrio. Resulta que yo pensaba que iba a ver una función, pero no, no. Resulta que lo que vi no era la versión teatral realizada y además dirigida por María Ruiz de UNA HABITACIÓN PROPIA, no. Ni la iluminación de aquello tampoco la había creado Juan Gómez Cornejo, ni aquel vestuario lo había diseñado Helena Sanchis, y por supuesto aquella que encarnaba a la escritora inglesa no era Clara Sanchis.

A la capacidad de hacer esto muchos lo llamarían magia. Para mí tiene otro nombre: Arte. Y oficio. 

Al terminar la función, esperé con Codina a que saliera Clara, quería presentármela y de paso ver si cuadrábamos la posibilidad de hacer algo para el blog del Estudio. Y así fue, tuvimos una primera toma de contacto y quedamos en que la llamaría al cabo de unos días a su vuelta de no recuerdo qué lugar para ver lo de la entrevista o lo que fuera. Y ahí comenzó lo que ha sido nuestra  divertidísima historia, a modo de relación epistolar pero a través de audios de WhatsApp, que ahora con cada palabra que escribo parece estar acercándose cada vez más al final, o no. Voy a intentar ser concreto, pero no prometo nada. Esta entrada de blog  no terminaría jamás si se me ocurriera intentar relataros lo complicado que fue conseguir volver a vernos. De la de veces que parecía que sí pero al final no, de los muchos audios en los que nos terminaba dando da la risa por imposible, de las ganas de hacerlo y de la incompatibilidad de nuestros horarios. Bueno, a veces no es que no coincidiéramos en el tiempo, es que no coincidimos ni en el el espacio de un mismo país. Hubo un momento en que empecé a sentir que se acercaban las últimas funciones y que el empeño que le estábamos poniendo igual terminaría siendo un lo que pudo haber sido y no fue, porque no parecía que el ansiado encuentro se fuera a producir antes de que terminasen las funciones y dejaran de estar en cartel, y entonces todo aquel empeño dejara de tener sentido. Pero no queríamos rendirnos, recuerdo algún audio en el que casi nos jurábamos que lo haríamos sí o sí. Sabíamos que tenía que ser y fue. Por los pelos, pero ha sido. Mañana domingo 12 de enero a las 6 de la tarde es la última ocasión para disfrutar de esta función (de momento) en el Teatro del Barrio. 

Finalmente, un par de días antes de las vacaciones de Navidad lo conseguimos. Cogimos el equipo de grabación y nos fuimos al Teatro del Barrio a hacerle a la Sanchis una pequeña entrevista -que nunca lo fue, pequeña, quiero decir- y que como todo lo que nos había ocurrido hasta entonces parecía dilatarse en el tiempo hasta el punto de devorarnos. Se me estaba yendo de las manos, aquello era una conversación, una tertulia o llámalo como quieras, pero ni de coña algo que se le pareciese a lo que podría ser un simulacro de entrevista. Conseguir montar un vídeo  con tantos minutos iba a ser un despropósito, Eugenia me iba a matar, y yo no iba a conseguir transcribir aquello ni a aunque volviera a nacer, pero allí seguíamos, agustitico, charlando como cotorras sin fin. Madre mía. 

Como bien me anunció Clara casi al principio, nos habíamos juntado el hambre con las ganas de comer. Lo primero Virginia, claro, hablamos de su lucidez, de lo brillante de su discurso, de lo moderno e inteligente de su talento y de su sentido del humor, y de lo valiente que fue. Pero una cosa llevó a la otra y luego seguimos con lo de la esperanza puesta en estas jóvenes mujeres, casi adolescentes, que vienen, y de lo concienciadas que están, y de lo absurdos que son muchos de los comportamientos que adoptamos al asumir cualquier género, sea cual sea el que elijamos. De cómo María, la directora, en una ocasión del pasado le propuso que para hacer el personaje fuera más masculina y aquello le abrió mil posibilidades. También hablamos de lo bello que es que cada vez haya más hombres feministas. Del desprecio que han tenido casi todos de los gobiernos que hemos tenido  hasta la fecha por todas las artes. De lo bello de esta profesión, de lo inestable, de que igual lo que está pasando es que estamos volviendo al lugar donde estuvimos siempre o de que no deberíamos permitirnos trabajar gratis. Me contó que cuando tenía siete años le preguntó a una niña que estudiaba piano que qué tenia que hacer para conseguir tocar ese instrumento. Seguimos con el recuerdo de cuando se dormía oyendo las teclas de la máquina de escribir de su padre o de cuando lo hacía oyendo a su madre memorizar textos. De lo importante de la escritura en su vida. De aquel tiempo en el que el miedo se apoderó de ella y no pudo seguir tocando el piano en público y de cómo está disfrutando poder volver a hacerlo. De cuando comenzó en esto por casualidad porque en realidad no quería ser actriz de ninguna de las maneras, de sus pinitos cabareteros, de aquella que vez que se dijo a sí misma en el balcón de su casa «déjate de tonterías y asúmelo ya: eres actriz». De lo interesante que sería aprovechar los sofocos de la menopausia como fuente calórica o de lo bueno y lo malo de ser de ser hija de. De que se considera optimista y que la madurez tiene algo fantástico, también tuvimos tiempo de abordar los mecanismos de la desigualdad y me habló de cuando dejó de culparse por no centrarse solo en una cosa o de cómo este oficio te obliga a investigar en el alma humana. O de cómo este proyecto nació como algo inspirado en Virginia pero no con la intención de hacer de Virginia. De de que está segura de que la elocuencia tiene que ir antes que la emoción. También hubo un momento para toda esa gente que hay en  la profesión con muchísimo talento y que no está trabajando. De la ilusión que le provocan Los Pájaros Fontaneros, el grupo de música que ha montado entre gira y gira de teatro con tres compañeros de profesión. De lo feliz que la hace poder tocar el piano en este espectáculo y de que debería ser casi obligatorio tocar un instrumento, cantar o bailar en el proceso de aprendizaje de este oficio. Me aseguró que se siente afortunada. Que le encanta esa frase de Teresa de Jesús que dice que en la contradicción está la ganancia. Me contó que la tarea de escribir un artículo semanal para un periódico la obliga a observar a los demás, a mirar fuera, porque lo que le pasa a uno mismo deja de tener interés pronto, se gasta. De que Virginia no se rinde nunca, a pesar de lo que pudiera parecernos. Y de que en lo creativo no es necesario el sufrimiento, que ya basta. Y aconseja a las jóvenas que está muy bien tener un plan B, encontrar otra cosa en lo que poner tu empeño si quieres dedicarte a esta profesión, porque esto ya sabemos como es. 

