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EUTANASIA

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Yo he venido aquí a hablar de la muerte. 
Vaya, bien podría hablaros de otra cosa.
De Abascal por ejemplo o del orgasmo, que al fin y al cabo los dos pican.
La petite mort le llaman los de Francia.
Al orgasmo, digo. 
Qué hijos de puta. 
Nunca he querido estar menos muerto que después de correrme. 
La felicidad existe y empieza con arañazos en la espalda. 
Bueno, que me pierdo, la muerte 
o mejor dicho: 
mi muerte. 
A mí plantadme como a un melocotón.
Quiero que a mis frutos les salga pelito 
que ya se sabe, 
donde hay pelito 
hay alegría. 
Quiero que en mi tronco esté tallada la pintura
para que recordéis que importa más lo que se está viendo que vuestra cara. 
Quiero que se baile sobre mi maceta.
Quiero que con mi madera reconstruyan Nôtre Dame y con mis hojas recojan la caca de los perros
-mira, yo que no iba a hablar de Abascal-
para recordar que tan pronto puedes estar en el techo de uno de los edificios más bonitos que la humanidad ha creado, como puedes acabar pisando mierda. 
 
Yo no quiero morir, a mí que me maten.
Quiero decidir sobre mi muerte.
Mi cuerpo, mis cenizas, mi decisión.
 
El arte y la belleza de lo cotidiano. 
 
Qué poco se habla de la belleza de la muerte. 
No hablo de la muerte romántica, si no de la muerte como es: Un día está y al siguiente no, punto. No hay más. Como un storie de Instagram solo que con menos visitas, afortunadamente.
 
Es fácil aceptar la muerte de una persona cuando llevas 8 años sin verla.
Lo que no es fácil es aguantar el dolor de 8 personas durante los 8 años siguientes. 
 
Me he quedado con los calcetines de alguien que no veía hace 8 años. Decidme vosotros qué se hace con los calcetines de un muerto. 
¿Croquetas? 
Mi abuela dice que se pueden hacer croquetas con todo. No creo que ahora quiera hacer croquetas con los calcetines de su hija. 
 
-Siento el frío, es que no me pilláis en buen momento-
 
Esta es la muerte que estoy viviendo ahora y créedme que no es fácil.
Que alguien te coja de la mano cuando, de por sí, cada mañana ni te mira. 
Es bonito, pero no es fácil. 
La muerte hace eso. 
Hace que se oigan palabras de quien no se han oído nunca y que te toquen cuando hace días no te sonreían.
No es fácil, pero es bonito.
 
En este país no está permitido quitarle el sufrimiento a alguien, no te dejan. 
 
Explicadme qué hacéis vosotros cuando se os rompe un jarrón. Si lo intentas arreglar con celo quedan trozos sueltos y con el pegamento se ven grietas. 
Yo no quería que tuviera grietas más allá de las internas que todos tenemos. 
 
Ojalá el celo arreglara el daño cerebral, tendríamos unos gorros curiosos y Carlin lo dirigiría María Luisa Carcedo desde su cueva pintada de eticidad.
 
Siento que tengáis que leer esto. 
En mi defensa diré que yo no he venido a voluntad, a mí me han buscado. 
 
Por Guillermo López | 1 mayo 2019

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