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TODOS SOMOS MEDIA ISLA

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Hay días fatídicos. Estremecen tanto por la simbología que encierran como por su interesada falta de rigor histórico. Y así por la fuerza de la repetición que el rito exige, concluyen por convertirse en días proféticos.

El infanticidio más cruel, nunca practicado, se consumó un 28 de diciembre. O así lo dispuso la liga teocrática. Y es que Herodes, un indeseable asesino en serie que contemplaba el poder con lascivia, arrasó, víctima de la superstición, con toda la población belenita menor de dos años. Como quiere la sangre siempre dar sueño, es más que probable que después del horror el infanticida se echara a dormir, dejando en la desdichada comarca un reguero de plasma inocente. Una multitud de madres, dobladas en llanto, clamaban a un cielo empeñado en ser sordo, la vuelta del fruto perdido.

El pasado 28 de diciembre, cerca del lugar de la matanza, y como para que el día de los inocentes pudieran cobrar de nuevo sentido, moría, en el suelo judío que lo vio nacer, el escritor Amos Oz: un hombre inocente. 

No es difícil defender la calidad literaria que a lo largo de los años exhibió, y que le convirtió en uno de los escritores imprescindibles del último lustro. 

Amos Oz, celoso de la paradoja, fue siempre un intelectual partido en dos. Igual que la tierra que pisaba. Incapaz de resignarse a ofrecer respuestas simples frente a problemas profundos… «Cuando crezcas te darás cuenta de que casi todo lo que se oye por la noche puede interpretarse de diversas formas. Y de hecho, no solo por la noche y no solo lo que se oye: también lo que se ve, e incluso lo que se ve a plena luz del día, puede casi entenderse de muchas formas»

Una de las voces judías más autorizadas, arriesgó cuanto quiso, supo y pudo por encontrar una solución al conflicto palestino-israelí. Mientras que una mayoría especulaba con el perímetro del continente, él se esforzaba en rebuscar dentro de los pliegues que todo continente contiene.

De raíz sionista defendió hasta el final el derecho a un estado judío. Igual que exigió un estado palestino con las mismas garantías. Así, para unos fue definitivamente un traidor y para otros cómplice de un genocidio. Es curiosa la relación que los fanáticos mantienen con la coherencia. Como a todo gran hombre nunca le faltaron enemigos íntimos intimidados por el peso de su inteligencia. 

Vacío de vanidad en boca de Vargas Llosa fue un ser incansable, luminoso, apasionado. Un aristócrata de las letras que sabía agitar el deseo con elegancia.

Gustaba de precisar que toda su obra literaria no era sino autobiográfica. Toda ella es espléndida pero fue en Una historia de amor y oscuridad (si no han leído este libro, háganlo ¡ya!) donde en primera persona desgrana las claves de su infancia. Un testimonio íntimo e histórico que culmina con el suicidio de su madre cuando Amos Oz tenía 12 años. Uno de los relatos más conmovedores y profundos que haya podido leer. 

Desde que murió mi padre hace quince años, adopto cuando la ocasión lo merece a un nuevo progenitor. Amos Oz portaba tal distinción. Ha vuelto a morir mi padre. Viva mi padre. 

Descansa en paz y sin Nobel, Amos Oz. Un hombre inocente. Y libre. 

«Se tenía la sensación de que si las personas iban y venían, nacían y morían, los libros eran inmortales. Cuando era pequeño, quería crecer y ser libro»

JUAN CODINA

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