Ahora que ya termino recuerdo aquel audio en el que me explicaba que los dos días previos a la entrega del artículo intenta que sean sagrados, y que si puede se los reserva a toda costa. Creo que esto de escribir a mí cada vez me parece más difícil. En esta ocasión –el terrorista al que nada le vale que alberga mi interior– me ha hecho destruir dos versiones de lo que estáis leyendo con el consecuente retraso que eso me ha acarreado. 

Me dijo que hubo mucho tiempo en que lo pasaba fatal escribiendo. Pero que la única solución para poder seguir haciéndolo es alejarse del miedo y encontrar una manera de hacerlo lo más parecida a la forma en la que hablas, sin grandes alharacas. Me pareció un gran consejo. Parece sencillo pero no lo es, yo hoy casi me arranco la piel intentándolo.

Gracias por compartir, Clara.

Por Chechu Zeta | 10 enero 2020

Ballet triádico o Das Triadische Ballet

DAS TRIADISCHE BALLETT

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Das Triadische Ballett (El Ballet Triádico) ocupa un lugar preeminente en el conjunto de la obra de Oskar Schlemmer, profesor e ideólogo de la Bauhaus. A ninguna creación se dedicó una y otra vez con tanta intensidad, ni para ninguna otra tuvo tantos grandes planes y en ninguna depositó tantas expectativas. Se trata de un baile sinfónico, dividido en tres partes que evolucionan desde lo hilarante a lo solemne. 

Con Das Triadische Ballett, Schlemmer le dio vida a una de las creaciones de danza más relevantes del siglo XX. Sus figurines intemporales están envueltos, aún hoy, en un halo de utopía. 

La primera parte, que se desarrolla sobre un escenario vestido de color amarillo limón, es de tipo cómico–burlesco. El tema tratado en la segunda parte, sobre un escenario vestido de rosa, tiene un aire festivo-ceremonial. Finalmente, la tercera se desarrolla de forma místico-fantástica delante de un fondo de escenario totalmente negro. Tres bailarines, dos hombres y una mujer, realizan doce bailes de forma alterna. 

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Reconstrucción realizada en 1970 por Margaret Hastings a partir de los bocetos, fotografías y documentos de Oskar Schlemmer

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Los trajes limitan deliberadamente la libertad de movimiento de los participantes debido al peso de los materiales con los que están confeccionados, a sus formas y a las máscaras que portan. Son estructuras arquitectónicas ambulantes que se mueven de un modo cómico, juguetón, sostenido y torpe por todo el escenario. 

Para sus figurines, Oskar Schlemmer aprovechó las nuevas tecnologías de su época, “los aparatos científicos de vidrio y metal, los miembros artificiales que se usan en la cirugía, los fantásticos trajes militares y de buzo” (Schlemmer, 1924); atuendos militares como los que conoció durante la Primera Guerra Mundial. 

Das Triadische Ballett y, en especial, los figurines Der Abstrakte (El Abstracto) son motivos que se repiten una y otra vez en la obra de Schlemmer. El artista basó sus figuras tipo en los descubrimientos y experiencias acumulados durante la concepción y realización de los figurines para el ballet; figuras que publicó en 1924 y que se convirtieron en la base de sus clases de teatro Der Mensch (El Hombre) y de las danzas experimentales del Teatro de la Bauhaus en Dessau. Los figurines determinan el espacio y crean la arquitectura, la edificación se convierte en escenario, los figurines en estructuras arquitectónicas que bailan, ambulantes, y en la escenificación de la arquitectura de la Bauhaus en Dessau, el edificio se convierte en el escenario. A pesar de su abstracción del individuo y de sus rasgos escultóricos, el hombre intelectual posee un papel protagonista. 

Las primeras representaciones tuvieron lugar en 1916. En 1922 se estrenó Das Triadische Ballett, que se representó en los años veinte, entre otros lugares, en la Bauhaus en Weimar y Dessau y por última vez en París en 1932 por invitación de Fernand Léger. Se expusieron figurines en 1934, en la Exposición Universal de París, y en 1938, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. En 1922 se representó por primera vez Das Figurale Kabinett (El Gabinete de Figuras) en la Bauhaus en Weimar. 

Oskar Schlemmer nació en la ciudad alemana de Stuttgart en 1888. Tras finalizar sus estudios de Bellas Artes en la Academia de la ciudad, fue llamado por Walter Gropius para incorporarse a la recién creada Bauhaus, comenzando como docente en Weimar y posteriormente en Dessau; más adelante en las academias en Breslau y Berlín. Él mismo era bailarín y pintor. Una doble naturaleza, un doble don, que desembocará en un conflicto, en una polaridad indisoluble: Pintor–bailarín, apolíneo–dionisiaco, rigidez de la antigüedad–mística del gótico. 

Sus primeras visiones de 1912 sobre la danza, sus experiencias en el Teatro Estatal de Stuttgart en 1921 con Mörder, Hoffnung der Frauen (Asesinos, esperanza de las mujeres) y Nusch-Nuschi (El Farfulleo), las de los años siguientes para Spielzeug (Juguete) con música de Tschaikowsky, las piezas musicales Les Noces, Le Rosignol, Le Renard de Igor Strawinsky y su creación Das Triadische Ballett de 1922, mantuvieron un diálogo permanente con su obra pictórica y plástica, con sus temas centrales “Hombre y Figura Artística” y “Hombre en el Espacio” y, una vez más, con las formas de danza experimentales y los comienzos de la Performance Art que experimentó con sus estudiantes en el Teatro de la Bauhaus. 

Su faceta artística abarcaba un amplio y rico abanico de formas de expresión como el dibujo, la pintura, la escultura, la tipografía y el diseño, así como el baile, la coreografía, la escenografía y vestuario teatral. Estigmatizado por los nazis como “artista degenerado”, Schlemmer murió sumido en el “destierro social” en 1943, en la ciudad alemana de Baden-Baden. 

C. Raman Schlemmer
The Oskar Schlemmer Theatre Estate 

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ENTREVISTA A JOSÉ ANTONIO MARINA.

[vc_row][vc_column][wolf_fittext max_font_size=»72″ text=»LA TECNOLOGÍA ESTÁ CREANDO UNA PASIVIDAD PELIGROSA» font_weight=»500″ letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»3em»][vc_column_text]

El filósofo y pedagogo José Antonio Marina (Toledo, 1939) cree que se está extendiendo una «idea destructiva»: ¿para qué lo voy a aprender si lo puedo encontrar en Internet? Él contesta con una diapositiva de las cuatro ecuaciones del campo electromagnético de Maxwel: ¿Las entendéis? Cree que hay que reivindicar el conocimiento y ha escrito un libro, Historia visual de la inteligencia (Conecta), en el que con textos, mapas mentales y jeroglíficos repasa la historia de la humanidad hasta la inteligencia artificial.

Los nórdicos invierten mucho en educación infantil porque el cerebro se forma entonces. ¿Deberíamos poner más fondos?

Es importante porque en la primera infancia, hasta los siete u ocho años, el cerebro es extraordinariamente plástico y se establecen las conexiones neuronales. Pero uno de los descubrimientos más sorprendentes de la neurología, ya hace 15 años, es que hay una segunda época dorada del aprendizaje, en la que se rediseña el cerebro con un tipo nuevo de neuroplasticidad, entre los 13 y los 18 años. Cambia la anatomía del cerebro, los grandes hábitos se implantan mejor y podemos corregir fallos educativos.

De modo que no se puede descuidar a los adolescentes.

El niño tiene que aprender a organizarse en el mundo al que ha venido y el adolescente aprender porque se va a emancipar. Siempre hacemos responsables a las hormonas de las alteraciones en la adolescencia, pero también está cambiando la forma de funcionar el cerebro. Hay que aprovechar esta capacidad.

Se les reprocha tener déficit de atención, de hecho, las clases son más cortas (50 minutos).

Hasta un 12% de los alumnos tienen problemas de atención. El uso de móviles está dificultando la atención voluntaria. Al mirarlo y volver a la tarea podemos perder hasta el 40% de la información que manejábamos. Es una especie de hacer y deshacer. Un síndrome compulsivo, si no miran la pantalla cada tres o cuatro minutos empiezan a sentir una especie de angustia. Eso es un disparate completo. Ese trajín puede ser de 300 o 400 veces al día. Hay mucha gente que no es nativa digital y empieza ahora por el móvil a tener dificultades para leer un texto medianamente largo. Eso es un empobrecimiento intelectual absoluto y dramático.

¿Habría que hacer como en Silicon Valley que prohíben el móvil a las cuidadoras?

En mi libro se cuenta cómo la tecnología está haciendo las cosas tan fáciles que empieza a resultar casi insoportable hacer un pequeño esfuerzo. Queremos que una aplicación lo resuelva todo. Al final se crea una pasividad que es peligrosa. No hay que ser solo bueno técnicamente sino crítico.

EL 85% de los trabajos de 2030 no se han inventado, según el informe Dell Technologies. ¿Estamos preparados?

En 2040 o 2050 no solo habrá cambios en los trabajos, sino desembarco de sistemas potentísimos de inteligencia artificial, de microimplantes neurológicos, de drogas de la memoria o de avances genéticos, aunque estos más lentos. Y hay compañías informáticas —en especial Google— preparadas para hacerse con el talento con programas educativos muy potentes, mientras que en el mundo de la educación no estamos reaccionando. Este libro aborda cómo el mundo de la inteligencia artificial maneja muy bien la parte cognitiva pero no la parte emocional, que es la que nos lleva a tomar decisiones.

Canarias imparte la materia Educación Emocional.

La asignatura se queda corta. No podemos decirles a los alumnos cómo resolver los problemas que tendrán, pero sí proporcionarles recursos para ser rápidos en aprender, tenaces, optimistas… Tienen que saber gestionar las emociones, sobreponerse al fracaso, disfrutar de las cosas buenas, saber elegir las metas, saber centrar la atención… La rapidez en el aprendizaje es lo que nos ha definido como especie y por tanto es el núcleo de lo que somos.

Usted se pregunta por qué si somos tan inteligentes hacemos tantas tonterías.

Por ejemplo, en Reino Unido se plantean que el Brexit va a ser malo para ellos y la Unión Europea. La psicología estudia la inteligencia como si fuese una facultad individual, pero se da en un entorno social que la favorece o la destruye. Con el nacionalismo hay que plantearse si se están tomando decisiones inteligentes o entregando emociones que no se sabe bien adónde conducen. Y todo esto es teoría y práctica de la inteligencia y la educación.

Distintos informes manifiestan que los alumnos no practican el mens sana in corpore sano. ¿Es grave?

Educación Física es una asignatura que en España metemos de clavo y con poco tiempo cuando el ejercicio es el gran protector el cerebro. Por eso la gente mayor debe ejercitarse más físicamente que intelectualmente. Y, si el deporte es reglado, a los niños les organiza mucho la conducta y es un antídoto contra la obesidad, la droga o el alcohol. Además, deberíamos dar más protagonismo a los profesores de Educación Física y Teatro, porque tienen un acceso —sobre todo en secundaria— a los alumnos diferente. Nadie en en la cancha discute que el entrenador sabe cómo se juega y quiénes son los jugadores.

Por Elisa Salió

Esta entrevista fue publicada por el diario EL PAÍS el 30 de octubre de 2019

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ANATOMIA SENSIBLE

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El martes pasado Andrés Neuman, escritor y amigo del Estudio presentaba en Madrid su nuevo libro ANATOMÍA SENSIBLE en la Librería Rafael Alberti, una pequeña y coqueta  librería familiar de barrio que lleva abierta más de cuarenta años y que si no conoces todavía no deberías tardar en hacerlo. Además hace unos días acaban de recibir el premio Boixareu Ginesta al Librero del Año 

Lo hizo acompañado de su editor Juan Casamayor de Páginas de Espuma y de la periodista y filóloga Ana Pardo de Vera. 

Dice la editorial que ANATOMÍA SENSIBLE es una celebración del cuerpo en toda su amplitud. Una defensa de la imperfección y sus bellezas alternativas, mediante un recorrido poético, político y erótico por la materia que somos. Así es, y tener la oportunidad de poder escucharlo de boca de su autor es una magnífico regalo. Andrés y su delicado y atinado tempo siempre son un deslumbrante espacio para el disfrute de la palabra. 

Nos contó que le daba una mezcla de emoción y de terror hablar del cuerpo en libro desde él y no solo había intentado jugar con la ambigüedad del género literario –este pertenece a muchos géneros literarios a la vez y no se adscribe a ninguno en particular. Es un proyecto unitario en cuanto que tiene una idea detrás y una estructura clara a modo de novela, que además tiene mucha argumentación conceptual como un ensayo pero que está lleno de chisporroteos poéticos o líricos y cada pieza se resuelve más o menos micronarrativamente–. Que hay una voluntad de ser indetectable en términos de género canónico y que por eso es multigénero en cierto sentido, ya que la voz que observa el libro no es ni un hombre ni una mujer, ni un hetero, ni una lesbiana, ni todo lo contrario y es todo eso junto, es decir hay un intento de mirar el poliedro que es el cuerpo desde todas las apetencias, identidades y puntos de vista.

Habló de las redes, de lo viejo y lo nuevo en este mundo virtual, de como estamos en el enésimo turno de Grecia con respecto al cuerpo. Y de como Instagram es un campo de batalla donde todavía hay que discutir con esos cánones, de que no hemos avanzado demasiado en la batalla Dionisíaca, que hay un imperativo apolíneo que además se llena de consumo, de opresión, de política, etc. O de que como la cita Nadie está por encima de la ropa sucia de Cynthia Ozick –una de sus escritoras de cabecera– le ayuda determinantemente a conformar esa idea de lo bello, que no lo es tanto para la masa, y que definitivamente terminamos no enseñando en ese endiablado selfie.

Nos cuenta que ahora que lo trans tiene una fuerza política en el discurso colectivo, él cree que sería interesante pensarlo más allá de lo temático, que lo interesante está en el origen de la apetencia, en esa ficción que es ser otra persona. Como por ejemplo en el teatro clásico, que por razones patriacarles pero que son muy delatoras también, los personajes femeninos los hacían hombres ya que las mujeres no tenían permitido actuar. 

Que le interesan las afirmaciones que son y no son suyas, que salen y no de su yo. Nos anima a plantearnos que ¿qué estamos diciendo cuando decimos este cuerpo me gusta, este cuerpo no me gusta o a mí me gustan las personas así o asa? ¿estamos hablando antes o después de la formación de la educación que hemos recibido? ¿La piel es tan instintiva cómo creemos o está muy premiada de cultura? Que a fin de cuentas lo que decimos que nos gusta o no nos gusta forma parte de un discurso cultural.

Aseguró que le interesaba retirarse de esos presupuestos de hombre, hetero, blanco, patriarcal del s. XXI y abrirse hacia otros poros para comprobar que podía ver de una espalda, de una nalga, de unos pies aprendiendo de otras miradas.

Un ejercicio bello, sincero y, supongo que, extraordinariamente liberador, que como resultado nos ofrece una voz en el libro que no es él conversando con otras voces sino una voz coral que le va dando la vuelta a cada parte del cuerpo como si fuese un prisma desde distintos puntos de vista, deseos e identidades.

Aborda el total de nuestro cuerpo en lo que serían treinta partes o capítulos, donde evidentemente muchas de ellas fueron más fáciles de abordar que otras. Y además se propuso desmitificar las más privilegiadas por la tradición artística o poética, bajándolas a la tierra y buscándoles la imperfección, o las cosquillas, nunca mejor dicho. Discutir esos modelos nobles como podrían ser los ojos, los pechos o la espalda frente esos otros rincones periféricos como un talón, el codo o la parte de atrás de las rodillas. Y confesó que en las áreas genitales –por razones obvias, políticas pero también de tradición– tenemos demasiados preconceptos sobre ellas como para intentar mirarlos por primera vez. 

En este libro está el homenaje final que Neuman necesitaba hacerle al cuerpo, ese que en sus últimas novelas ha visitado lateralmente pero que ahora recoge aquí de frente y en todo su volumen. Un libro, dice, inevitable para mí, para mi experiencia de escritura. Un  libro que le hiciese la guerra a Photoshop. Combatirlo no como herramienta, como software, sino como lógica cultural que deviene impotencia estética. El photoshop va reduciendo poco a poco el espectro con el que imaginamos los cuerpos ajenos y contemplamos el propio hasta que hay solo una manera de mirarlo, una especie de pensamiento único, anatómico, y me parece que la función de la poesía y del arte en general es resistir a esa mirada y construir otra.

Y Andrés lo hace desde el sentido del humor, la ironía,  desde el apetito lúdico. Sabe jugar y sabe reír, ya quisieran muchos. Porque como bien dice a veces el humor llega más lejos que la seriedad, que la interlocución con la seriedad es muy de vuelo corto, que no hay verdadera escucha desde la solemnidad. El libro parodia la solemnidad empleando un lenguaje elevado para parodiarlo. Mostrando hasta que punto es absurdo el exceso de seriedad. 

Lo triste de intentar parecer eternamente joven es que si a una cara de cincuenta años le intentas quitar treinta años de encima, le estas quitando toda su memoria narrativa. No hay historia sin arrugas. 

El paso del tiempo puede no ser solamente una erosión de la belleza si no un modo de generarla. La belleza es lo que sucede cuando el tiempo atraviesa las cosas. 

Por Chechu Zeta | 25 octubre 2019[/vc_column_text][vc_empty_space height=»2em»][/vc_column][/vc_row]

NUESTRA INOCENCIA

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Regreso de Bilbao, después de un mes en el que he impartido un taller en Dantzerti, la Escuela Superior de Arte Dramático y Danza de Euskadi. Por primera vez, mis años eran el doble que los de la mayoría de los alumnos. En sus cuerpos, en sus entusiasmos, en sus temores, en su incomprensión, en sus alegrías, en sus revelaciones, en fin, en todo el menaje de juventud que desplegaban cada mañana, he percibido luminoso y fiero el tiempo. Desfilando tras él, su batallón de “todavías”, de “ya no”, su arsenal de recuerdos, su albarán de pérdidas. 

   Es cierto que los estudiantes de Arte Dramático son en nuestros días una tribu misteriosa. Por edad, están en primera línea de nuestro presente movedizo, pero se entrenan para un arte milenario. Prestan cuerpo, voz y espíritu a Edipo o a Ofelia, y luego regresan a sus mundos tecnológicos. Algunas veces se han tenido que enfrentar a sus familias, que (como gran parte de nuestra sociedad) entiende el teatro como un arte residual, una profesión sin salida, en liquidación. Los he visto llegar agotados de trabajos tan mal pagados que no merecieran llamarse trabajos. Se han desesperado por no encontrar una habitación fuera de la usura. Llegan con su ropa de trabajo, sus libros de Shakespeare y sus ganas intactas. Y sobre todo, una y otra vez, se conmovían con los personajes de La gaviota de Chéjov, buscaban el vértigo purificador del escenario. Sueñan con dedicarse al teatro, sin saber que con eso ya se dedican al teatro; y de nuevo Chéjov, “cuando piensan en su vocación no temen a la vida”.

   De los alumnos del estudio Juan Codina, donde trabajo desde hace ya un lustro, son pocos los que llegan atraídos por el brillo de la fama, por las lisonjas de la popularidad. Muchos más son los que, sin saber muy bien por qué (que es el único modo de estar en este oficio), han decidido consagrar sus vidas a las artes escénicas.

   Al día siguiente de regresar de Bilbao fui a ver a mi madre, que sigue viviendo en el barrio de mi juventud, Villaverde Bajo, en el extrarradio de Madrid. En los menos de diez minutos de distancia entre el metro y su domicilio, me encontré con una casa de apuestas, unos predicadores de amenazadora amabilidad, algunos cuerpos desvencijados por la heroína, dos locutorios y poco más. Allí donde estaba la panadería donde nos fiaban el chocolate a los hijos de los obreros, había un local de “Ayuda de Dios”. Pensé en los jóvenes del barrio, cuáles serían ahora sus sueños, sus esperanzas; pensé en eso que llaman “ascensor social”, y sólo vi su hueco en el esqueleto de cada edificio. Nos hemos olvidado de los barrios, de sus gentes, de lo poco que hablamos de las casas de apuestas, de quiénes están detrás sustentándolas, del ascenso vertiginoso de las sectas religiosas y sus soldados homófobos y machistas, de las consecuencias de los recortes en la educación pública, de cómo les tienen que sonar a muchos de los jóvenes de esos barrios las polémicas espumosas del Twitter y demás…

   De repente, pensé en si alguno de estos jóvenes de barrio sueña con convertirse en actor o en actriz, si en alguno de estos pisos mordidos por la aluminosis, en estas calles en los que se despliegan cepos a cada paso, algún muchacho, alguna muchacha, está leyendo Bodas de sangre o Un tranvía llamado deseo, y pensando en cómo decirles a sus padres que quiere convertirse en estudiante de arte dramático. De nuevo el tiempo y el recuerdo del Alberto adolescente soñando en ese mismo barrio con estrenar algún día una obra de teatro.

   Por último, recordé estas líneas de Nuestra inocencia, de Wadji Mouawad (obra que ojalá se publique por fin en la excelente traducción de Coto Adánez); para mí, el mejor retrato de los estudiantes de arte dramático y de la juventud de nuestros días.  Ojalá, sí, lucháramos por cuidar de la inocencia, por proteger, su futuro. Aún hay tiempo. Pero hay que darles la voz:

¿Qué os creéis que somos?

¿Qué creéis que decimos

cuando hablamos de vosotros?

¿Qué creéis que pensamos cuando exhibís 

vuestras victorias como quien exhibe su polla

y, con una palmadita en la espalda, 

queriendo darnos consejos,

nos hacéis arrodillarnos obligándonos a 

mamar el relato de las revueltas del pasado?

¿Qué creéis que pensamos cuando, sin ser conscientes

de lo que odiáis nuestra juventud, nos ordenáis:

«Chupa, chupa mi juventud perdida, 

chupa esa libertad que nunca conocerás,

chupa mi precioso piso comprado 

por dos duros y que jamás podrás pagarte,

chupa lo que fueron nuestras utopías

y que te prohíbo anhelar,

chupa el amor sin preservativo,

chupa mi viaje a la India,

chupa la fraternidad que demostramos y 

que para ti sólo es un balbuceo, ¡chupa!»?

¿Qué creéis que pensamos 

cuando nos metéis hasta la garganta

vuestros compromisos políticos, 

que para vosotros reflejan vuestro valor

y para nosotros 

vuestras traiciones y renuncias,

y metiendo y sacando,

jadeando, gimiendo de placer,

nos introducís hasta la garganta

vuestras ideologías y principios de mierda,

vuestro socialismo empalmado,

vuestro comunismo acre,

vuestro respeto republicano,

vuestro apestoso gaullismo,

vuestro vomitivo jansenismo, vuestro benévolo

racismo, vuestra política de mierda,

vuestra moral social de mierda 

y metiendo, sacando, jadeando,

cuando notáis que llega la leche blanca

de la autosatisfacción, nos ordenáis:

«¡Chupa, sí, así! Eyaculo en tu boca 

el fin de la despreocupación,»

«descargo en tu garganta 

el fin de la historia, ¡traga!»

«¿Está bueno el fin de la historia? 

Espera, voy a darte otro guantazo».

Y, gruñendo de placer, eyaculáis 

en nuestra cara el confort que os debemos,

deuda infinita cuyo fin nunca veremos.

¡Aplastáis! ¡Aplastáis! ¡Nos aplastáis!

Vuestras son las jubilaciones, la alegría, 

la historia, y nuestra la confusión.

«¿Por qué no haces algo con tu vida?

Ni idea, papá, mamá, no tengo ni idea.»

«No sé, no sé, no sé, no sé, no sé…»

«O sea no tengo ni idea,

no sé, no tengo ni idea.»

«Me palpo, me examino, 

me analizo y hay un vacío absoluto.»

«Y ni toda la sabiduría del mundo 

me impedirá decir que no tengo ni idea.»

 

Por Alberto Conejero | 22 octubre 2019

Este artículo fue publicado el 9 de octubre en la web de AISGE[/vc_column_text][vc_empty_space height=»2em»][/vc_column][/vc_row]

QUE LA FUERZA OS ACOMPAÑE

[vc_row][vc_column][wolf_fittext max_font_size=»72″ text=»QUE LA FUERZA OS ACOMPAÑE» font_weight=»500″ letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»3em»][vc_column_text]A mis padawanes:

Si me dicen que me queda una hora de vida, no me lo pienso, acudo al primer vicario joven, guapo y de boca mediterránea que encuentre urgiéndole confesión. Aclaro que en ningún caso es el arrepentimiento el motor de mi deseo, y sí el arrebato que a cualquier dama del teatro ilumina si sabe que tiene la oportunidad de representar a lo grande su última función. Es obvio que en este microteatro fatal no tiene la verdad cabida, un poco ordinaria ante el decisivo paso. Solo la partitura de la mentira salva al actor del vacío. No pierdo pues, la oportunidad que el arte del monólogo ofrece e invento una vida abyecta, llena de pecados y aflicción. Dificilísima de perdonar. Confío en que mi bello confesor, a pesar de no recibir la separata de su réplica final, es lo suficientemente previsible para preguntar con horror: “Hijo, ¿te arrepientes de tan espantosos pecados?” Y yo contestar: “Pues… no Padre, pero sea caritativo y béseme antes de morir. Piense que el último suspiro solo merece el deleite” Conmovido, el Príncipe de la Iglesia abre las puertas del Evangelio que de su boca sale, y besa a la melancólica rana que siempre fui. Entonces, sí, en el instante del beso concentro toda mi vida… incompleta… que se va. Y en el centro del beso, como una corola que sabrosa se abre para que las abejas liben, se revela el sueño que a la hora de la muerte, más orgulloso se vuelve.

Hace doce años inaugurábamos un espacio comprometido en la formación de actrices y actores, aunque lo más emocionante ha sido asistir a su desarrollo personal: como hombres y mujeres. Hoy comienza un nuevo año. Nada me hace sentir tan vivo como saberme el comandante de un ejército de padawanes.

QUE LA FUERZA OS ACOMPAÑE Y FELIZ AÑO NUEVO, INCAUTOS 

Por Juan Codina  | 1 octubre 2019

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La cultura y el PSOE

[vc_row][vc_column][wolf_fittext max_font_size=»72″ text=»La cultura y el PSOE» font_weight=»500″ letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»1em»][wolf_fittext max_font_size=»18″ text=»La vida de un creador no es fácil. Si se les quita la pensión por el hecho de crear, la mayoría de los autores van a la miseria» title_tag=»h2″ font_weight=»500″ text_transform=»none» letter_spacing=»0″][vc_empty_space height=»3em»][vc_column_text]

Gracias al impulso del titular de Cultura, el último Consejo de Ministros del pasado año aprobó compatibilizar, para los creadores o artistas, el cobro de sus pensiones de jubilación con los rendimientos de derechos de autor. Fue todo un éxito, después de tres años de lucha de la plataforma Seguir Creando. Pero, merced a las reticencias de los Ministerios de Seguridad Social y de Hacienda, aquellos que, antes de aprobarse la ley, fuimos penalizados con cantidades de dinero desmesuradas, a causa del rendimiento de nuestra actividad artística, seguimos pagando, pese al decreto, las sanciones con las que fuimos castigados por el “delito” de crear. Y he dicho que las cantidades eran y son desmesuradas, pues en varios creadores superan los 2.000 euros al mes durante cinco años. El caso más sangrante es el de nuestro añorado Forges, cuya familia continúa afrontando el pago de la penalización que los inspectores establecieron para su “delito” de hacernos sonreír y reflexionar cada mañana con sus viñetas.

De modo que los propósitos son loables, pero las realidades frustrantes. Aunque los responsables de la Seguridad Social y de Hacienda explican que las leyes son anteriores al nuevo decreto y que hay que cumplirlas, argumentos así tienen un cierto tufillo a aquellos que, entre otros, emplearon las defensas de los juicios abiertos contra matarifes de sangrientas dictaduras. Yo me pregunto: las leyes de apartheid, por poner un ejemplo llevado al extremo, ¿también tendrían una validez en el tiempo, una vez desaparecida la dictadura de aquel sistema racista y criminal? Imagine el lector que, en un país en donde existe la pena de muerte, los políticos deciden abolirla. Pero establecen una salvedad: hay que ejecutar a todos los que estaban condenados por la antigua ley. A los creadores que seguimos ahorcados se nos dice desde instancias gubernamentales que suspender las sanciones supone desdeñar a los inspectores que en su día las determinaron, esto es: que aunque se derogue la pena capital, es preciso ajusticiar a los que fueron declarados reos de muerte para no desairar al verdugo.

España es un país en el que a menudo parece imposible hacer justicia: por ejemplo, en el caso de Billy el Niño, emblemático torturador del franquismo. No sólo anda por el mundo libremente después de haber retocado más uñas que una manicura china, sino que, además, tiene concedidas medallas por el franquismo, e incluso del posfranquismo, por las que cobra sustanciosas gratificaciones, cifradas en casi un 50% más de la pensión de jubilación que le corresponde como exfuncionario del Estado. El Gobierno socialista ha expresado su voluntad de quitarle las condecoraciones y las pensiones que conllevan. Pero yo me pregunto: si el Ejecutivo las anula, ¿se le exigirá, como Seguridad Social y Hacienda han hecho con los creadores, que devuelva las cantidades cobradas estos años atrás por sus distinciones? Me temo que no, visto su respeto a las leyes del pasado, aunque provengan de una dictadura. Y así tendremos, para las generaciones posteriores de españoles, un ejemplo magnífico de cómo el arrancar uñas y patear testículos es más rentable que escribir libros o pintar cuadros.

La vida de un creador no es fácil. Y me remito al caso del escritor, que es el que mejor conozco. Por cada uno de sus libros vendidos, mientras que el distribuidor y el librero cobran el 55% y el editor el 35%, él recibe el 10% (en muchos casos sólo el 8%). Junto con ello, si tiene agente, del dinero que obtiene debe darle entre el 10% y el 15%. Después, ha de pagar el 15% de IRPF y liquidar beneficios con Hacienda (caso de que le quede algo de dinero). Y si además de eso se les quita la pensión o parte de ella por el hecho de crear —como sucedía hasta ahora—, la mayoría de los autores van derechos a la miseria.

De modo que, como decía Larra, escribir es llorar. En los tiempos del Gobierno de Mariano Rajoy, declarado enemigo de la cultura (el ministro Montoro se dirigió una vez al colectivo del cine diciendo “os vais a enterar”), era fácil de entender la animadversión. Pero difícilmente se comprende en los días del PSOE, un partido que abandera la defensa de los valores culturales, sobre todo cuando, en tiempo electoral, viene a pedirnos a los artistas que firmemos manifiestos solicitando a la sociedad el voto para los socialistas.

 

Artículo del escritor Javier Reverte publicado el 1 de febrero en el diario EL PAÍS.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Escuela de interpretación en Madrid

LA FAMA

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Tenéis muchos sueños, buscáis la fama pero la fama cuesta.

El Quijote habla constantemente de la fama, la desea, ansía que su nombre y figura esten en boca de todos como reflejo de hombre justo y bueno. Anhela pasar a la posteridad como excelente y valiente caballero.

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Warhol, sin embargo, intentó democratizar su significado, lo pervirtió: «En el futuro todo el mundo será famoso durante quince minutos. Todo el mundo debería tener derecho a quince minutos de gloria. En los años ochenta va a haber cada quince minutos un nuevo futuro. La inspiración será la televisión»

De alguna manera hasta entonces la fama estaba asociada al buen nombre, a las acciones admirables, a las hazañas o a la excelencia en determinados campos del conocimiento y el saber.

A partir de Warhol la fama derivó en barata y vulgar popularidad, en un concepto vacío de cualquier aspecto admirable o deseable. Cualquiera podía ser famoso, que está muy bien, pero lo delirante es que esto incluye a cualquiera que carezca de cualquier tipo de interés o que directamente su aportación al mundo sea la NADA más absoluta.

La búsqueda rápida del pelotazo popular, no hace más que destruir el profundo, verdadero y romántico valor que encierra su poderoso significado: LA ETERNIDAD, y esta, evidentemente no se construye en quince minutos, se ponga como se ponga aquel que consiguió que la sopa Campbell’s se hiciera famosa en todo el planeta.

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Hoy empezamos de nuevo, comienza otra vez el curso. Emprendemos una vez más el viaje, y ya van doce.

Queridas alumnos, no nos importa en que grado y manera busquéis, deseéis o persigáis vuestra fama, pero lo que sí os pedimos es que no os permitáis ser aburridos. Amad lo que hacéis. Comprometeos con esta profesión.

Bienvenidos, todas.

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FOTO 1

Portada de la primera edición francesa de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de 1863. Ilustración realizada por el pintor, escultor e ilustrador Gustave Doré mediante la técnica de grabado al aguafuerte.

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FOTO 2

Campbell’s Soup Cans. 1962

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